viernes, 27 de mayo de 2011

viajedejavi. Introducción

VIAJEDEJAVI

Mi nombre es Javier Aldabe. En 2010 terminé un viaje comenzado en 2006, que me ha producido muchas satisfacciones y que me gustaría compartir con todo el que quiera y tenga interés en conocerlo. Como para el protagonista de En busca del tiempo perdido, al que sus experiencias de niñez, dice, que habían sido “…yacimientos profundos de mi territorio mental…”, para mí, este viaje, realizado en mi madurez, pues sería no corresponder a la realidad llamarlo vejez, ha supuesto una revitalización, un sentirme muy vivo en el mundo, tanto que está presente en cada momento de mis días, con un recuerdo de personas o en forma de imágenes físicas y mentales.
El viaje consistió en dar la vuelta a la península ibérica a pie por la costa; se inició en Saint Palais o Donapaleu, en el país vasco-francés, y terminó en Collioure, en el franco-catalán. Ni la primera está en la costa, ni la última en la península, por tanto, es necesario hacer alguna matización.
Las primeras cuatro etapas se desarrollaron por el interior, siendo la primera del Camino de Santiago, correspondiente al llamado Camino Francés. En Donapaleu, a unos pocos kilómetros del centro, se encuentra l’Étoile de Gibraltar, que es lugar de confluencia de tres caminos de Santiago que provienen del norte y del este europeos. Esa etapa culminó en Sain Jean Pied de Port o Donibane Garazi. Normalmente, los peregrinos que vienen de otros países europeos, inician la siguiente etapa desde este bonito lugar, cruzan los Pirineos y llegan a la tan prestigiosa Roncesvalles u Orreaga. Yo no tenía esa intención, ya que quería hacer mi viaje por la costa, así que salí de Donibane Garazi hacia Saint Etienne de Baigorry, subí Izpegi y bajé al valle del Baztán, en Navarra. Por mi Nafarroa, la tierra donde nací, discurrieron dos etapas y, siguiendo el  Bidasoa, llegué en la cuarta a dormir a mi casa de Irun.
La otra matización hay que hacerla con Collioure, en la costa francesa mediterránea. Para la mayoría de peregrinos que hacen estos caminos, Compostela es el objetivo natural de su peregrinaje y, en todo caso, prolongándolo hasta Fisterra y/o Muxía. Yo que también salí pensando en Santiago, no tanto como peregrino sino como caminante, también tenía la intención de llegar a Gibraltar; pero no tenía experiencia de andar tanto tiempo seguido, y menos con tanto peso, así que dos años después, ya paseando por Andalucía, es cuando se me ocurrió que el objetivo de mi caminar podría ser algo menos divino, más acorde con mi ideología y más conmemorativo del dolor que se produjo en nuestra guerra civil. Pensé ¿y por qué no un final ante la tumba de Antonio Machado? Y así fue como Collioure se convirtió en el objetivo final de mi viaje. Sería un homenaje del caminante al poeta.
A partir de Irun, seguí el Camino de Santiago por la costa, el oficial, pero con variaciones.
La primera motivada por razones afectivas, me llevó a prescindir de Jaizkibel y, por el valle de Olaberria, pasando por Oiartzun, llegué a Errenteria, al taller donde había trabajado los últimos años de mi vida laboral y que en su momento contaré.
Otras veces será un albergue situado hacia el interior o la orografía de algunos acantilados difíciles, o el transcurrir del día y el deseo de llegar a hora prudencial, los que me harán alejarme de la costa.
En ocasiones el trazado del camino por la costa, te va alejando de la misma sin razones orográficas que lo justifiquen. Un ejemplo puede ser Deba (en Gipuzkoa), ya que el trazado oficial se dirige hacia la Colegiata de Zenarruza, pasa por Gernika y continúa por Bilbao. Yo, aunque tuve que llegar a Gernika, me resistí a seguir las flechas amarillas y perderme la oportunidad que se me ofrecía de pasar, entre otros lugares, por Mutriku, Saturraran, Ondarru, Lekeitio, las playas de Laga y Laida, Mundaka, Bermeo, el cabo Matxitxako, Bakio, Barrika, la playa de Barinetxe o la Salvaje, etc.
Algo similar ocurre al llegar a Asturias, ya que desde Gijón a Avilés, todo el trazado discurre por el interior, dejando sin ver pueblos pesqueros tan bonitos como Candas, Luanco y otros puntos de interés como el cabo Peñas.
Y al llegar a Ribadeo, en Lugo, el trazado del camino se introduce de lleno hacia el interior, hacia Santiago de Compostela, y yo me resistí, puesto que me habría disgustado no ver la playa de las Catedrales, en Lugo, y los acantilados más altos del continente europeo que están de Cariño, por el cabo Ortegal, hacia San Andrés de Teixido, por poner sólo dos ejemplos.
Así que queda bastante claro que toda la costa no la hice; unas veces porque no me lo permitió la orografía, otras por no arriesgar, o por querer llegar a una hora prudencial al lugar de final de etapa, o porque quise ver algo de interior que me interesó y me alejé de la costa, como, por ejemplo, en Portugal, cuando me acerqué a San Pedro de Rates, donde había una iglesia románica y un albergue del Camino de Santiago Portugués, que me apeteció conocer; me metí en A-ver-o-mar hacia el interior  y aunque después regresé a la costa en Aguçadoura, aquella franja costera me la perdí. Si lo quereis localizar en un mapa, están al norte de Póvoa de Varzim.
En cuanto a la afirmación “a pie”, no requiere más matices que aquellos relativos a los cruces de los ríos importantes. Después del puente colgante de Portugalete, crucé en barco o transbordador de El Puntal a Santander, el Miño, entre A Guarda y Caminha (en tres ocasiones), el mar interior que forma el Sado entre Troia y Setúbal, el Tajo entre Costa de Caparica (desde Trafaría) y Lisboa, también para pasar a Illa Tavira, el Guadiana entre Vilarreal de Santo António y Ayamonte, el Guadalquivir entre el Coto de Doñana y Sanlúcar de Barrameda, el Ebro entre Sant Jaume d’Enveja y Deltebre-La Cava y algún otro paso de menor entidad, como cuando Jesús me pasó la desembocadura de la marisma formada en San Fernando a la altura de Sancti Petri, en su liviano bote.
También utilicé barco cuando visité las islas de Ons y Cíes, en Pontevedra, o las islas Berlengas desde Peniche, en Portugal.
Si alguna vez me monté en coche, lo hice para retroceder, o para llegar a algún lugar pero con el compromiso de regresar al mismo sitio en que me habían recogido. Nunca me he querido hacer trampas a mi mismo y quizás debiera hacer una autocrítica por haber sido excesivamente escrupuloso. En todo caso, he hecho más camino que el que debiera; así por ejemplo, al llegar a Tossa de Mar, donde me quedé a dormir dos noches en pensión; como había llegado por caminos y carreteras que me alejaron de la costa, con mapa local y al día siguiente, pude acercarme a playas, retrocediendo hacia el sur. O en Ayamonte, donde la vía verde que va a Isla Cristina, me la pateé en tres ocasiones; o lo que anduve y desanduve en el delta del Ebro (cosa de la que nunca me arrepentiré, ni me olvidaré de la magnífica colaboración que tuve con dos lugareños que ya son amigos para siempre). ¡Y mira que allí anduve un montón en coche! Y en gabarra, visitando mejilloneras y ostreras.  
Hechas estas matizaciones, os presento el mapa peninsular con las cuatro grandes etapas que, finalmente, una rotura de peroné, a falta de 13 días, convirtió en cinco.




¿Por qué salí de Donapaleu si quería hacer mi camino por la costa? La razón no tiene lógica, pero hacía unos años había estado, con mi mujer y amigos, pasando un fin de semana en el convento-residencia que tienen los franciscanos allí. En uno de nuestros paseos, mi amiga Sagrario Sanz del Río, que era la experta en el lugar, nos llevó hasta l’Étoile de Gibraltar y, entonces me dije que, si algún día hacía el Camino de Santiago, lo iniciaría allí. Y fiel a mi pensar y sentir, allí lo empecé.
Cometí bastantes errores en este primer tramo de 2006, que a lo largo de los años he ido corrigiendo, perfeccionando y adaptando a mi gusto por caminar y por dónde hacerlo. El primer error fue llevar excesivo peso en las mochilas. Llevaba entre diez y doce kilos, dependiendo de que hubiera comprado alimentos recientemente o estos ya se fueran acabando, de si la botella de agua estuviera llena o vacía, etc. Mi amigo Alex Álvarez me prestó una mochila que, ya vacía, tenía buen armazón y peso. Al principio, la comida no me cabía dentro de ella, e iba andando con una o dos bolsas de plástico, con los víveres, en las manos. ¡Qué mala pinta de caminante tenía! Ya a lo largo del recorrido fui corrigiendo este tipo de cosas, no llevando más alimento que alguna bolsita de frutos secos y el agua y cuando llegaba el momento de desayunar, comer o cenar, lo hacía en establecimientos destinados a este fin; a veces el propio albergue propició el desayuno o, como en Padrón (albergue del Camino Portugués), donde nos hicimos nuestra sopa de peregrino, gracias a un Luis (de Portugalete) pertrechado en estas lides. Dependiendo del lugar al que llegaba y, sobre todo, una vez fuera del trazado oficial, podía ocurrir que estuviera alejado de población  y sin posibilidad de cenar; ¡pues sin cenar! O, por la mañana, si no encontraba un lugar próximo para desayunar, pues lo hacía cuando me lo topaba. Tengo la suerte de que mi cuerpo no me demanda perentoriamente casi nada. La doctora nutricionista que nos dio un curso sobre comida sana, se enfadaba conmigo porque no me alimentaba adecuadamente, ni en mi día a día, ni mucho menos en mi periplo viajero. Los frutos secos van conmigo porque hay amigos que han tenido algún problema, pero los llevo por llevar: nunca me ha dado una “pájara”. En los siguientes años he ido reduciendo mochila, llegando el último año a pesar 5,300 Kg. que añadidos a la mochilita auxiliar y al peso de la ropa que llevaba puesta (1,700 Kg.), hacían un peso total de siete kg.
Una vez resuelto el tema de alimentación que repercutía en el peso, el tema calzado también tiene su importancia. Llevaba unas sandalias que fui usando con calcetines, al principio, y de los que fui prescindiendo más adelante. También llevaba unas deportivas Asolo de Gore-tex, compradas en Decathlon, que sólo las usé cuando no me quedó más remedio; primero con unas lluvias leves en Lastres (Asturias), otras más potentes entre Barreiros y Nois (Lugo), y después cuando ya en Laxe había desgastado las suelas de las sandalias en la zona de los talones. Allí, el zapatero no vendría hasta tarde y me recomendaron que no me molestara, ya que no encontraría buenos remendones hasta llegar a Noia. Allí, efectivamente, O Zapateiro, me hizo un buen trabajo, que nunca olvidaré; prácticamente no volví a usar las deportivas. Muchos caminantes me dicen que cómo puedo caminar tantos kilómetros con sandalias; la verdad es que me resulta lo más cómodo, no me preocupo de llevar calcetines, se quitan muy fácilmente cuando llego a la playa, ando bien con ellas por las sendas y el asfalto, y todo el tiempo, los pies van al aire libre. Si se te mete alguna piedrilla, sale por donde entró, o por el lado contrario. Nunca olvidaré a un alemán, en el albergue de Rosa, en Orio, que llevaba unos pies llenos de ampollas y que estuvo más de dos horas curándoselos; llevaba buenas botas de cuero. Pero hablando de calzado, debo decir que guardo muy buen recuerdo de los treinta y tres kilómetros y medio por la playa del coto de Doñana, andando por la orilla, descalzo.
Lo que llevo en la mochila actual, Quechua-Arpenaz-30, es lo siguiente: un saco de dormir de la misma marca ultralight que pesa 650 gr., una esterilla, también Quechua, autohinchable, y que pesa 450 gr., una toalla ligera de casi 150 gr., las sandalias de repuesto, también Quechua y con suela Vibram de 550 gr. (que conviene sean distintas a las que llevo puestas, también de la misma marca, pero que pesan 700 gr. Y que llevaré en mi próximo viaje hasta que se desgasten del todo y las tenga que tirar). Conviene que sean distintas, para que cuando se produzca alguna rozadura con una de ellas, no haya coincidencia en el lugar del roce. A mi me va bien. Cada cual debe buscar lo que mejor le vaya. Además llevo un pantalón corto de repuesto en sustitución del corto que llevo puesto (salvo en las cuatro primeras etapas que lo llevé en la mochila, nunca más he llevado pantalón largo. Hay que tener en cuenta que todos los recorridos los he hecho en los meses de mayo, junio, julio y agosto), otra camiseta (Quechua gris o naranja), otro calzoncillo, material de aseo (lo justo), un tubo de gel exfoliante hidratante, que me suelo dar en los pies a la hora de acostarme, y creo que no olvido nada. No llevo nada para protegerme de la lluvia (ni chubasquero, ni paraguas); si llueve, trato de cobijarme. Y creo que no se me olvida nada de vestir. En los bolsillos laterales, suelo llevar los rollos de diapositivas (vírgenes y terminados), en este viaje, aún no me había pasado a la tecnología digital; las libretas en que anoto mi diario (3 o 4), en blanco y terminadas;
rotuladores Staedtler pigmento liner, de distintos grosores, que utilizo para hacer dibujos en libretas, generalmente Moleskine, dibujos que ya tendréis ocasión de ver. En el primer viaje utilicé papeles mal recortados y grafito (sólo uno con creta negra). Mi botiquín suele consistir en algún AAS (ácido acetil salicílico) y alguna cápsula de Fortasec (los que todavía me quedan, los adquirí en Navia en 2006, como ya contaré; ahora veo que caducan en marzo de 2011, pero prefiero que caduquen a tener que usarlos). Al fondo, también van las llaves de casa necesarias para el regreso. Llevo máquina de afeitar eléctrica Philishave, sin funda protectora, para que pese y abulte menos y la incorporo a mi neceser y medicinas; como mi aseo no es ejemplar, el hecho de limpiar de pelos la cara, majora la imagen, aunque no siempre lo suficiente.
En otra mochilita Quechua-Arpenaz-10 (después del norte usaré una Visa), llevo la máquina fotográfica, la libreta diario en uso, el bolígrafo, la libreta Moleskine y los rotuladores que estoy utilizando (2 o 3), el botellín de agua, los frutos secos, el papel higiénico, para alguna eventualidad, el mapa de la provincia o zona por la que estoy pasando y poco más. Esta pequeña mochila la llevo delante, con el fin de tenerlo todo a mano según me va surgiendo la necesidad.
Y en el bolsillo del pantalón, llevo la cartera con la documentación necesaria: D.N.I., la tarjeta sanitaria ONA de Osakidetza, la tarjeta sanitaria europea (para Portugal o Francia), la tarjeta dorada de Renfe (por si vengo en tren al regreso) y, ¡cómo no! La imprescindible tarjeta Visa.
Una advertencia: aunque Quechua aparece varias veces, no es una forma de hacer propaganda, ya que ni Decathlon, ni la marca, me patrocinan. Sólo lo hago para que veáis el tipo de material que llevo. Cada cual que use el que más le venga en gana.
He dejado para el final una de mis peculiaridades. En distintos puntos de mi recorrido voy escribiendo postales a familiares y amigos. A lo largo de mi recorrido, la lista de amigos se ha incrementado, y también algún familiar recuperado. Se da la circunstancia que al llegar a Collioure quise tener mi recuerdo para aquellos que contribuyeron a que mi camino fuera tan placentero, y me salió una cifra cercana a las 90 postales que, desde allí y Port Bou escribí. Para ello, entre lo que llevo, van las direcciones y los sellos necesarios. Con aquellos de los que no tengo señas, pero sí e-mail, si tengo ocasión, les mando uno. Y, para terminar, llevo una lista de playas nudistas, que es donde me gusta disfrutar y pernoctar;  este tipo de playas, generalmente suelen estar alejadas de las poblaciones, lo que permite una noche sosegada y tranquila, salvo alguna que me ha coincidido en fin de semana, y de tranquila nada, como ya os contaré. Por poner un ejemplo, diré que de los 62 días que anduve por las costas andaluza y murciana, 45 noches dormí en playa. Si alguien es nudista, como yo, le vendrá bien tener la información de aquellas por las que yo pasé. Pero, por si acaso, que se busque información complementaria, ya que algunas aparecieron por sorpresa sin estar en la lista y otras son tan enormemente largas que se convierten en nudistas desde el momento en que uno se desnuda.
He disfrutado mucho con las playas, los paisajes, algunos edificios, acciones varias, pero lo que más me ha satisfecho han sido las relaciones interpersonales que he ido estableciendo a lo largo del recorrido. Seguramente serán estos encuentros lo que más peso específico va a tener en mi relato; al menos, esa es mi intención de inicio. Algunos de ellos culminaron en amistad para siempre. Ahora, con mis 65 años, lo siento como mi bien más preciado. Hacer un recorrido a pie, en un mundo en que el coche se ha convertido en imprescindible rey del viajar, supone, cuando menos, sorpresa para el que se topa con el caminante; cuando el encuentro se produce muy próximo al punto de llegada, es decir, muy lejano al punto de partida, la sorpresa puede ir acompañada de incredulidad. Si, además, el viajero va exultante, sonriente, agradecido a lo que la vida le está dando, la empatía se produce por contagio.
Así, los encuentros conllevan algo mágico y, a veces, el otro percibe que el caminante es alguien en quien se puede confiar; alguien que no van a volver a ver en la vida y que, por ello, pueden contarle aquello que necesitan sacar de dentro, pero que no son capaces de contar ni a su mejor amigo. En esos momentos el caminante, si sabe ponerse en el lugar del otro, si siente su dolor, puede hacer las veces de psicólogo, de confesor.
He tenido encuentros muy variados, que iré contando cada vez que lleguemos al lugar en que se produjeron, pero dos de ellos los quiero contar ahora, fuera de contexto, para preservar su identidad y la posibilidad de que nadie los localice, aparte de ellos mismos, que son los protagonistas. Y lo quiero contar como muestra de lo que estoy diciendo.
Primer encuentro: una playa en día de sol y con calor; desnudo, me baño en el mar; me topo con José (le llamaremos así) que, al pasar, me saluda y saludo. Voy al agua y veo que se coloca en el espacio que ha dejado otra pareja. José y yo nos ponemos a charlar. Me dice que tiene pareja, pero que está en horas bajas, se trata de pareja homosexual. Le comento que, a pesar de que tengan pareja estable, suelen ser bastante infieles y promiscuos. Ni afirma, ni niega. Me cuenta que está en rollo esotérico, buscando conocimiento. Aunque lleva tres semanas sin ver a su pareja (mejor no poner nombre), le ha invitado a que le acompañe a un viaje a Toulouse; José, sin saber las razones de la invitación, tiene puestas muchas esperanzas en este reencuentro. El motivo por el que suspendieron la relación fue porque José le puso las cosas claras y hasta le hizo llorar. El otro es un profesional muy apreciado de la capital de la provincia limítrofe; es muy cerebral, pero aún tiene sin resolver problemas afectivos. Le comento que, tener sin resolver esos problemas que dice, puede ser una razón de su calidad como profesional. Aunque ausente, el tema del que hablamos casi todo el rato girará alrededor de este sujeto. Por otro lado, José preferiría que, en vez de a Toulouse, le llevara a Egipto, donde quiere ir en setiembre, ya que está muy interesado en conocer los jeroglíficos, viéndolos físicamente, en vivo. Ahora los está estudiando impresos en papel y papiros, pero no es lo mismo que verlos en directo. Dice que en ellos está la sabiduría. Conoció a su pareja hace dos años, y fue él quien le animó a que estudiara. José se lo tomó en serio y él mismo reconoce que ha aprendido mucho, es consciente de que se está formando a sí mismo y el otro no acaba de aceptar su evolución. Poco a poco José va ganando poder sobre el otro e, incluso, en el grupo suyo en el que lo introdujo; cuando organizan alguna reunión, algún encuentro, antes preguntaban si iba a ir él, el profesional, pero ahora, preguntan si va a acudir José y asistir ellos en función de si José va o no. Eso está suponiendo que el otro esté celoso de él. José es consciente de que ha mejorado mucho su forma de relacionarse y, en ese sentido, agradece mucho que su pareja lo incluyera en el grupo. Se trata de un grupo de masones, en el que ya cuentan con él. Dentro del grupo, su relación es evidente, pero el otro no acaba de salir del armario. José es admitido en casa con su acompañante, pero, tal como me lo cuenta, pareciera que no participa en fiestas y celebraciones familiares, ¡vamos!, que no se ha oficializado su relación. José tiene una empresa (no diremos de qué), donde tiene empleados y encargados, así que, cuando lo necesita, puede cogerse unos días de vacación. Bueno, ahora a esperar a ver qué ocurre en Francia. Estas últimas semanas en que ha tenido alguna relación sexual con algún otro, considera que no “correrse” es engañar menos a su pareja, aunque la culpa de su ruptura momentánea se la eche al otro. Tras esto que os acabo de contar, nos dimos un par de baños y nos despedimos, cada uno por nuestro lado. No hubo foto ni intercambio de correo, pareciera que no hacerlo es la forma de guardar el anonimato.
Segundo encuentro: día de calor de verano, en una playa muy larga y ancha, prácticamente solos, coincido caminando por la orilla con Juan (llamémosle así) que va a darse un baño desnudo; nos saludamos y yo también hago lo mismo. Charlamos en el agua y continuamos la charla en la arena. Le cuento la caminada que estoy haciendo y él me contará parte de su vida. Cuando era niño, su abuelo se masturbaba rozándose con él, pero eso no lo considera una experiencia traumática, ya que no influyó en su orientación sexual ya iniciada la adolescencia; de hecho tuvo varias novias y se casó con una mujer, aunque cerebral y poco cariñosa. Con ella tuvo dos hijos. Al tiempo de casados, tuvo su primera relación homosexual con un amigo de la familia de su mujer y, hoy en día, se define como tal, habiendo tenido suficientes experiencias con hombres. En este momento no tiene una estabilidad afectiva y se encuentra expectante pues su hija se casará proximamente y, sabiendo que le gustan mucho los niños, cree que le harán abuelo enseguida. Desea ser abuelo joven, pues tiene 10 años menos que yo. En lugar de calzoncillo usa una anilla, que no me preguntéis cómo se llama, alguno de vosotros lo sabréis, y me invita a probarla; a mí me resulta incómoda, poco práctica. Me da mucha información sobre sexo y me recomienda para mañana una playa (no pongo nombre para evitar localización), a la que no irá pues espera la venida de un amigo de Madrid que llegará invitado a la boda. Nos despedimos sin darnos señas; es lo que suele ocurrir cuando se da tan alto nivel de confidencialidad. También dicen que “a quien cuentas tu secreto, das tu libertad”. Sin embargo a mí, todos estos encuentros en que nos comunicamos, me producen sensación de mayor libertad. Si el encuentro ha servido como terapia, no lo podré asegurar, puesto que lo contado parecía tenerlo asumido, pero ha sido un bonito encuentro.
Cuando me fui, empecé a dar vueltas a mi mollera. Pensaba yo: ¿querrá Juan ser abuelo, para hacer lo mismo que su abuelo hacía con él? Como he dicho, no se lo podía preguntar, no tenía referentes para localizarlo y hacerle saber mis dudas. Pero todo tiene remedio, no hay que desesperar, mi viaje es así… Y, por tanto, me lo encontraré en otra playa, no digo en qué año, y os cuento lo que hablamos.
Segundo encuentro con Juan (y dos): Voy con intención de acercarme a la playa en la que  encontré a Juan pero, no he calculado bien el tiempo y la distancia, así que, al llegar a una en la que estoy a gusto, tomo la decisión de olvidarme de la primera idea. Elijo el lugar donde dejar la mochila y la ropa y me baño. Abandono mis pertenencias y voy hasta el final de la playa desnudo. Voy paseando hasta la zona textil y regreso, me doy unos baños, paseo y me pongo a comer y luego a dibujar. Mientras estoy dibujando, un desconocido se tumba, como yo, cerca de la orilla a pocos metros de mí. Yo sigo dibujando y, de vez en cuando, al mirarle, observo que me mira y, así, en varios momentos. Al rato, me levanto y me acerco un poco, y me doy cuenta que es Juan; está más moreno que cuando le conocí y me ha costado reconocerlo. Él también se levanta y nos damos un abrazo. Él también dudaba que fuera yo. ¿Se puede considerar azaroso este encuentro? Yo no hablaría ni de azar, ni de que fuera el destino quien nos hizo encontrarnos, puesto que yo puse mucho de mi parte para que el encuentro se produjera; pero dejemos tanta disquisición. Después de contarle cómo iba mi viaje y preguntarle por cómo fue la boda de su hija, le hice la pregunta que me quedó rondando tras aquella despedida. La respuesta fue rotundamente negativa; lo que me tranquilizó; pero añadió que, además, todavía no le habían hecho abuelo. Y me contó el último encuentro que había tenido con su consuegra y la conversación que había mantenido con ella. Por lo visto, ella también estaba deseosa de ser abuela y, ante la falta de nietos y no haber vislumbre de embarazo, la mujer se vio en la necesidad de defender la virilidad de su hijo, diciéndole: es que mi hijo está muy estresado por el trabajo. Luego Juan me cuenta que su yerno es preparador deportivo y se inyecta anabolizantes para estar “cachas” y, a lo mejor, esa es alguna de las consecuencias. En cualquier caso, la hija todavía es muy joven. ¡Ya llegarán los nietos! Juan me dice que, a última hora, cambiaron el lugar de la celebración del banquete de boda y que todo salió fenómeno, pero que no se reconoce en las fotos de la boda. Fue cena y bailaron hasta las siete de la mañana. Me cuenta también el caso de un matrimonio que se desnudaba al final de una playa y que cuando él se acercaba, se ponían el bañador. Un día se los encontró desnudos detrás de unas rocas y, desde entonces, ya nunca se molestaron en vestirse cuando él llegaba. Hay que tener en cuenta que el hombre era militar y que estábamos en los tiempos en que todavía vivía Franco. Juan ha quedado con un amigo; se tiene que ir. Así que nos deseamos suerte, no nos damos seña alguna y nos despedimos, en la confianza de que algún día nos volverá a reunir la vida.
Sobre el material fotográfico, quiero aclarar que me apetecía hacer diapositivas, puesto que algunos amigos me decían que las cámaras digitales no acababan de dar la calidad necesaria; además yo no tenía ordenador y está claro que se vuelve imprescindible para archivar y tratar las imágenes. Casi siempre he utilizado película Fuji, aunque en algunos momentos he tenido que comprar lo que había, en algún caso hasta pasado de fecha. Terminando la provincia de Málaga, hacia la de Granada, me encontré con un fotógrafo de Llerena, Enrique Capilla, quien al decirle que llevaba Sensia-100, me recomendó lo hiciera con Velvia-50 y así, el Levante lo hice con Velvia-50 y 100. Mi máquina en todo este viaje ha sido Nikon Lited.Touch Zoom 110sAF Quartz date, que ya se había ido deteriorando y que, ahora, al someter las diapositivas a tratamiento digital, he comprobado los errores que me iba produciendo, sobre todo rayas, que seguramente provendrán de arenilla de cuando la llevé al desierto argelino en 2004-2005.
Ahora tengo nueva máquina digital y también ordenador portátil (aunque no estoy conectado a Internet); me compré un scanner: Vista Quest (a clearer vision) VQFS503 que me está permitiendo digitalizar las diapositivas (de momento lo he hecho con las del norte y Portugal y me queda por hacerlo con la otra mitad). Estoy aprendiendo sobre la marcha con el programa PhotoImpression-6; al principio sólo me limitaba a quitar las motas y pelillos que acumulan las propias diapositivas y el scanner, luego aprendí a recortar y darles distinto formato según el contenido y lo que más quería destacar, y lo último que he aprendido es a horizontalizar los horizontes ya que, cuando están inclinados, “cantan”. De momento, con estas tres operaciones me doy por satisfecho y la experiencia me ha servido para hacerlo en el siguiente orden: Horizontes, dar formato, quitar manchas. Siendo autocrítico, creo que las imágenes no son lo más interesante de mi viaje, ni en calidad, ni en creatividad; sólo están al servicio de lo voy a ir contando y, en ese sentido, ilustran bastante bien mi viaje. Como es por la costa, encontraréis exceso de mar y playas, pero es que así es mi viaje. Al tener interés en conocer playas nudistas, ya que disfruto estando desnudo en la naturaleza, ocurre que, algunos encuentros con otros nudistas, no tengan aporte fotográfico, es obvio que muchos no lo desean; pero cuando me encontré con mis amigos nudistas, José Mari y Alicia, en Costa Natura, se nos olvidó fotografiarnos; y estoy seguro que a ellos no les habría importado, pues son nudistas convencidos. Espero que nadie se moleste cuando aparezcamos otros y yo sin ropa.
Y sin más voy a empezar a relatar el primer día:

viajedejavi. 1ª Etapa: Prolegómenos

26 Mayo 2006 Viernes
Previo: Irun-Hendaia (a pie), Hendaia-Baiona (en tren), Baiona-Donapaleu (en bús).
No me da tiempo a fregar. Desayuno. Hago tortilla con los huevos que me quedan,  dejo el frigorífico abierto y desconectado y cierro los pasos de agua y gas y corto la electricidad. Son las 5:00h. y están dando las campanadas cuando bajo la basura y la bolsa para reciclar en los contenedores de Francisco de Gainza, tapia de Beraketa. Saludo a un chico con perro. Está chispeando. Por la hertziana vuelvo a salir a Iparralde y sólo me pasan dos coches en el recorrido hasta la estación de Hendaia. Nadie en la frontera. Tras pasar el puente internacional peatonal, un niño llora en las casas próximas. Una puerta de camión que se cierra. Sigue chispeando cuando llego a la “gare”; un letrero: “tren a Dax voie A”. Pregunto. Confirmo. Meo. En la mochila van más de 7 kg. y en la mochilita llevo: máquina fotográfica, papeles, grafito, credenciales, bolis, mapas, itinerario inicial, etc. En una bolsa llevo tortilla y pan y en otra, zumos, nectarinas y yogurt. Fuera, atado a la mochila, llevo el chuvasquero que me dio mi yerno Mikel y un libro de Djuna Barnes, rescatada por Woody Allen en su última Medianoche en París. El billete a Baiona me cuesta 6,10 €. El tren está a oscuras pero, nada más subir, lo iluminan y salimos puntuales: Hendaia playa, St. Juan de Luz (Donibane Loizu), Getari… Vamos cinco personas en el vagón. Una vez puestos en marcha me tranquilizo. Los últimos días andaba nervioso y preocupado (mi nieto mayor, Julen, se quedó triste al despedirme)… Biarritz (el cielo, que estaba negro, empieza a clarear) y nos acercamos a una gran ciudad, Baiona, a la que llegamos con 2-3 minutos de retraso. (En mi viaje-juego, Baiona tendrá importancia, en el momento en que me doy cuenta de que será imposible e inadecuado hacer l’Étoile de Gibraltar-Peñón de Gibraltar y terminaré haciendo: Baiona (Francia)-Baiona(Pontevedra).
Nada más bajar del tren, pregunto al encargado de darle salida, y me dirá que el autobús para delante de la estación. Salgo al exterior y pregunto y vuelvo a preguntar hasta que localizo el lugar exacto de la parada, espero sentado en un banco, como una manzana, llega un autobús urbano, el chofer ni confirma ni refuta, vuelvo a mi banco. Pasa un bus que hace señales luminosas de quedarse, me acerco, pregunto y saldrá a la hora establecida. ¡Tranquilité! Pago los 4 € y me coloco en el asiento delantero de la derecha; claro que, con la mochila y las bolsas, ocupo los dos y no tengo mucho margen. Salimos puntuales a las 6:50h. Monta un chico con patín que va también a Donapaleu. En la parada de l’eglise de St. André montan dos mujeres y aprovecho para hacer un pequeño apunte de dicha iglesia; también de los pinchos de la catedral. Antes hemos pasado un puente sobre el Adour. El chofer se ha bajado al llegar a la agencia de viajes Hiruak bat TBA. Arranca y pasamos las murallas de la ciudad. Los cielos están cubiertos, pero no llueve. Una casa con mucha hiedra. Voy con calcetines negros y sandalias. Ya en la autovía empieza el xiri-miri. Salimos a carretera de tercer orden y en Salions sube el primer escolar, e irán subiendo más: en Briscons, un pueblecito limpio, donde hay muchos carteles con un euskera muy especial. En los campos hay muchas plantitas pequeñas, ¿de maíz? En Bidache sube otro escolar, y otro. En Bardos, dos chicas a las que han traído en coche y montarán tres más. Ha dejado de chispear, pero sigue brumoso. El campo está bonito y destaca el verde, aunque los fondos están desdibujados y la visión de Bidache ha sido bonita, destacando su iglesia en lo alto y un castillo semi-derruido a la izquierda. Entramos en una rotonda para recoger a cinco escolares de entre 6 y 8 años. Retrocedemos. Ahora vemos el anuncio de las cuevas de Isturitz y Oxocelhaya. Parada en ruta y montan dos niños y una niña. Tierras arenosas claras. En un prado pastan doce vacas; después, más de veinte, unas de pie, comiendo hierba, y otras tumbadas, rumiando. Otro coche espera en ruta y una niña sale de él y sube al bus. Vemos unas cuantas vacas apelotonadas en un recinto, parecen hambrientas y agresivas. Cruza un cuervo. Hay una mochila en la calle y el chofer, al verla, para; enseguida sale un chico de la casa, y pronto aparecerá otro más. Arraute Charrita: dos chicas y un chico de unos 14 o 15 años. Corderos sin lana. Corderos pelados: dos chicos una de unos 18. Estamos en Masparraute: un chico de 15. Marcha atrás y un chico de 12 y dos chicas. Todos los cálculos de edad no son muy fiables, como podéis comprender. El autobús se va llenando, por lo cual, he cogido mi mochila sobre mis rodillas y he dejado el asiento de al lado libre. Uno de los últimos chicos se sienta a mi lado y hablo con él. Suben dos chicos más. Baja el chico del patín y la señora de St.André y mi compañero le ayuda a bajar el equipaje del portamaletas; también Maxime se ofrecerá para ayudarme a bajar en la última parada, pero agradezco y le digo que no hace falta. Hemos llegado a las 8:10 h. Un municipal me dirá que hasta las 9:00 no abren la oficina de turismo para sellar la credencial. Pregunto si en l’étoile de Gibraltar se puede sellar y me dicen que no. Como todo está cerrado y tengo ganas de orinar, dejo la mochila y bolsas y lo hago en un lugar discreto ¡Qué alivio! Se me ha despertado el hambre y  como la tortilla con algo de pan. Estorbo a un coche para aparcar y me disculpo. Cojo los bártulos y me acerco a información. Un chico y una chica, junto a una estatua, intercambian direcciones; ambos son mochileros del Camino de Santiago. No saben a qué hora abre la oficina de información. Cuando llego a la oficina, veo que no abren hasta las 9:30h, así que siguiendo el lema de la Asociación de amigos de los caminos de Santiago de Gipuzkoa, que dice: “No corras, que a donde tienes que llegar es a ti mismo”, me siento a escribir, a esperar, a preparar la credencial y a leer el prólogo a Djuna Barnes que escribe T.S.Eliot, al que también rescata Woody Allen en el film señalado. Leo algo de la información que llevo y me desprendo de alguna cosa que no considero de interés. Localizo en mi mochilita la máquina de fotos, para comprobar que la tengo accesible y a mano para cuando la necesite y, a las 9:15h , veo a una señora que entra en el Registro Civil y, tras esperar un poco, la chica me sellará la credencial y a las 9:20h. será el pistoletazo de salida de un inicio de camino a Santiago por la costa, que con un caminante optimista y jubiloso, aunque con muchas dudas, comienza por el interior, en una etapa en la que pretendo llegar a Donibane Garazi y, abandonando el Camino Francés, dejando de lado Roncesvalles, se derivará por el Baztán a Irun. “¡Suerte caminante!”, me deseo a mí mismo.


VIAJE A PIE POR LA COSTA PENINSULAR. Sesenta días caminando desde Saint Palais (Donapaleu), en Francia, hasta Caminha, en Portugal. Para simplificar, podríamos decir: BAIONA-BAIONA. La primera de Iparralde y la segunda de Pontvedra.

viajedejavi. Etapa 1: Saint Palais (Donapaleu)-St.Jean Pied de Port(Donibane Garazi)

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1ª Etapa. 26 de mayo de 2006. Viernes.
Recorrido: Saint Palais (Donapaleu), Ostabat, Larceveau, Gamarthe, Saint-Jean le Vieux, Saint-Jean Pied de Port (Donibane Garazi).
Voy saliendo de Donapaleu por carretera. Una señal me orienta hacia Saint Jean Pied de Port, pero una señora me explica muy bien las razones por las que debo abandonar esa dirección. Voy por la ruta que creo fui con mi amiga Sagrario Sanz del Río. Encuentro una señal que me orienta hacia Gibraltar y descargo las mochilas y las bolsas de Eroski.
Hago el propósito de hacerlas desaparecer; una de ellas será fácil, ya que se trata de comida ¿y para qué cogí cubiertos? y mañana ya no tendré nada y en la otra van: libro, papeles, impermeable y jersey. El libro lo devolveré a la Biblioteca Provincial, Koldo Mitxelena, pues lo tenía en préstamo, los papeles los seleccionaré y también dejaré los no necesarios, el impermeable lo acomodaré colgando de la mochila y el jersey, cuando no sea necesario, irá dentro. Pero todos los propósitos se van cumpliendo a medias, pues mañana cometeré el error de hacer nuevas compras de comida e iré más cargado que hoy. De momento, llevo una bolsa a cada lado y voy equilibrado de peso. La señalización para llegar a la Stella de Gibraltar es buena, aunque, a veces, hay señales disuasorias que hacen crecer dudas.

 Algunos campesinos, saludan desde sus tareas hortícolas. La mañana es soleada y el paseo empieza siendo grato. Momentos antes de llegar a Gibraltar me encuentro con un peregrino que viene de La Rochelle, de Ille de Rê, me matiza; “je connais”, le digo. Durante el primer trimestre he hecho un curso acelerado de francés de 70 horas. ¡Veremos los frutos! Se sorprende de verme con las bolsas, con sandalias y calcetines; al ir en pantalón corto ¿habrá pensado que soy alemán? Él lleva botarrones y tiene los pies destrozados después de seis días de marcha. Ha sido providencial el encuentro, ya que nos venimos muy bien para sacarnos la foto ante la piedra funeraria, que para mí será como la oficial del arranque del camino.

A él le quedará sólo un día más para terminar su recorrido, y yo tengo sesenta días por delante (entonces todavía no sabía cuántos). Como cada uno sacamos foto con la máquina del otro, no queda constancia fotográfica del encuentro. En la piedra de Gibraltar hay indicadores de distintas direcciones; nosotros cogemos la que indica Izura y Ostabat y, abandonando la carretera, comenzamos a subir una empinada cuesta. Como ve que yo voy a mejor ritmo que él, el francés me invita a seguir solo. A mitad de la cuesta, hago una parada para echar una meada y, llegando a la cima, me encontraré con dos mujeres que pretenden llegar a St. Jean Pied de Port; con esa etapa piensan dar por terminado el Camino por este año. Ya en la cima se encuentra una ermita, cuyo arbolado próximo hace un entramado curioso.

 Allí encuentro nueva señal a diversos puntos, pero el que me interesa, Ostabat, está bien claro. También hay una fuente de agua potable, que me servirá para llenar mi botella, y sobre la puerta de la ermita leeré: Erauntsi gaichtoetarik begira gaitzatzu yauna – othoitz egizu guretzat Ama Birjina 1894. No sé el euskera suficiente como para poder traducirlo; el que no lo sepa, se quedará como yo “in albis”.


Más adelante encontraré una iglesia con cementerio y pregunto si es Ostabat y, aunque me responden que sí, sin poner en duda la pertenencia, al menos el centro de población está todavía distante.

Tendinitis de rodilla derecha: 
Como el camino hacia abajo es ameno y el peso del equipaje, con tan poco tiempo de andadura, me resulta liviano, me entran ganas de cantar: “había una vez un barquito chiquitito…” y “somos las chicas alegres de los cavarettes…” Y todavía Woody Allen no había hecho su película. Me acuerdo de Julen. De Alex, por la mochila, y porque me empieza a sudar la espalda. Ajusto los arneses para que la mochila no bambolee tanto. Ahora, con el agua, el peso de las bolsas se ha desequilibrado y voy algo escorado. A las 10:30 me he cruzado con una cuadrilla que viene de Ostabat y con ellos va un señor que me dice que ya me ha visto en St.Palais con las bolsas. Todos vienen de regreso.

 Menos mal que uno me ha avisado de la desviación, ya que no me daba cuenta de que debía dejar el camino que llevaba, y me meto en zona umbría que resulta ser un barrizal; cuando se va secando, se anda bien. El albergue de peregrinos está en el Centro Cultural Aize Berri y en la puerta pone: Gite d’etape ospitalia. Van a dar las 12:00h y vuelvo a coger agua. Mucho tiempo circulando por la GR-65 (¿para mayores de 65 años? Es broma). Guardo el jersey en la mochila y sujeto la txamarra en el correaje exterior y echada hacia atrás. Antes he visitado el interior del albergue, donde no había nadie, y escrito algo en el diario. Por todo ello, el de Ille de Rê me ha pasado; le alcanzo y charlamos un rato. Él tiene intención de pernoctar en Larceveau y mañana continuar hacia St. Jean Pied de Port. Andamos un rato juntos y le siguen sin gustar ni mis bolsas, ni mis sandalias. Si yo llevo demasiado peso en la mochila, él lleva más (unos 14 kg.); y le hablo de mi proyecto Gibraltar-Gibraltar (que después de más de un mes caminando, se vendría abajo). A la salida, nos despedimos: él hacia Larceveau y yo hacia Gamarthe. Abandono el camino y salgo a carretera, que es por donde indican las flechas amarillas. Es una especie de autovía con dos carriles en ambas direcciones, incómoda por la circulación que lleva y que costará abandonar. A falta de mejores alicientes, por el arcén encuentro marrubis silvestres (fresas salvajes) y muy dulces; ¡qué ricas! Me llegan recuerdos de mi niñez en Alsasua. Al rato, en la cima de un badén, veo a una pareja que camina en mi misma dirección; acelero para alcanzarlos y, faltándome 200 m., se meten hacia la derecha, cruzando la carretera, y les veo que siguen en esa dirección. Hay un indicador de venta de algún producto y pienso que han ido a comprar algo y, cuando llego al punto en que ellos han cruzado y me dispongo a seguir la carretera, me doy cuenta de que la flecha amarilla cruza también y ellos van por el camino correcto; así que les sigo. Si no es por ellos, casi estoy seguro que hubiera pasado de largo. Ellos paran en un tronco a comer y yo sigo por unos caminos muy majos, hasta que el trazado me obliga a volver a la “route”. Como empieza a hacer resol, me pongo la visera con el protector de cuello. La sombra de los árboles resulta grata.



Ya estoy en Gamarthe, pues me topo con la cruz de Gaitzetaburu, un crucero en el que encuentro a un extranjero que va en bicicleta y que parece un doble de Demetrio Grijalba, un lider del Camino de Santiago en Irun; al dirigirme a él, creía que me estaba tomando el pelo. El camino cruza la carretera y continúa por su lado izquierdo y, a lo lejos, se ve el núcleo poblacional de Gamarthe. Allí, el frontón, está cara al sol y la trasera, sombreada, está inutilizable. Estoy buscando un sitio para comer que sea agradable, pues son las 14:30h. La Mairie está cerrada. Llega un cura y me indica que en el cementerio hay un grifo para coger agua y regar las flores; bebo la que me queda y vuelvo a llenar la botella. Como los dos huevos fritos (que me han pringado las bolsas), las dos frutas y el yogurt. El cura ha sacado el instrumental eucarístico y metido en la capillita que está debajo del ayuntamiento y, mientras escribo, llega la última pareja con que me topé y les enseño dónde tienen el agua. Hacia las 15:15h termino de escribir y parto.



Ya no volveré a ver a la pareja en toda la tarde. Hasta las 16:30h me quito y pongo la visera intermitentemente. El camino me hace dudar en muchas ocasiones, pero siempre acierto en mi elección. En una langa, la señal está quitada, pienso que porque llevaba a confusión. Como por la mañana, cuando iba cantando, también dí algunos pequeños saltos, y como he salido sin preparación (hoy no debiera haber hecho tantos kilómetros), resulta que ahora, por la tarde, la rodilla derecha se me empieza a cargar. Si no se acrecienta, el dolor es tolerable y también empiezo a notar algo de cansancio en el pie derecho. No me cambio de calzado. El camino, a veces se aleja mucho de la carretera principal y hace que dude, pero hasta San Juan el Viejo (Donzaharre), el camino está bien aunque, en ocasiones, esté asfaltado. Un poco antes de llegar, he cogido agua y orinado, así que en el Vieux me limito a refrescarme las muñecas. Después de la comida, ahora ya sólo voy con una bolsa (la otra la he tenido que echar a una papelera pues estaba pringada de huevo). Con el dolor de la rodilla, temía no poder llegar a Donibane Garazi pero, desde que he empezado a ver los indicadores del tiempo que faltaba (3h.45’/ 2h.15’/ 1h.10’/ 35’), parece que me he ido animando.
Entro a Donibane Garazi por la puerta de St. Jaques a las 17:50h. El albergue de peregrinos está completo y el municipal también. Hoy han venido más de 150 peregrinos, me dicen, así que no me queda más remedio que hospedarme en el nº 36 de la misma calle, donde me orientan, después de haber rellenado una ficha y de haberme sellado la credencial en verde (no será el único en este color). Como no hay sitio abajo, donde la litera cuesta 7€, tengo que coger en el piso de arriba, donde cuesta 10, pero para subir por las escaleras hay que descalzarse, para que los que traen botas, no dejen el barro. La ducha está en medio de una pequeña habitación, sin espacio para dejar la ropa y, como la taza del Wc no tiene tapa, con riesgo de que ropas y útiles de aseo vayan por el sumidero, salvo que las dejes en el suelo y se llenen de agua de salida de la ducha; y si te apoyas en las mamparas, éstas se caen. ¡Un riesgo apoyarse! Me ducho y elijo litera de arriba, sobre una neska de Milano. Espero no roncar. He lavado la camiseta y los calcetines, sólo con agua. La “espontex” que me ha dejado mi hermana Sagrario, me ha secado bien el cuerpo, absorbe el agua y basta con escurrir y volver a guardar húmeda. En realidad es una toallita body-dry arena. He bajado al tendedero del jardín y, espero que mañana no se me olvide recoger la ropa lavada. He inscrito mi nombre y pagado a la madre del niño que me ha recibido ¡son clavados! Hablo un poco del Duomo con las italianas y a las 19 salgo a dar una vuelta, a informarme en el albergue acerca de mi camino hacia Saint Ettienne de Baigorry de mañana. “Hay entre 10 y 12 km.”, me dirán. ¡A ver cómo se comporta mañana mi rodilla! Saco “diapos”: puerta, puentes y calles;






 y ceno el plato del día: Gigot d’Agneau Sauce Sakari por 9€ que con el postre y la cerveza, serán 14,90€. El filete de cordero es con salsa de mostaza y, aunque no me entusiasma la mostaza (quizás porque me sepa a parábola), tengo tanta hambre que me lo trapiño en un plis plas, junto a las patatas fritas y dos trozos de pan. Tarda en darme la cuenta y, al final, me obliga a ir a la barra; me cobrará media cerveza. Vuelvo por otro camino y me encuentro con una pareja que me parece española, pero que resulta ser francesa y se mete en otro restaurante de 9€ con oferta más completa. Como yo he cenado bien, no me preocupa.










Me encuentro con dos de Burgos y bajo con ellos hasta el puente sobre la Nive. Cuando subo me encuentro con las vecinas de cama italianas, pero la comunicación no es muy buena y ellas van hacia la puerta St.Jaques y yo subo a las murallas; la rodilla se sigue cargando, pero lo peor será la bajada.












Vuelvo al 36 y me acuesto. El saco parece ligero, pero es calentito y son las 21:30h. Cuando llegan las italianas me pegan bajo la cama porque estoy roncando. Aunque durante la noche también roncaré algo; el que ronca más es el oriental de la perilla blanca, pero no es muy estridente. No duermo ni bien ni mal. Me quedo desnudo dentro del saco porque interiormente hay exceso de calor, aunque en el exterior parece húmedo (a lo mejor sólo es sensación de frialdad). Me levanto una sola vez en calzoncillos para orinar. La bajada de la litera no me resulta complicada. Sigo preocupado por la rodilla y la bajada de la muralla fue el remate; al dar vueltas en la cama me duele, dependiendo de la postura.

Qué cosas he aprendido hoy: que hay que salir con menos equipaje; que hay que salir más lentamente y, en la primera etapa, hacer menos kilómetros, cuando no se está entrenado; que no hay que comprar comida y, si se compra, lo justo para consumir en el día; que no son buenas las euforias antes de tiempo, saltar y brincar con tanto peso, tiene un precio; que no se debe salir en viernes, pues te puedes encontrar llenos los albergues.



viajedejavi. Etapa 2: Donibane Garazi-Arizkun

2ª Etapa. 27 de mayo de 2006. Sábado.
Saint Jean Pied de Port (Donibane Garazi), Saint Etienne de Baigorry, Col d’Ispéguy, Arizkun.
Me levanto a las 6:30h y canta el gallo que está en una jaula pequeña en el jardín. Me hago un lavado de gato, me visto y cierro como puedo la mochila para no molestar demasiado a los que duermen. Para ser la primera vez que guardo el saco, lo hago bastante rápido. Bajo al jardín y cojo la camiseta y los calcetines, pues por la noche todavía estaban húmedos, y los coloco en la mochila; los calcetines enganchados entre las vueltas del rollo de la esterilla y la camiseta la cuelgo enganchada a la cuerda del saco; como van al aire libre, se irán secando por el camino. Me he puesto la camiseta que le gusta a la taquillera pelirroja del Príncipe, la que es algo heavy y pone: disco 3 y que me encontré tirada en la calle tras el inicio de la media marathón  Behobia-San Sebastián de hace un porrón de años.



 Saco foto de la calle, de abajo hacia arriba, hacia la puerta de St.Jaques, una vez amanecido, y salgo caminando a las 6:45h. La rodilla me falla algo. Los peregrinos que se dirigen a Compostela, hoy tendrán etapa dura, ya que deberán cruzar los Pirineos para pasar a Roncesvalles (Orreaga para los vascos y Ronceveaux para los franceses); a esta localidad solían ir de hospitaleras dos amigas mías, una Amparo, que ya le conoceréis en el albergue de Irun y Mariángeles, que hace tai-chi conmigo en Nazaret de Donostia, con la Kutxa, pero que dejaron de hacer allí esa labor de voluntariado gratuito, aunque gratificante, cuando empezaron a poner cuota fija para que se pudieran hospedar los peregrinos; hasta entonces cada uno daba su limosna a voluntad. La tarea de estas amigas hospitaleras, además de llevar el control de entradas y salidas, es procurar la mayor comodidad, dentro de las posibilidades de cada albergue, del caminante y contestar a las dudas, como bien sepan o puedan responder y, cuando el albergue se vacía, deben dejarlo limpio para los que vengan después. En general, los hospitaleros son muy apreciados por los caminantes aunque, supongo, que no tanto como yo aprecio a mis amigas. Tengo también otro amigo hospitalero en Castellón, Arturo, pero ya le conoceréis cuando llegue allí. Mi programa del camino es el siguiente: Carretera hacia Bayonne, luego coger hacia la izquierda la D-15, hacia Azkarate, luego, también a la izquierda coger la D-515 dirección Anhaux y desviarse a la izquierda hacia el barrio de Menta. Por la 215 a Occos y luego el peor tramo (pues no tiene arcén) al salir a la principal. ¡Menos mal que los conductores muestran mucho respeto por el peatón!, ¿por ser peregrino?, ¿por las consecuencias del atropello para ambos? Parte del programa se hizo ayer en el albergue, pero la realidad obligará a variaciones. Así, cuando paso junto a la indicación D-15, ésta estará ladeada y no la veo. Un señor que está limpiando un murete descascarillado y con la pintura levantada, me dirá que debo retroceder 50 m. La rodilla empieza a funcionar mejor a medida que ando, pero lo peor serán las cuestas abajo. Entro en Anhaux. Un montón de vacas arrancan la hierba con su lengua de lija, mientras otras ya están rumiando lo arramplado. Al otro lado, una piara de cerdos me saluda, ¡están hambrientos!, pero no seré yo el que les tiene que llevar la txerrijana (comida para cerdos). A lo lejos, veo una señora hablando con alguien que está dentro de un coche; acelero para  preguntarle, pero para cuando llego la señora ya está entrando en una casa. La llamo y me dirá que voy en buena dirección. Anhaux es un pueblo muy largo y, cuando llego a otra zona diferenciada de la primera, como si fuera otro barrio, oigo toser a alguien en el interior de una ventana abierta; un señor, que se asoma, me confirma la buena dirección y que siga hacia arriba.
 Cuando llego a la iglesia-cementerio son las 8:15 h. Una foto. Un señor va a salir de su casa y me dice que coja el primer cruce a la derecha. Será una carretera mal asfaltada y estrecha, y que me da buenas sensaciones. Sólo pasará un coche. Me viene un pensamiento y un recuerdo de mi tío Ramón, cuando nos contaba que, de jóvenes, tenían que subir a la sierra de Urbasa andando y bajar cargados con una sarta de ramas, de leña, para encender el fuego. Como el esfuerzo es inherente al ser humano, ahora ya no nos esforzamos por necesidad, sino que lo hacemos por diversión: mi caminada sería un ejemplo de pequeño esfuerzo por el placer de hacerlo. El cielo está despejado al frente y cubierto por detrás. Así, sin sol, se va muy bien.

En el cruce de Meta, a mi izquierda, cometo el error de no seguirlo, engañado por la indicación: Okostegi, que interpreto como dirección Occos. Si hubiera bajado a Meta y seguido a Occos, me hubiera evitado un gran tramo de carretera principal con mucha circulación y sin arcén. ¡Ya no tiene remedio! A las 9:10h sale el sol y me pongo la visera y, sin esperarlo tan pronto, a las 9:15h llego a Baigorri.


En el bar Lissar no tienen bollería, así que voy a la panadería y compro dos gateaux basques (pastel vasco) y, de nuevo en el bar, pido un café con leche grande y desayuno.





Como la Mairie (el Ayuntamiento) está cerrado, por ser sábado; me ponen el sello de Geneviéve Lissar en la credencial. Me permiten dejar la mochila en el bar, tras la arqueta de helados Nestle, y doy una vuelta por el pueblo. Fotos.







En el frontón juegan jóvenes a cesta punta. Compro pan y otro pastel y me voy al supermercado, donde compro: queso, tomate, fruta y frutos secos.








Saco fotos a pescador en el río (recuerdos de mi padre pescando truchas con cucharilla)












y un armario de mobiliario urbano camuflado entre arbustos; me cruzo dos veces con una mujer con perro y regreso a escribir en el bar. Son las 11:30h y, después de dos horas aquí, arranco hacia Ispegi.







Por el camino pido que me saquen foto, para que quede constancia de lo mal que camino llevando bolsas de la compra en la mano.







 Saco fotos a puente ¿romano?, y a un caserón acastillado; un coche con municipales, me orienta.















Un cruce indica Ispegi por carretera y también el camino hacia la izquierda; creo que a éste se refería la indicación de un caminante, y me inclino por seguirlo.








Creo que he acertado. Veo una señalización amarilla-roja-verde y blanca, que luego interpretaré como dos señales coincidentes: una amarilla-roja y otra verde-blanca; ambas me llevarían a la cima del col. Los últimos colores no volverán a aparecer hasta el tramo final.  En la foto se ve una señal disuasoria a la izquierda del camino. Llega un coche con un solo pasajero. Me dice que el ascenso es duro y que son necesarios bastones. Al preguntarle si merece la pena que retroceda para coger la carretera, me dirá que no, que siga, que el otro es muy largo y que este está muy bien señalizado, que no me perderé y además disfrutaré de la sombra de los árboles.  Un joven en moto me asegura que son 8 km. hasta la cima y le parece mucho para subirlos andando. Ni se lo cree. Me encuentro con una abuela, una hija y un nieto. Hablamos del euskara como facilitador de trabajo en Euskalherria. Me dirán: “Amona, euskara ba daki” (la abuela ya sabe euskara). Un hombre con perro me dirá que no tengo pérdida, en castellano; y que no deje la carretera y al final coger el camino hacia arriba y no ir hacia la derecha. Al pasar un pequeño puente que aguanta hasta 15 Tm., inicio la ascensión; son las 12:10h. Sólo me pasará un coche en el primer tramo. Voy dosificando el agua para que me llegue para refrescarme en los últimos repechos.

A las 12:45h, la carretera cruza un río; aunque a penas cubre, me agacho y refresco; resulta un baño tonificante y saco una foto automática para el recuerdo de mi único baño ilegal de todo el recorrido de este año. En el resto, sería totalmente legal, pero estamos en Francia, el país que vive de recuerdos de la liberté y otras zarandajas, pero que en el terreno del nudismo es bastante menos permisivo que el nuestro. Su Constitución es menos permisiva. Y a las 13:00h., otra vez “p’arriba”. Al calzarme me veo ampollas en el dedo gordo del pie derecho, ¿de ayer, de hoy?, y en los dedos siguientes. No me molestan, así que no hago el paso de una aguja con hilo untado con betadine, como me recomendaron. Se alternan dos cuestas duras aunque cortas y llego al último caserío y final de la carretera. Empieza la senda y está bien señalada de amarillo y rojo. Si hasta que me he dado el baño, llevaba el sonido del agua a mi derecha, ahora lo llevo a la izquierda. El camino está sombreado por árboles. A las 13:15h. el perro del último caserío deja de ladrar. Cruzo otro riachuelo que, parece, confluirá en el anterior, pero el principal continuará a la izquierda. A las 13:30h llego a un árbol caído, arrancado de cuajo, que hace que el camino se empine. Gracias a que me agarro a sus raíces, puedo ascender; la tierra es como de arena que hace que mis sandalias se deslicen, que hoy, ya las llevo sin calcetines, como a mí me gusta. El camino, vuelve a ascender. Bebo agua. Me encuentro con una pareja de mayores que bajan tranquilos; acaban de comer en la venta y vienen satisfechos. El camino vuelve a empinarse (y eso que no hay pinos). A las 13:45h me desvío 3 m. a la derecha, para descansar en la sombra y luego cojo a la izquierda. Cincuenta metros más arriba veo que ambos confluyen, siendo el de la derecha más difícil y propicio a desviaciones.

Saco una foto desde una peña, viéndose al fondo el valle y la última casa. Llega la parte más dura y casi “muerto” llego al alto de Ispegi a las 14:30h. Busco una sombra para mochila y comida y descanso al sol. Tiendo a secar la camiseta y me siento a comer. Un matrimonio con dos hijos está cerca y pido al marido que me saque una foto para el recuerdo, y la panorámica, después del esfuerzo. Es la penúltima del primer rollo. Última visión de Iparralde (Francia).
Luego pondré a secar al sol el sudor acumulado en la parte superior del pantalón corto y del calzoncillo. Tras la comida, me pongo a leer. La comida ha consistido en: tomate con sal, queso, pan, pastel vasco y nectarina. Como la gente anda más abajo y no me ve, tomo el sol en bolas sobre el foulard extendido (como ya estamos en Nafarroa, este desnudo es ya legal); hace un airecillo muy agradable. Leo el primer capítulo del libro de Djuna Barnes: “una profunda reverencia” que no me parece tan onírico como decían. Me parece bastante realista e inteligible. Llegan a la cima y parten coches y hasta que dos grupos de cuatro personas no empiezan a ascender, no me pondré el calzoncillo. Uno de los chicos, luego sabré que es Oscar Zabala, ha encontrado una larguísima lombriz y la enseña a sus amigos, al que se ha quedado en el coche (cuyo nombre no sabré) y a los que les pilla cerca. Luego pediré a Oscar que me saque la última foto del rollo, que pensaba titular: “Javier, después de llegar muerto, renacido a la vida” (pero resulta que será una foto perdida, que no revelaron). Me siento como un niño recién nacido. Después del esfuerzo, parece que llevo una semana caminando, y resulta que ayer estaba en Irun. ¡Cómo se pierde la noción del tiempo! Charlo un rato con los de Arrasate y les cuento mi plan. Oscar está muy orgulloso del ser del barrio de Bedoña. Sus compañeros son Iban y Sonia. Les cuento el calor que pasamos en Arrasate el día de la inauguración del taller de Gureak. Me despido de ellos y bajo a la venta. Allí me recomiendan que baje atajando y evitando las curvas de la carretera, pero luego tendré problemas, porque los caminos no están claros y los helechos, plantas amables, y matorrales, más agresivos, están muy crecidos y no dejan ver con perspectiva. He salido de la venta a las 17:00h hacia Errazu, que está a 9 km. y entre pinchos, oteas (argoma) y temor a alguna serpiente perdida, tras el primer atajo, decido seguir por carretera que, aunque será más largo,  también será más seguro. Además, hay muy poca circulación. Como un niño, digo a los ciclistas que suben, en francés, de dónde vengo. Tengo que ir cambiando el “chip” Saint Jean Pied de Port, por el de Donibane Garazi, pues, tras Ispegi, Francia quedó atrás. Empiezo a oír con persistencia el agua de un río y, entre el km.5 y el 6 de la carretera, entraré y me daré un baño en una poza: NA 2600. 18:00h. ¡Qué fresquita y qué rica! Luego veré que el río es el Aranoa. Me encuentro con una muchachita de Valladolid, que ha salido del caserón en que está, para conocer el río y los alrededores. No tiene intención de bañarse. Más adelante me encuentro con tres mujeres, una en silla de ruedas, y me recomiendan casa rural y restaurante con camas; también me hablan de monjas de clausura y de una casa de Jesuitas a la que suelen ir grupos. Me indican un camino más corto, por entre el cementerio, para ir de Errazu a Arizkun. Hoy me gustaría dormir sin pagar o pagando precio módico. Viene una cuadrilla y exagero mi cansancio. Les digo: “Llego muerto, ¿dónde está el cementerio?” Me lo señalan y siguiendo la broma, uno me desea: “Buen descanso”. Y le respondo: “Eterno”. Nos reímos. Luego llegan dos chicas hablando euskera y les cuento el chiste en castellano. Me dan ideas para dormir: soportales, atrio de la parroquia, frontón… En la iglesia, una señora me orienta hacia Bozate. Tengo allí una deuda con los agotes.  Nada más pasar el puente sobre el río Baztan, está la casa de los Jesuitas, pero está cerrada. Las dos puertas están candadas, pero dentro parece que hay alguien, porque hay dos o tres contraventanas abiertas. Voy a cenar hacia el campo de futbol y veo que alguien se está bañando en el río. Cojo el camino equivocado y, luego, el correcto, pasando por el campo de futbol. Mientras lo hago, veo que un coche sale de la casa de los Jesuitas, pero me espabilo tarde. Tras darme el baño, me cambio de calzoncillos.
Un bonito encuentro con chavalillos de Bozate.
Me pongo a charlar con Álvaro, Asier, Víctor e Iñaki (el mayor de todos). Álvaro está orgulloso de ser agote, como su padre, que es escultor que, además de estelas para el cementerio, tiene una en el Camino de Santiago, pero no retengo el nombre del lugar. Charlo con ellos, les enseño el mapa y mi cuaderno de notas. Álvaro me saca fotos; se ve que están a gusto hablando conmigo, pues les hago sentirse protagonistas; al hacerles preguntas sobre ellos, sienten mi interés y agradecen que les trate como adultos. Aunque es mi segundo día caminando, el fin de esta segunda etapa, pues me quedaré a dormir en Arizkun, aunque todavía no sé donde, al explicarles mi proyecto de viaje, se les agrandan los ojos; “alucinan”, como se dice ahora. Me cuentan que en Bozate casi todos son Jaunarena y Bidegain. La casa de los Jesuitas se llama Lamiarrita, que proviene de las lamias (brujillas del río) y la casa de Víctor y Álvaro se llama Lamialdea (junto a las lamias). Se tienen que ir, pues ya se les ha hecho tarde; me dicen que hay una fuente de agua muy rica, nos despedimos.
Recojo mis bártulos, me olvido de Lamiarrita y me dirijo al frontón de Arizkun. A las 22:00h ya estoy en el saco. Elijo el rincón más lejano, aunque más a la vista; llega demasiada luz, el ruido de coches que pasan o aparcan cerca, el ruido y hablar de personas, las campanas de la iglesia, pero, a partir de la una, dormiré bien, a pesar de que el suelo resulta algo duro y la esterilla es poco muelle.
¿Qué ha sido lo más interesante del día den hoy? El esfuerzo para subir el colt de Ispegi y la recompensa por haberlo coronado con éxito. La bonita charla con los pequeños y orgullosos agotes de Bozate. Lo peor: El duro suelo del frontón y lo que me estoy complicando con la comida.