viernes, 27 de mayo de 2011

viajedejavi. Etapa 27: Luarca-Piñera

27ª Etapa. 21 de junio de 2006. Miércoles.
Almuña, Luarca, playa Barayo, Piñera.   

Día de diarrea y playa. Ya me ocurrió al entrar en Cantabria, y esta es la segunda vez a dos días de salir de Asturias. Salgo del albergue a las 9:00h. Aunque ha amanecido con cielo limpio, poco a poco, se ha ido cubriendo. Al estar ligero, no desayuno. Hoy ando tarde para dar tiempo a que abran las tiendas, pues quiero comprar algún detalle para mis dos nietos y mandarlos a casa de mi hija Sara; la finalidad es aligerar equipaje, quitándome de encima lo que ya no necesitaré. Compro dos juguetitos: un móvil para Lander, el menor, para que ejercite sus virtuosismos de lenguaje bilingüe y un muñeco de Playmovil que hay que montar, para Julen que, desde chiquitín, es muy habilidoso en montajes más complejos; de casta le viene al galgo. No hay mucho donde elegir y, además, que abulte y pese poco, para no encarecer el envío postal. Voy a correos y creen que en la caja pequeña, la que he elegido, no me va a entrar todo lo que quiero meter y, efectivamente, dejo fuera el spray frío que me dio mi compañero de trabajo y amigo Iñaki Azpeitia, cuando pasé por Gureak, en la 5ª etapa, con mi rodilla maltrecha. Escribo unas letras y lo incluyo dentro del paquete, donde van: mapas y otros papeles, los rollos de diapositivas (del 2º al 7º; el 1º lo dejé en Irun, en casa), los dos juguetes y alguna cosilla más que no recuerdo. Me cobran 7,69€ (6,19+1,50 de la caja).

Compro 10 postales en la calle, bastante “cutres” y a las 10:30h, inicio el camino oficial, por donde ya estuve ayer, cuando fui por la cornisa. Según estoy subiendo la cuesta, me doy cuenta de que no he desayunado. Pregunto a un señor y me dice que hay un bar al salir a la carretera general. Cuando llego, como ya es tarde, pido dos bocadillos pequeños (calamares y lomo) y un descafeinado con leche, que resultará ser mínimo; atiende el bar un sudamericano y me cobra 3,20€. Luego veo unos croissants que están más apetecibles. De todas formas, ahora en la distancia veo que, estando con diarrea, hice el desayuno más inapropiado. Lo más adecuado hubiera sido no desayunar, o hacerlo con algo astringente (un té con limón, por ejemplo), pero a la vez, la necesidad de alimentarse, porque sigues andando, te pide hacerlo. Lo mejor en estos casos es reducir la caminada; y algo de eso hice, ya que el recorrido Almuña-Piñera, será uno de los más cortos y tranquilos, ya que en playa Barayo me pasaré unas cuantas horas. Sigo la carretera y abandono el camino, pues estoy buscando la playa Sabugo que, tras mucho preguntar, no encontraré; ni siquiera la veré indicada en ninguna señal; por tanto, no os podré dar noticia de ella. Debe de estar junto a la playa de Otur y muy cerca de la que, finalmente iré. Llego a playa Barayo, que se haya enmarcada en una Reserva Natural. Primero llegaré a la vía del tren, que es donde aparcan los coches de los que van a la playa; me están dando retortijones y casi ni me da tiempo y mancho una miaja el calzoncillo, que limpio con una toallita de culo de niño, de las que llevé a Argelia en Navidades 2004-2005 para asearme en el desierto (todavía están húmedas y me vienen muy bien para asearme el ano, en estas circunstancias especiales, y que empieza ya a dar señales de irritación). Normalmente, damos importancia al comportamiento del cuerpo, pero cuando estás por esos mundos, la atención al cuerpo se centuplica.




El acceso a la playa se hace un poco largo, después de que la has visto desde lo alto, pero es bueno y con buen mantenimiento. Hay una pareja de Madrid en la orilla, aparentemente ella más joven que él, que necesita muletas por una malformación, no se si en pierna o caderas, en una o en las dos. Después de ver a una pareja, que tiene tienda o paravientos, y a mí, bañarnos, él dejará la muleta y se animará a meterse en el agua, pero el fuerte oleaje, que no lo es para mí, pero sí para la inestabilidad de su cuerpo, le hará desistir. Hablamos de mi viaje, del suyo, de las playas nudistas…; ellos quieren hacer un combinado de playa y montaña, y les oriento en lo que sé. A mi me parece un combinado perfecto, para lo que ellos quieren, la zona de Celorio-Llanes que, en pocos kilómetros, pasas de la playa a la alta montaña en Picos de Europa, en el teleférico de Fuentedé. También les hablo de Torimbia y Guilpiyuri. En el extremo más occidental de la playa está la desembocadura del Barayo; allí la gente se baña con bañador; hay una pareja joven con niño, que tampoco y dos extranjeros que pasean con bañador, pero luego se desnudan y se bañan desnudos. Los madrileños se van y empiezan a llegar pululantes inquietos, que suben, bajan y merodean por las dunas, ¡qué trasiego!




 Me pongo a dibujar el bonito acantilado de poniente, por la zona de la desembocadura del río. Llega en su bici Borja, un jovencito que hace gestos, que no se sabe si son de dolor o para llamar la atención, como si se hubiera caído de la bici y tuviera alguna contractura en la zona de los omoplatos. Llegan dos chicas de edad próxima a la cuarentena que se desnudan y van al agua, son catalanas, y han dejado arriba sus bicicletas, que es el medio de transporte que han elegido para hacer el Camino, ya que no tienen muchos días; esto me lo contará Teresa, mientras vamos a ver las cuevas que hay en el rincón oriental, que tienen cierto atractivo, pero he dejado la máquina de fotos con el resto de mis pertenencias y no volveré para tener el recuerdo. Gloria continuará bañándose más tiempo y, cuando vuelvo de las cuevas con Teresa, me baño con ella; también se meterá al agua Borja, como en un juego de acercarse y huir de nosotros; es muy difícil hablar con él, ya que solo emite gruñidos y monosílabos; o es muy tímido o muy primitivo; me recuerda a algunos “borderline” con los que he trabajado los últimos años. Al salir Gloria y yo del agua, les pido que me hagan una foto con el dibujo y el paisaje que he dibujado y, no recuerdo bien, pero creo que es Teresa, que tiene las manos secas, la que me la saca. Tienen intención de llegar a Ribadeo pero, están tan a gusto en la playa (yo también), que llegarán a donde lleguen. La verdad es que ha quedado un día excepcionalmente bueno, que ha hecho quitarme el “mono” de playa. Lástima que la diarrea no me permita estar al cien por cien, y me obligará a llenar dos pocillos de arena. Cuando Gloria sale de darse el último baño, yo me daré uno más breve y también nos prepararemos para marchar. También lo hará Borja que es un mal estudiante, trabaja en montes, podando, talando y desbrozando maleza, tiene 18 años y vive en La Caridad. Todavía me maravillo que pudiera conseguir de él tanta información, siendo tan parco en palabras. Antes de despedirme de él, le digo que tengo intención de conocer la última playa nudista que me queda en la zona, cala Mexota. Cuando llegue allí, mañana, me saldrá el instinto protector. Cuando nos vamos, sale detrás de nosotros y, en el camino, ya en la carretera, nos enseñará un sitio donde, de un tubo de plástico, mana agua potable. Previamente, las dos chicas, cogen sus dos bicis y nos vamos andando hasta la carretera y vemos a Borja que nos está esperando para decirnos donde está el agua. Se van los tres en sus bicis, Borja para La Caridad, supongo y ellas, mañana lo sabré, cuando vea sus nombres en el libro de inscripciones, llegarán a Tapia de Casariego; y yo hacia el albergue de Piñera. Cuando la flecha amarilla, o las señales del lugar, me mandan meterme por caminos, lo hago y, así, llegaré a Piñera por el camino oficial, bonito, boscoso, con puente nuevo aunque, al final, tengo un despiste que sabré corregir sin demasiado desgaste ni pérdida de tiempo. Me recibe un señor grueso, que no es el hospitalero, pues esa función la cumple su mujer; me registro (no veo en mi lista de gastos pago alguno por el albergue (¿pagué y no lo apunté, resultó gratis u olvidé pagar?), me sella la credencial (Albergue de peregrinos. Piñera. Concejo de Navia. Principado de Asturias y la grafía del Santiago moderno, como la de La Isla) y me pide que elija el menú para la cena (elijo arroz con huevos, de una lista de posibles combinaciones). Llega ella, y me señala el lugar del albergue. Son dos edificios y yo tengo que ir al que pone Colegio de Niñas. Me abre la puerta un catalán de los dos ciclistas. Están tres catalanes, una chica, Bernat y Jordi y ¡Mónika! (yo que creía que ya la había dejado atrás pero, como hoy he andado tan poco…). Lavo camiseta y calzoncillo, los tiendo en un hueco, me ducho y, como seré el único, me voy a cenar. Cuando paso por la iglesia camino de la casa de la hospitalera, darán 9 campanadas y, al regreso, serán diez. En vez de hacerlo en un comedor para mí solo, hubiera preferido cenar con la familia, pero ellos esperan a que llegue una de las hijas para cenar y lo harán más tarde. La otra hija está en otro pueblo, al que ha ido para estar con su novio y les acaba de llamar por teléfono para que se tranquilicen. Como sopa de fideos con huevo; arroz con dos huevos fritos (que era lo mejor para mi descomposición) pero me sacan, la veo y no puedo resistir la tentación de una ensalada grande de lechuga, tomate y cebolla ¡que sea lo que Dios quiera! Y de postre: requesón + pan y vino. Pago los 6€, leo en el libro los nombres de los últimos alberguistas inscritos, no veo a ninguno conocido, y me voy agradecido. Durante la cena, he tenido charla a ratos con Mª Pilar: hablamos de mi camino, de mis hijas, de las suyas, que ya están en edad de volar del nido y cómo ella ya se va haciendo a la idea. Al marchar me da su tarjeta: Mª del Pilar Arias Suárez. Alberguista de Piñera de Navia 985472171 y 679363810 33719 Piñera-Navia (Asturias). Regreso al albergue y me abre la catalana; los ciclistas están terminando de cenar en una mesa, los catalanes en otra. Mónika se ha acostado: “¡Mañana playa!”, dice y me pide que le apague la luz. Me voy a charlar un rato con los catalanes; un poquito de “chapa” y me voy a la cama. Durante la noche me levantaré cinco veces para defecar diarrea.
Magnífico día en Barayo y muy bien atendido en Piñera.

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