48ª Etapa. 12 de julio de 2006. Miércoles.
Illa de Arousa, Cambados, playa de A Lanzada, playa de Bascuas.
Como decía, la noche ha sido sandunguera, pero los huesos se van adaptando mejor al suelo; el viento que se ha levantado es molesto, pero compensa el calor que da el saco y lo peor serán los animales, tipo bola, que se me van metiendo dentro de él. Los siento correr por mi cuerpo, los cojo fácilmente y los aplasto; así una y otra y otra vez; luego, aplastados los saco fuera del saco, uno a uno. Como comprenderéis, con este trasiego, es difícil dormir. A veces los pillo cuando están entrando y, otras, intentando salir; no sé qué animalitos de Asís son y, pienso, ¿serán las pulgas de mar empujadas por el viento? El caso es que, una vez amanecido el nuevo día, no veré ni una. Después de que me vuelva a ocurrir algo similar en la Cala del Plomo, en el parque natural Cabo de Gata y Níjar, creo que la explicación es la siguiente: las pulgas de mar pululan en la zona húmeda de las playas, por la noche, al subir la marea, esa zona húmeda ha ascendido hasta cerca de donde yo duermo, sin peligro para que me alcance el agua, pero con la suficiente proximidad a ella como para alcanzar la zona propia de las pulgas de mar. Por cierto, recuerdo que alguien, creo que fue dona, comercializó, como un manjar exquisito, un producto derivado de la recolección de ellas ¿alguien me puede decir si tuvo éxito avalado por consumidores, o se quedó en intento? Yo, la verdad, no estaba para pruebas culinarias y tras la cacería no me las trapiñé; no probé ni siquiera una. Como no puedo dormir, salgo del saco, me relajo y, después, dormiré un buen rato. Me despierto para orinar y el aire frío me viene bien, así que me vuelvo a meter en el saco y como ya estoy cansado, me vuelvo a dormir enseguida. La luz del día me irá despertando; pasan dos hombres y me ven desde el camino; aguantaré hasta las 9:00h dentro del saco. Aunque todavía continúa algo de aire, la salida del sol lo va amainando.
Subo a las rocas próximas y saco foto de mi playita y de la zona colindante. Dejo la mochila preparada, con todo dentro (saco de dormir y esterilla, siguen en la parte exterior), y me doy un baño rápido. Pasa por el camino un chico, que me ve y tampoco saluda. Me seco paseando y corriendo por la orilla y me subo a la roca para que me dé mejor el sol: aquí arriba, el aire parece un secador de pelo, aunque no tan intenso, al haber menos temperatura, que la sensación en el recuerdo, de cómo me secaba el aire que venía de la duna, tras el único baño de mi vida en el Nilo.
Me voy hacia el puente, y esta vez lo cruzo por el lado derecho (ayer lo hice también por el derecho que, en esta dirección, es el contrario); es decir, por el otro lado, por si sopla el viento como ayer, y para tener otra visión del paso de la ría de Arousa. Acierto, porque con marea baja está mucha gente (cuento 268) mariscando hacia el centro de la ría. Hay un coche de
Cuando voy a salir de Cambados en dirección O Grove, veo una foto bonita a lo lejos, de la zona Monumental Santo Tomé y, cuando llego a ella, me encanta la plaza junto a la iglesia y pido que me saquen foto con el pazo al fondo (en distinto, pero me viene el recuerdo de Cáceres). Un marido fotografía a su mujer y a su niño, que está dando los primeros pasos; se les ve embobados con él, pero el padre se brinda a sacarme la foto. Charlamos; ella es donostiarra y están de vacaciones.
Me despido del matrimonio y cruzo el río Umia que, al vadear en la desembocadura, me obliga a ir por interior; camino que se hace muy pesado, ya que hace calor; bebo más agua que lo habitual; ya he decidido no ir a la península de O Grove ni a
La siguiente nudista, por tanto, será A Lanzada, una playa enormemente larga, la mayor de la zona. No tengo muy claro en qué lado está; llegaré por fin por detrás de las dunas enormes y muy consolidadas y, ya arriba, veré una playa repleta, larga y muy familiar en la zona donde me encuentro y ya estoy llegando a la parte final, en la zona sur. Pienso, si la parte nudista está al inicio, hacia O Grove, que será lo más probable, será la 7ª nudista que me pierdo en la zona. Pero, todavía, no voy a tirar la toalla. Por la parte alta de la duna van unos pasillos anchos de madera y allí se encuentran las duchas. Muchas banderas azules. Subo las escaleras de un puesto de vigilancia y pregunto al socorrista que me oriente hacia la zona en que se hace nudismo; su repuesta será contundente: “en ninguna parte, no es nudista”. Les respondo que, si la tengo en mi lista, es que alguna zona lo es y que, aunque puedo desnudarme donde quiera, me gusta elegir un lugar discreto y que, por eso, les pido orientación. Me contestan que: “con bandera azul no se puede hacer nudismo; y que si alguien se desnuda, tienen obligación de decirle que se vista y, si se niega, llamar a la autoridad para obligarle o que se lo lleve retenido; que una vez lo hizo una pareja y los socorristas actuamos así”. El dato de la bandera azul, me deja descolocado; no sé que normativa europea puede ser esa que nos quita libertades, pero, por si acaso, no insisto. Si fuera así, prefiero ser menos europeo y gozar de mayores cotas de libertad y, desde luego, si fuera responsable de playas, no pediría nunca bandera azul. Y, además, habría que pedir a todos los nudistas y a todos aquellos que no lo son, pero que aman la libertad, que votaran siempre en contra de una constitución europea tan retrógrada, que permite estas barbaridades. Al margen de todo esto, yo lo que creo es que los socorristas lo que quieren es quitarse problemas y tratan por todos los medios de que yo no se los cree desnudándome en la zona de su incumbencia. Cuando me dicen que vaya a hacer nudismo a Bascuas, les pregunto si está cerca y me responden que sí, que está algo más allá de la capela (se refieren a la ermita de Santa María de
Como la distancia no parece mucha y es una playa que deseo conocer, me despido de ellos, aunque algo contrariado, y hacia Bascuas me dirijo. Andando kilómetros y kilómetros, me daré cuenta de la genial estrategia esgrimida por los socorrista, en detrimento de mis intereses: 1º la bandera azul y 2º la alternativa Bascuas a menos distancia de lo que realmente está. Pasaré playa Pragueira, que también es playa nudista y de la que tampoco podré dar información, y ni me enteraré de que la paso cerca y, por fin, tras mucho caminar y ya bastante tarde,
llegaré a Bascuas y ¿qué es lo primero en que me fijo? ¡Todos desnudos y con bandera azul! Dejo los bártulos, me desnudo y me doy un baño relajante y ansiado, tras tantas horas de caminar sin haberme bañado desde primeras horas de la mañana en Illa de Arousa. Cuando salgo del agua, voy a hablar con la socorrista para contarle los últimos acontecimientos y me dirá “mejor ¿no?, que sea nudista y que tenga bandera azul”; tengo que estar de acuerdo, pero luego veo que no hay grifos para coger agua y, la única ducha que hay en toda la playa, es una de chorro continuo que sale de dos tubos y que está en un rincón de la playa. Me tumbo y saludo a mi compañera de espacio playero, que dispone de un cono azul de Sanxenxo para echar las colillas. Es de Burgos y después charlaré con su marido también, ¡qué raro!, ¿nudistas en Burgos? Pienso para mis adentros. Se visten y se van. Me doy varios baños. Tres homosexuales gorditos juegan a sacarse fotos con el móvil en posturas que imitan diversos actos sexuales, como “si te la meto por detrás”; al más joven se le pone contenta. Uno, de los denterosos, escribe con el pie en la arena: “AMO A RIKI”; se esconde en un entrante de roca y sigue jugando con el móvil. Finalmente se van todos. También mis otros vecinos. Queda en un extremo un matrimonio con hijo de unos 18 que juegan a pala. Me acerco a dos parejas que están en una zona que me gusta para dormir y les pregunto por la idoneidad del lugar. Han hecho parapeto de piedras y arena protector de la subida de marea; por si acaso lo dejaré, no vaya a hacerme falta. Me confirman que el sitio les parece adecuado también a ellos. Me instalo cuando se van. También se va la familia que juega a pala y sólo queda una pareja con otra chica joven, que aguantarán charlando con voz fuerte hasta después de la puesta del sol.
Desde mi saco, saco yo también la puesta del sol con la illa de Ons, al fondo. Cuando se van a ir estos últimos, les pido el agua que van a tirar. Antes de quedarme solo, ha llegado un chico para recoger toallas y bolsas que habían dejado con idea de volver pero que, luego, no lo habían hecho. Todo lo habían dejado más abajo, pero algún nudista bondadoso (los nudistas somos así, me dice) lo habían subido para evitar que lo mojara el mar. Ya estoy solo. Una vez anochecido, otra pareja paseará por la orilla. La arena es tan fina que, con poco aire que anda, la levanta hacia mi cara pero, sin pulgas de mar, sin hormigas, ni otros insectos, y a pesar de la arena, dormiré bien.
Como balance del día destaco: el bañito en illa de Arousa, el paso por el puente con los mariscadores debajo, la zona monumental de Cambados, haberme saltado 8 playas nudistas de golpe y plumazo; la anécdota con los socorristas de A Lanzada, la pena de no haber visto la ermita románica y el disfrute final, aunque tardío, de la playa de Bascuas, con su chorro continuo de agua. Mañana a pensar cómo llegar a Illa de Ons.
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