viernes, 27 de mayo de 2011

viajedejavi. Etapa 28: Piñera-Tapia de Casariego

28ª Etapa. 22 de junio de 2006. Jueves.
Piñera de Navia, Navia, La Caridad, Tapia de Casariego, cala Mexota, Tapia de Casariego.

Hoy visita al ambulatorio de Navia, primer objetivo de la mañana. Si en Almuña no tuve suerte con João, el portugués roncador, hoy también me ha tocado otro roncador cercano, uno de los dos ciclistas. Se van los catalanes, luego yo y, ya por la carretera, me pasarán y saludarán los ciclistas: “buen camino” y la última en salir será Mónika, ya que es la que se ha encargado de devolver la llave. Toda la jornada por la N-634, con amplio arcén a ambos lados, salvo en contadas ocasiones. Veré de lejos un puente, que me recuerda a lo que hace Calatrava y me confirmarán que sí es diseño suyo.



Voy sin desayunar hasta que salga del ambulatorio, que busco, de la Seguridad Social o Casa de Salud. Como estoy llegando a Navia, creo que será el lugar idóneo. Preguntando llegaré a él. En recepción me ofrecen un médico a las 10:15h, pero como a las 9:30h empieza un médico suplente, parece que irá más rápido y me asignan a él. Primero entra un señor que sólo va a pedir recetas (es lo que yo entiendo a través de la puerta abierta); después una chica que va de urgencias y, al fin, entraré yo a las 10:15h, la hora en que me habría tocado si hubiera ido con el otro médico. Me atiende bien, aunque me cuesta entenderle; no sabré si es asturiano cerrado o sudamericano; en la receta pone Rafael Izquierdo Sarmenton, pero como el que me atiende es sustituto ¿es su nombre o el del titular? Me habla de Irun, del Bidasoa y de Pamplona y me receta Fortasec 2mg 20 cápsulas. Deberé tomar dos en la 1ª y, si vuelvo a tener descomposición, una más. Máximo 8 por día. También me dice que haga dieta. Compro, sin pagar, en la farmacia el Fortasec y en un bar pido un té con medio limón. Salgo de nuevo a la carretera; el arcén sigue siendo bastante amplio y, después de caminar un rato, busco un bar de carretera y no aparece ninguno por los alrededores; hace rato que dejé a un lado La Caridad (sin ver a Borja). Terminando Valdepares, entro en un bar y pido que me expriman un limón entero y que me los sirvan con agua caliente; me la sirven templadita, y me lo bebo todo sin azúcar, igual que tomé el té. Entrando en Tapia de Casariego, veo una flecha amarilla grande y me meto por un sendero para alcanzarla. Llegaré al albergue y en un cartel viene el número de móvil al que hay que llamar, pero en vez de ir a teléfono público, llamo desde el mío (es llamada corta, pero me costará más de un euro, en mi tarifa draconiana de Telefónica, cuando llamo antes de las 4 de la tarde), pues quiero ir a la playa. María Jesús llega pronto, porque ella también tiene que ir a trabajar a la playa, así que cojo lo indispensable y tras inscribirme, recibir el sello: Albergue de Peregrinos. Tapia de Casariego (Asturias) y el escudo de la villa, me da la llave (que aquí será individual) y salgo del albergue a las 15:00h. Me gusta el albergue (3€), que tiene entrepiso con más camas, el pueblo y su paseo marítimo.


Hay tres edificios iguales, uno de ellos es el Ayuntamiento, que fueron regalados al municipio por Casariego, gran benefactor de la villa.




 Hay una gran playa con socorristas que vigilan, sobre todo, a los surfistas que vuelan sobre las olas, y otras playas más pequeñas, que crean un conjunto armónico.



Salgo en busca de cala Mexota y en el lugar que mejor me informan es en el camping: una chica me dará pelos y señales, aunque finalmente estará complicado porque faltan precisamente las señales; son los propios nudistas asiduos las que las quitan para evitar la masificación y estar ellos más a gusto, pero no calibran que esa actitud perjudica a los nudistas foráneos, desconocedores del terreno. Hay un señor que me confirma el camino que pasa por una residencia de ancianos y Centro de día: una vez dada la curva de la carretera, ésta asciende un poco, y hay un camino a la derecha: es un GR que pone Vegadeo. Al otro lado, pero escondido, aparece Km 1. Al final del camino, hay algún coche y se desciende a la playa en poco espacio y con facilidad.


Enseguida veo a Borja; después de lo que hablamos, ¿intuía que iba a llegar yo hoy? Está vestido, y subido en una roca. Me acerco a dos chicos y les cuento las dificultades que he tenido para llegar y, uno de ellos, me dirá que son ellos los que hacen desaparecer las señales para estar más a gusto; observo que tienen una conversación privada que no les interesa compartir, así que decido irme a otro sitio. Me desnudo y voy a bañarme, pero hoy el oleaje está más bravío que ayer, y la ola rompe en el lugar donde la inclinación de la arena es más pronunciada, por lo que rompe encima del bañista y te arrastra; en vista de lo cual, justamente me remojo y me seco paseando. Ni dibujo, ni escribo, y casi todo el tiempo lo dedico a observar a Borja: ayer ya comprobé que era parco en lenguaje, pero también en lo gestual es muy primitivo; pienso que pueda ser algo autista; hace muchos gestos repetitivos; hace como que hace algo y luego intentar deshacerlo; otros comportamientos tampoco responden a la lógica. Hay dos personas que le observan también y como si intentaran interactuar con él (intuyo que sea algo de tipo sexual) y no sé si él lo quiere, si lo provoca o es algo que trata de rechazar. El señor mayor, pasa al otro lado de la playa y se coloca solo en un rincón. Borja se acerca y se aleja, como si fuera arrastras (militar en maniobras). En otro momento, un chico más joven se ha sentado junto al tronco en que tiene la ropa el de La Caridad. Borja llega, la coge y se la lleva como con enfado a otro sitio. La bici la tenía lejos y no la controla desde donde está, así que cuando se van las dos personas que están cerca del tronco, él va y trae la bicicleta a la arena y la coloca de pie con el apoyo de una madera. Sube varias veces la roca más escarpada y, de repente, se pone el pantalón para subir mejor cuando, en realidad, lo que debiera haber hecho, según mi lógica, era ponerse el calzado, como luego hará. Antes había ido a la orilla y como una tabla, que venía y volvía con la ola, le pegaba en las piernas al romper, la recoge y retira llevándola al fondo de hierba; retirará unas cuantas y luego las volverá a llevar a la orilla, para intentar que funcionen como tabla deslizante (intentos que resultarán vanos); también lo intenta con una caja (tipo las de fruta), en vano. Cuando, por fin, se tumba delante de la bici, de vez en cuando, alarga el brazo, sin mirar, hasta tocar el palo que la sostiene vertical; esta acción, la hará repetitivamente. Luego se tumba y tapa la cabeza y estará así un gran rato. Le pregunto cuanto tiempo le costará volver a La Caridad y su respuesta será la más económica: “veinte”. Parece que ya solo quedamos los dos en la playa, pero luego veré que queda un chico adormilado y decido marcharme. Digo adiós a Borja y, cuando subo para salir de allí y sacar una foto de conjunto, él ya se está preparando para marchar y coge la bicicleta al hombro.



Cuando llego a la esplanada, los dos que intentaban algo con Borja, están dentro de sus coches. El ciclista aparece arriba y va por un camino paralelo al que llevo yo. Repentinamente el coche del mayor aparece en mi camino y, rápidamente, Borja se tira y esconde detrás de un montón de abono protegido por neumáticos de coche. El coche se para y, al rato, arranca en su dirección; cuando le sobrepasa sin que le haya visto, Borja se levanta y pedalea alejándose; ¿se habrá salvado? Como voy entre campos de labranza, saco un foto a uno enorme y verde, lleno de maíz. Parece que este año también promete buena cosecha.

Veo una señal de Castro de Esterivo y me acerco: se trata de un poblado de tiempo de los romanos que está cubierto de matorral y argoma; bajo a otra playa y subo el camino que va paralelo al camping



y llego a los edificios que conforman la plaza principal de Tapia de Casariego



y llego al albergue, en el que veré a Mónika, Mari Paz y Ricardo, dos jóvenes alemanes que beben vino con Mónika y, finalmente, llegarán el francés y la italiana de Milán. Ayer, además de Gloria y Teresa, también se hospedó Christian, el de las garrapatas. Escribo, hablo con la parejita y a dormir. Se han empezado a ver hórreos de piedra, como los gallegos, pero más elementales; también pueblos que se inician con el vocablo “A”, como A Coruña.
Lo más interesante del día ha sido mi estancia en el ambulatorio (el tiempo que suelo dedicar a mi diario tras los desayunos, hoy lo he utilizado en la sala de espera), la observación a Borja en cala Mexota, cala que recomiendo, aunque es mejor con marea alta, ya que al bajar afloran rocas peligrosas al entrar al agua; a mi me tocó con mar un poco fuerte; desde el punto de vista de la estética, también me gusta. Y, para finalizar, que parece que funciona bien el Fortasec.

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