30ª Etapa. 24 de junio de 2006. Sábado.
San Cosme de Barreiros, Foz, Nois, Burela, Madeiro.
Me despierto y levanto para las 7:00h. Cojo el jabón, y me doy una ducha bajo la lluvia; cae con ganas y creo que me quita bien el enjabonado. ¡Mi primera ducha bajo la lluvia y en un campo de fútbol para mí solo! Me seco, me visto y organizo todo. Hoy me pondré todo el equipo de agua: el pantalón impermeable, las deportivas de goretex y la capa pluvial; con ese atuendo y dejando bajo el porche las mochilas, bajo la lluvia, voy con la colchoneta al otro lado, al almacén, para dejarla donde la cogí; siento que en el trasiego, me “comí” un trocito de goma espuma. Vuelvo por las mochilas y me pongo el gorro de lluvia y la capa por encima de todo, cubriéndolas bien. Parece que no se anda mal. Salgo del recinto por donde entré y cierro la puerta como estaba cuando llegué. Desde aquí mi agradecimiento al Celta de Barreiros, que coseche nuevas victorias y, en especial al encargado que descuidó cerrar la puerta debidamente; supongo que será la única vez que lo olvidó y que fue porque recibió la llamada intuitiva de que iba a llegar yo. Salgo a la carretera algo desorientado; no sé si debo seguir a izquierda o a derecha. Intento parar dos coches para preguntar y que me ayuden a decidir por dónde tirar, pero con poca fortuna, pues van a gran velocidad y, a estas horas de la mañana de un sábado, la circulación es escasa. Por fin veo un letrero: Salida alternativa a 634. Un hombre me indicará que el cruce lo tengo a 800 m. y Foz sólo está a 5 km.
Cuando paso el puente y saco foto del puente viejo, ya entrando en el pueblo, veo una indicación: San Martiño, iglesia románica pero, como no indica kilómetros, pregunto a una señora y me dirá que está a 5 km. Me olvido del románico y me voy a la oficina de turismo, pero abren a las 10:00h, así que me voy a desayunar: descafeinado doble y trozo de bizcocho (2,10€); cargo el móvil, escribo el diario, intento afeitarme, pero no hay enchufe en el servicio. No cago ¡Bien!
Me vuelvo a poner el atuendo, puesto que sigue "choviendo" y, en la oficina de turismo, me sellan la credencial con fecha de ayer: Concello de Foz (Lugo). Turismo, con un escudo que, supongo, será el de la ciudad: una carabela con velas desplegadas al viento, en mar tranquilo de olitas bajas y, debajo, tres que me parecen árboles; además me dan dos mapas: uno de la provincia de Lugo, con mucho detalle y que me va a venir fenomenal,
y otro de toda Galicia que, no ahora, pero también me vendrá genial para A Coruña; recorto el primero y en el otro localizo San Andrés de Teixido, del que ya empiezo a oír hablar: “el que no va de morto va de vivo”; oigo varias versiones del dicho popular y hoy es el día que no sé cual es la más correcta. Después de Santiago Apóstol, parece ser que, este San Andrés, es el segundo en el ranking de importancia de la región; santo milagrero, a juzgar por los exvotos que allí encontraré y muy cerca de los acantilados más altos del continente europeo (eso dicen y me lo creo, aunque comprobarlo in situ sea algo difícil y no creo que me de la vuelta a la costa europea a pie para descartar otros), en el mirador de la Garita de Herbeira, yendo por Cariño. La chica que me atiende, me dirá que en Viveiro hay un albergue y está a unos 40 km. ¿Haré por llegar? Después de hacer la compra en Eroski, aunque aquí no me harán el 5% de descuento por ser beneficiario, por Socio de cuota (3,20€) y mi confianza en los productos propios del establecimiento (la marca Eroski) y luego, en un bar, pido agua de grifo; un señor me dice que hay un precioso paseo, pero que así, yendo por la costa, a Viveiro habrá unos 50 km; por lo que me planteo hacerlo en dos etapas, con parada intermedia entre Burela y San Cibrao (San Ciprián), más o menos. Con toda esta nueva información y los mapas, ya salgo de Foz más seguro por tierras galegas que ayer de Ribadeo.
Me encuentro con un señor que va paseando y voy con él charlando un rato; luego con una chica que, en principio, me rechaza, porque está esperando una llamada; pero empezamos a hablar y caminamos durante un buen rato, hasta que recibe la llamada esperada y la dejo, hablando con el móvil, sin despedirme. Miraré de vez en cuando para atrás (con peligro de que me pasara como a la mujer de Lot, o darme un castañazo, al menos), pero la llamada parece será larga y, finalmente, la perderé y seguiré sin compañía. Llegados a Nois, un señor que trata de transportar en carretillo un hermoso tronco, me sacará una foto,
la única de toda la vuelta a la costa peninsular, con atuendo de lluvia, puesto que nunca volveré a llevarla en los otros tres tramos y, en éste, no me hará falta más. En la foto, aparece detrás la playa de Nois: Area longa (otra) y lo que más siento es que nadie me dijera al pasar que, al otro extremo de dicha playa, está el castro de Fazouro pero, ahora, tendría que retroceder más de un kilómetro para verlo.
Saco foto al fotógrafo circunstancial con la iglesia de Nois al fondo. El señor del tronco, me da las claves para llegar hasta Cangas, que no está muy lejos.
Cuando llego a Cangas de Foz, como ha dejado de llover, me quito el atuendo de lluvia: pantalón y capa, y estoy más empapado de sudor por la falta de transpiración de la ropa que, creo, ha sido peor el remedio que la enfermedad, puesto que valoro más positivo mojarme por fuera que por dentro y, más aún, parar cobijado hasta que deje de llover, si esta circunstancia ocurre, como lo hice en Lluces, a la salida de Lastres. Entrando por la N-643 (la N-632 quedó a un lado); he visto matrícula FBW (nombre imposible) y, en un bar de carretera de Cangas, como una tortilla francesa (no me ponen pegas) y la encarezco con una copa de Alvariño (4,25€). Lo de poner los precios y las cuentas es deformación profesional, tras 24 años de contable; lo sigo haciendo en casa y me resulta hasta divertido; y cuando me cuadran las cuentas al céntimo ¡echo cohetes! Como la tortilla está algo sosa, saco el York y me lo voy comiendo al unísono. En el bar escribo el diario y estudio los nuevos planos con más tranquilidad y detenimiento. Foto con Cangas y Burela al fondo. Al salir del bar, como el plátano y empiezo a preguntar por la playa de los Alemanes (en algunos mapas aparece como Area Brava), puesto que nos estamos acercando, y en mi lista de playas nudistas, aparece entre Cangas y Burela; me temo que sea de rocas, puesto que es lo único que se ve, siguiendo la senda, en la costa que se avecina pero, por fin, y esa será, aparece la primera de arena fina de este último tramo, aunque con mal acceso por el lado de donde voy, puesto que hay que pasar junto a las vías de Feve Ferrol-Gijón, tan presentes a lo largo de todo este recorrido (luego veré que el acceso por el otro lado es mejor).
La ninfa del mar:
Hay un chico que simula mear para enseñármela y al que, haciendo caso omiso, pregunto si esa es la playa nudista de los Alemanes que estoy buscando; y él me lo confirma. Baja conmigo y me doy un baño corto; no es el baño con el que suspiraba, tras dos días sin hacerlo, pero la ola rompe en la orilla con mucha fuerza, parecido a lo que ocurrió en el último baño en Cala Mexota. Aunque no me he bañado a gusto, creo que es playa recomendable, sobre todo, teniendo en cuenta que en la lista, en todo Lugo, sólo aparecen tres playas nudistas y, con mar tranquilo, creo que estará bien. El que ha bajado conmigo, apenas se moja. Se tumba y pronto se empalma, pues tiene un miembro enorme que le lleva a mal traer. Se aleja de mí hacia el otro lado de la playa, cercano pero más oculto del paso del tren, y me llama. Yo me resisto; se ve que necesita para eyacular que alguien le vea masturbarse; lo hace, eyacula y tras sentirse más aliviado, se vuelve más locuaz pero, como ayer víspera de San Juan, estuvo de sardiñada, pronto caerá dormido como un ceporro; a veces, mientras le hablaba, me iba dando cuenta de que sus respuestas eran más monosilábicas y escuetas, hasta que decido callarme. Antes de que se duerma le pregunto su nombre, para mencionarlo en mi diario, y me dirá que le llame La ninfa del mar; es muy moreno y con coleta y le denominaré con el nombre que él quiere. Mientras el bello durmiente sueña, yo guardo el pantalón, limpio las deportivas; les he quitado el barro, pero han quedado húmedas las punteras y también los calcetines. Guardo todo en la mochila y, sin despedirme del dormido, me encamino hacia Burela. El camino que voy costeando es muy bonito, es como si fuera paseando por el paseo Nuevo donostiarra, pero con más rocas a la vista; todo en chiquitín, con carretera y bidegorri (camino rojo para bicicletas) que, en este caso, es verde y van en paralelo.
Llegando a Burela, me sacan una foto en el paseo marítimo; me parece horrible, con enormes edificios sin ninguna personalidad, mucho más feos que los de Benidorm. Se ve que la gente está con resaca de fiestas, ya que han terminado las propias del lugar en honor de la Virgen del Carmen y de San Juan. Busco la policía local, para ver si me ofrecen alguna alternativa económica para dormir; hay luz en el semisótano, pero nadie a la vista. Rodeo el edificio del Concello y me voy como he venido. El Ayuntamiento de Burela es de reciente creación; fue constituido en 1994. Parece que el puerto pesquero es importante. Aunque aún queda mucho trecho para llegar a San Cibrao, inicio el paseo marítimo, que es el que he mencionado como muy bonito, y llego a un campo de futbol y pienso que puede ser un buen lugar para dormir ¿por qué me vendrá esta obsesión futbolística?, ¿quizás porque no vi del mundial más que un cacho del Inglaterra-Trinidad y Tobago, con Philippe, y ahora quiero estar in situ el tiempo en que no me dediqué a mirar la pantalla? Rodeo el campo, la puerta está abierta y en el otro extremo hay un bar que abastece de bebidas a la playa próxima (praia da Marosa). Veo que no es solución, que seguramente las puertas las cerrarán, como protección de todo el material del bar que hay allí y, si me escondo y no me ven, mañana amaneceré encerrado. Seguiré adelante y llegaré a una casa en construcción, pero todos los suelos están con las conducciones de agua y electricidad, pero sin alisar por arriba. Hay una escalera a la ganbara (al zaguán) pero, como no paso con la mochila y no me la quiero quitar, desisto, bajo y me voy. Entraré en otra casa por una esquina, entre el muro y el seto, pues no tiene tela metálica de protección, pero fuera no tiene alerones que me protejan de la lluvia (aunque esta noche será poco probable que llueva). Más adelante, veo un hórreo, ¡sería bonito dormir en un hórreo en Galicia!, pero estando junto a una casa habitada, no quisiera hacerlo sin su permiso; pero llamo y nadie contesta. Llego a una huerta donde un hombre mira sus árboles; se me ocurre preguntarle si puedo dormir en su chabola y, desde allí arriba, veo un apeadero de Feve; le pregunto si a esa hora ya no pasan trenes y cree que no. Me ofrece llevarme a San Cibrao; cree que habrá alguna pensión barata; también me ofrece su chabola, pero yo ya me estoy entusiasmando con el apeadero del Feve Ferrol-Gijón, me despido del hortelano fruticultor, agradecido por haberme ofrecido cobijo y me voy al apeadero de Madeiro y, cuando llego, veo en los horarios que todavía tiene que llegar un tren que tiene parada allí, a las 21:08h con destino Ribadeo. Me quedo detrás del edificio hasta que pase, para no levantar sospechas en conductor y revisor, ni en los posibles usuarios que bajen del tren de vía estrecha. Viniendo de camino, he comido un poco de queso (de El Portillo de Rinlo), almendras y pasas. Ahora me hago un bocata de York y como un plátano. Llega el tren; baja un pasajero; me mira y sigue adelante.
Cuando desaparece de mi vista, me meto en el apeadero y organizo la noche; cuando estoy en ello, a las 21:25h, pasa un tren sin parar; va dirección Ferrol. Me agacho para que no me vean y, parece que, al menos, el conductor no me ve. Tengo que poner todos los medios para que no den parte a la policía o la guardia civil y no me desalojen. De los días que he dormido sobre suelo duro con esterilla aislante, es el que mejor he descansado; consigo acoplar mejor mis huesos al suelo; es todo un arte y eso que aún no he perdido todo el peso que perderé tras los dos meses caminando. Los huesos de las caderas están a flor de piel y se me clavan en el duro suelo. La luz es escasa, que también favorece, y la luciérnaga que se pasea por el andén, no me deslumbra; también es escaso el ruido ¡Lástima de mosquito zumbón!
Como balance del día, yo diría que la mañana con lluvia ha sido ingrata (lo mejor la ducha pluvial); que, a pesar de ello, el camino por el acantilado a la salida de Foz es bonito; que el proceso de búsqueda de sitio para dormir va tomando forma, pero no deja de ser una preocupación, llegada una determinada hora de la tarde y que dormir en una parada de tren, no ha estado tan mal. La experiencia de la playa de los Alemanes, ha sido, al menos, curiosa y me recuerda aquel curso que hice con el profesor Dr. Etxeburua, sobre Variaciones sexuales, que era una forma más respetuosa de plantear lo que desde tiempo inmemorial se llamaba Desviaciones sexuales, con aquella intención peyorativa y descalificante. Yo presenté un pequeño trabajo, con visión personal, sobre el exhibicionismo; y el caso que he presenciado con La ninfa del mar, encajaría en una mezcla de esto y de voyerismo, variaciones sexuales, ambas. En aquel trabajito, pretendía diferenciar nudismo de exhibicionismo, argumentando que una cosa no implica la otra, que hay nudistas muy pudorosos y sólo lo hacen en lugares aislado, solos, en pareja, o con amigos; jamás se desnudarán en playas urbanas y, menos, en la playa de su localidad. Otros hacen bandera de su derecho a estar desnudos y exhiben su cuerpo como algo natural, quizás para demostrar que estar desnudo es el estado natural de las personas, supone un goce y no tiene ningún misterio. Hay muchas personas que están insatisfechas con su propio cuerpo, les produce disgusto verse y, por tanto, jamás expondrán su cuerpo a la vista de los demás; como mucho, lo harán en privado y con la luz apagada. Yo creo que para ser nudista es primordial quererse a sí mismo y, añado, si no te quieres a ti mismo, ¿cómo vas a querer a los demás? Sobre las playas nudistas diré que a mí, las que más me gustan son las mixtas, aquellas en que cada cual ejercita su opción, lo que le gusta, lo que le hace estar más cómodo, más a gusto consigo mismo. Cada uno tiene su tiempo, su momento (yo, de niño, era muy vergonzoso, no me podía ver el culo ni mi madre; no empecé a hacer nudismo hasta los 35 años y, para mí, fue una liberación). Las playas nudistas me parecen guetos; a muchos de los que practican nudismo en ellas, les molesta que pasen o estén con ellos, personas vestidas o en bañador; si pudieran, exigirían que todos se desnudaran. Es cierto que muchos textiles van allí para mirar, y eso les cabrea, pero creo que con una actitud más permisiva, más respetuosa, iremos animando, a quienes no se atreven a desnudarse, a hacerlo, cuando vean en nosotros que vivimos nuestro nudismo como algo natural. Con actitudes agresivas no conseguiremos progresos en el incremento de nudistas. Un argumento que suelo exponer, cuando defiendo las playas mixtas, es el siguiente: Si un matrimonio, una pareja homo o heterosexual, un grupo de amigos, van a la playa, si uno o alguno de ellos es nudista y el otro, o los otros, no, ¿porqué razón habría que obligarles a separarse? He pasado cerca de Sargadelos, pero no he querido desviarme para ver la fábrica de cerámica, ya que la indicación apareció cuando estaba ya pensando y decidiendo dónde dormir.
Como balance del día, yo diría que la mañana con lluvia ha sido ingrata (lo mejor la ducha pluvial); que, a pesar de ello, el camino por el acantilado a la salida de Foz es bonito; que el proceso de búsqueda de sitio para dormir va tomando forma, pero no deja de ser una preocupación, llegada una determinada hora de la tarde y que dormir en una parada de tren, no ha estado tan mal. La experiencia de la playa de los Alemanes, ha sido, al menos, curiosa y me recuerda aquel curso que hice con el profesor Dr. Etxeburua, sobre Variaciones sexuales, que era una forma más respetuosa de plantear lo que desde tiempo inmemorial se llamaba Desviaciones sexuales, con aquella intención peyorativa y descalificante. Yo presenté un pequeño trabajo, con visión personal, sobre el exhibicionismo; y el caso que he presenciado con La ninfa del mar, encajaría en una mezcla de esto y de voyerismo, variaciones sexuales, ambas. En aquel trabajito, pretendía diferenciar nudismo de exhibicionismo, argumentando que una cosa no implica la otra, que hay nudistas muy pudorosos y sólo lo hacen en lugares aislado, solos, en pareja, o con amigos; jamás se desnudarán en playas urbanas y, menos, en la playa de su localidad. Otros hacen bandera de su derecho a estar desnudos y exhiben su cuerpo como algo natural, quizás para demostrar que estar desnudo es el estado natural de las personas, supone un goce y no tiene ningún misterio. Hay muchas personas que están insatisfechas con su propio cuerpo, les produce disgusto verse y, por tanto, jamás expondrán su cuerpo a la vista de los demás; como mucho, lo harán en privado y con la luz apagada. Yo creo que para ser nudista es primordial quererse a sí mismo y, añado, si no te quieres a ti mismo, ¿cómo vas a querer a los demás? Sobre las playas nudistas diré que a mí, las que más me gustan son las mixtas, aquellas en que cada cual ejercita su opción, lo que le gusta, lo que le hace estar más cómodo, más a gusto consigo mismo. Cada uno tiene su tiempo, su momento (yo, de niño, era muy vergonzoso, no me podía ver el culo ni mi madre; no empecé a hacer nudismo hasta los 35 años y, para mí, fue una liberación). Las playas nudistas me parecen guetos; a muchos de los que practican nudismo en ellas, les molesta que pasen o estén con ellos, personas vestidas o en bañador; si pudieran, exigirían que todos se desnudaran. Es cierto que muchos textiles van allí para mirar, y eso les cabrea, pero creo que con una actitud más permisiva, más respetuosa, iremos animando, a quienes no se atreven a desnudarse, a hacerlo, cuando vean en nosotros que vivimos nuestro nudismo como algo natural. Con actitudes agresivas no conseguiremos progresos en el incremento de nudistas. Un argumento que suelo exponer, cuando defiendo las playas mixtas, es el siguiente: Si un matrimonio, una pareja homo o heterosexual, un grupo de amigos, van a la playa, si uno o alguno de ellos es nudista y el otro, o los otros, no, ¿porqué razón habría que obligarles a separarse? He pasado cerca de Sargadelos, pero no he querido desviarme para ver la fábrica de cerámica, ya que la indicación apareció cuando estaba ya pensando y decidiendo dónde dormir.
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