viernes, 27 de mayo de 2011

viajedejavi. Etapa 33: Cariño-Cedeira

33ª Etapa. 27 de junio de 2005. Martes.
Cariño, cabo Ortegal, garita de Herbeira, San Andrés de Teixido, Cedeira.

Esto que estoy escribiendo lo hago sentado en un bar de San Andrés de Teixido, mirando por la ventana el Atlántico, ya que el Cantábrico quedó a direita, ya pasados los acantilados abruptos. Tras haberme comido media ración de percebes, ¡exquisitos!, otra de jamón y chorizo con pan, una copa de ribeiro, también excelente, y otra de Alvariño que inicia flojito pero, en el oreo, mejora buqué. Si el Ribeiro está fresquito y lo bebo en tacita de porcelana, me resulta sabroso, suficiente y disfruto con él; siempre me recomiendan como mejor el Alvariño pero, aunque lo sea, prefiero el Ribeiro. Pero empecemos por el inicio del día, ya llegaremos al Santo André. Esta noche he dormido regular, pero he descansado bien. Me he levantado dos veces y he tenido que beber agua para aplacar la fuerte cena. Un ligero dolor de cabeza, por haberme metido demasiado pronto a la cama, tras la comilona, y he amanecido sudado; es probable que haya tenido algo de fiebre, producida por todo ello, pues el sudor no proviene del calor de la habitación, que está suficientemente fresquita. Me levanto a las 6:40 y para las 7:00h, ya estoy en la calle. Alguien se ha levantado también a la vez.







Salgo a la calle principal y me dirijo a la iglesia (aquí, en el diario, he tenido que dar un salto de tres páginas, porque, al escribir iglesia, me he saltado de la de Cariño a la de San Andrés de Teixido). Saco foto de la iglesia de Cariño y saco otras dos del pueblo, en el momento en que el sol, en su amanecida, empieza a dorar sus blancas paredes, ¡me encantan estas luces del amanecer!; en la primera, el cementerio está delante, con su uniformidad de cruces; desde fuera se ve que apenas hay diferenciación de categorías; me gusta esa idea de todos los muertos iguales pero, como no entré, no sé si dentro se respeta ese criterio o, como en todo los camposantos, hay muertos que mueren ricos y otros que lo hacen muertos de hambre; pero, para todos, allí acaba su ciclo en este mundo. El que crea en que le espera una vida mejor, pobre o rico, que siga creyendo; creer no cuesta dinero.



 Encuentro el camino que me dirige hacia San Xiao de Trebo (me dicen que Xiao es el nombre galego de Julián; mi nieto mayor se llama Julen, que es lo mismo); es un buen camino y bien señalizado, pero poco a poco se va desmoronando y va perdiendo de todo. Al llegar a una bifurcación, opto por la que va hacia arriba, que saldrá a la carretera que lleva al faro; el otro, supongo, me habría llevado hacia las rocas, ¿o no?



 San Xiao es una ermita sin nada de particular; a lo mejor, la gracia esté en la figura del santo, pero como de fuera no se ve… Debió ser un asentamiento romano. Por el camino paso por una alfombra de flores de aligustre que, tras su maduración, dejan el suelo blanquecino.




Ya en la carretera, veo el cabo Ortegal, el faro y los islotes;

















y regreso a la pista forestal que, al pasar, he dejado a la izquierda y ahora, al retornar a ella, la cogeré por la derecha; me esperan 613m de ascensión pero, aunque cuesta la cuesta, el paseo es precioso; sobre todo sabiendo que,




 a mi mano izquierda, voy dejando atrás el Cantábrico y, a mano derecha, me viene un mes de Atlántico prometedor.


Después de hablar con mi hermana Sagrario, saco panorámica en 4/5 fases, desde Estaca de Bares a Ortigueira, pasando por Cariño.


Durante todo este trayecto por pista forestal y, después, en los primeros kilómetros de carretera, tendré Cariño a mis pies; al escribirlo, soy consciente de que, siendo tan importantes los pies para el caminante, no les estoy dedicando la atención y el cuidado que se merecen, ¿dónde tengo mi aloe-vera de Barrika?, creo que hace mucho tiempo que no los masajeo; que los trate con un poco más de cariño no les vendría mal.



Una vez en la carretera, que sube y llanea, sube y llanea, empiezo a ver las hélices de las torres eólicas (llamarlas molinos de viento me parecería exótico y no quiero que me animen a facer alguna hazaña) que, de vez en cuando, aparecen y desaparecen perdidas en la niebla o, más bien, en las nubes bajas. Empiezo a temer que, cuando llegue a lo más alto de los acantilados más altos del continente europeo, esas nubes no me permitan ver nada.

Pastando a los lados de la carretera, veré grupos de caballos y otros de vacas y, casi al unísono, aparecerán sus consabidos acompañantes, los tábanos (he matado seis, pero no he conseguido librarme de alguna picadura). Me entretengo en buscar una relación vaca-tábano-pino, pues observo que, en zonas de eucaliptos, los tábanos no aparecen, ¿o fue casualidad?
Cerca ya de las “plantaciones” de torres eólicas, una nube se incrustará, haciéndolas invisibles, como me temía y,


cuando llego a la Garita de Herbeira y me asomo, al principio, no veo ni moco (no juno ni pedo) ¡desilusión! (ver la primera foto)



y después, algo se disipará la nube, podré sacar dos instantáneas a derecha e izquierda, que me permitirán vislumbrar las rompientes olas al fondo, a más de seiscientos metros de profundidad.



Aunque no ha sido nítida, la visión ha merecido la pena. ¡Ojo! Viniendo de Cariño, no hay (al menos no había) indicación para asomarse al mirador; viniendo de Cedeira y de San Andrés, sí. No sé cómo me di cuanta, pero en el camino, el caminante está muy receptivo  (no siempre) y debe dejar rienda suelta a la intuición ¡al cuerno las preocupaciones! Sube un ciclista y nos paramos a hablar; le sirvo de respiro: va a comenzar el camino francés en Roncesvalles, dentro de unos días.


Cuando estoy bajando hacia San Andrés, oigo un ruido entre la maleza, me fijo, y veo un ciervo, que no se asusta pero, se va alejando y, para cuando tengo lista la cámara, ya ha desaparecido. Llevo ya cinco horas de caminar sin parar y está siendo la mañana más fructífera de todas, con un camino y pista iniciales muy bonitos, carretera con muy poca circulación, con sol y nubes y algo de fresco al iniciar el tramo de descenso, pero que se agradece y ¡al fin!, aparece San Andrés de Teixido. (Retomo el diario por las páginas que me había adelantado)


Al ir hacia la iglesia, paso por un puesto de ventas de exvotos horrendos (piernas y brazos de cera), rosquillas (que me recuerdan a las de la romería de San Pedro en Alsasua) y otras parafernalias que me echan para atrás (patrás diría, si Patrás no fuera donde el santo André murió crucificado). Entro en la iglesia que, exteriormente, es chocante, combinación de piedra y encalado; luego sabré que es de la orden de Malta y los Caballeros de la orden, trajeron la reliquia del santo. Veo la imagen del santo con su especial cruz en equis y cojo dos estampas que me informarán un poco (una del santo con capa pluvial roja con bordados dorados, báculo a la derecha, cruz en X y libro en la izquierda; y la otra, es su efigie tallada de medio cuerpo que es el relicario). En ninguna de ellas viene el dicho popular.

El cura de la motosierra:
Salgo de la iglesia y, en una casa cercana, pregunto por el cura; me mandan donde una señora que está más abajo y ésta, a su vez, me dirá que lo están esperando y que pronto bajará el señor cura trayendo una motosierra. Subo al bar y me dicen que el señor cura vive en la casa de puertas y ventanas verdes. La señora de las rosquillas, de los exvotos y demás, que es madre del dueño del bar y que conoce a Pepe de “As Queimas”, me dice que el cura salió “pallá” y me señala la dirección; voy “pallá” y, al cabo de un rato, aparece un cuarentón (o cincuentón bien conservado), de paisano, con una motosierra. Me dirijo a él con la certeza del que está bien informado, me presento, le cuento mi viaje a grandes rasgos, le pido que me selle la credencial y, con todo ello, le voy dando a entender que sé que es el señor cura; él me pregunta “¿cómo sabes que soy el cura?” y mi respuesta es escueta: “¡por la motosierra!” Como tiene que hacer el trabajo y le esperan, me dice que si le puedo esperar cinco o diez minutos, a sabiendas que van a ser más y yo intuyéndolo, y que le espere en la puerta de su casa. Voy hacia allí, descargo las mochilas y hablo con la vendedora. Admiro su destreza para vender exvotos: una mano, una pierna, un brazo (todos de cera); la fórmula que emplea es la de ofrecer rosquilla a los niños y, algún atillo conseguirá vender, pero, en el tiempo que estuve allí, no vendió ningún exvoto. La mujer no cree en supersticiones y se ríe de la retahíla que su vecino vendedor lanza a los viandantes. Ella, si le compran rosquillas, ofrece una planta aerófaga, que es la del amor, en la que tampoco cree. Hablamos de mi viaje, de Pepe, que les visita y a quien visitan a menudo, de los percebes que llevaba su nuera al bar. A un turista le pido que me saque foto con la iglesia y será la última del rollo 9º. Pongo el 10º. Mientras viene el cura, me acerco al bar y pregunto precio de la ración: ½ kilo 12€; “¿y un cuarto?”, pregunto; “la mitad”. No me parece mal gastarme 6€ en un capricho, para festejar lo bien que me están yendo las últimas horas, y vuelvo a la casa del cura. Al fin llega y como tiene la mesa llena de libros y papeles, el sello me echará en la credencial como duplicado, como con tembleque, pero será un sello que pocas credenciales de los caminantes a Santiago tendrán; es ovalado y en su derredor pone: Parroquia de StªMª de Regua y San Andrés de Teixido y con la cruz de Malta coronada. La razón de volvérmelo a echar es porque, como por milagro, la cruz de Malta no había salido; por tal razón, será la cruz el único elemento del sello que no estará duplicado. Yo, ahora, me hago la pregunta ¿la cruz de Malta y la cruz de San Andrés es la misma cruz? Si lo es ¿por qué es tan distinta la del sello que la de la imagen del santo? El que sepa que responda.

Intentando catequizarme
Tras el sellado, el pastor de almas se ve que tiene ganas de catequizar, ¿habrá intuido algo?, y nos metemos en temas de política y religión; me defino como votante de izquierda y él como contrario a que la organización de defensa de los valores escolares (que no recuerdo bien las siglas), esté tan próxima a las directrices del PP: “debiera ser independiente”, dice. No está de acuerdo con Zapatero en que se quite la Religión en los colegios (¡faltaría más!), pero tampoco está de acuerdo en que se dé como se está dando “¡si tengo que darla la daré, pero no lo comparto!” me dirá. Tampoco está de acuerdo con la ley de matrimonios homosexuales (¡faltaría menos!).

Voy a salir, pero me hace entrar de nuevo en su despacho, pues quiere buscar un libro para demostrarme que la Iglesia no debiera haber intervenido en definir si la guerra de Iraq era justa o injusta, como lo hizo Juan Pablo II y que, en el libro, está claro que es potestativo del Estado, del gobierno de una nación. Me despido y me voy a comer lo ya contado al principio del relato del día, por 10€. Creo que Manolo me ha hecho un precio especial y, como premio añadido, me subirá en coche hasta el cruce que une el pueblo y lleva dirección Cedeira y Cariño. Él tiene que ir al dentista a Cedeira y se ofrece a llevarme hasta allí, pero es mi camino y tiene que ser a pie. Mientras Manolo se prepara, me pongo a escribir, pues los acontecimientos se me van acumulando. Montamos en el coche y me deja en el cruce (cerca de donde por la mañana he visto el ciervo). Gracias por todo, Manolo. Son las 15:15h y la primera parte es todo subir y subir. Me doy cuenta de que la foto que pensaba sacar por la mañana ya no la podré sacar, por la subida en coche, se trataba de la iglesia y los tejados entre el verde del arbolado. Cuando llego al atajo que me ha indicado Manolo, saco la foto del pueblo desde allí arriba; lejano, pero bonita, pues así se ve algo de los acantilados. También he sacado foto a un cruceiro.











La mujer de Manolo se ha quedado a cargo del bar. Luego el camino se allana y empiezo a bajar hacia Cedeira. En una curva “toreo” a un coche como puedo ¡no tiene nada de arcén!; el conductor se ha asustado más que yo y ha parado un poco más arriba; yo, sin volverme, continúo como si no hubiera pasado nada (solamente lo he visto de refilón y, con el sonido del frenado, me ha bastado para cerciorarme y poderlo contar). Cuando estoy llegando a Cedeira, me llama Tibu (Tiburcio Alzualde), mi jefe durante muchos años en Gureak (ahora jefe al 15%, hasta que cumpla los 65) y le cuento dónde ando, y lo bien que estoy de cuerpo y de espíritu. Él también es andarín y ya le doy algo de envidia ¡ya llegará su jubilación! Y llegó. Cuando en mayo de 2007 proyecte las diapositivas en el municipal Amaia de Irun, no se lo perderá y, si no lo mismo que yo, pues a él le gusta más la montaña, seguro que sale a caminar. Entro en Cedeira y me acerco a la oficina de Turismo, pero no consigo el mapa que quiero solo con la provincia de A Coruña (algo parecido al que tuve en Lugo). Me ofrecen otro igual al que tengo; me comentan que por Ferrol pasa el Camino Inglés ¿habrá algún indicador? Tal como me lo dicen lo olvido, pues no tengo intención de seguir ningún camino marcado; bastante me hipotecó el camino hasta Ribadeo. Pero, al final, me beneficiaré de dos albergues del Camino Inglés. Pregunto por una habitación económica para dormir y me dará la referencia de Beatriz, que está en la esquina, nada más pasar el puente.

Beatriz ¿está en la playa o con el Obispo?
Voy, entro en la casa, pero no está ni arriba ni abajo. Espero en la calle hasta que pasa una señora de 86 años, que se sienta a mi lado, y nos ponemos a habla: “Como ha venido el obispo a confirmar, estará en la iglesia”, me dirá; todas las conocidas que pasan opinarán lo mismo; nadie me sabrá decir cuándo terminará la ceremonia. La señora se queda cuidando mis mochilas, mientras yo voy a la fuente a llenar de agua mi botella; luego vendrá su hija a recogerla y se irán para su casa. Aparece una de las argentinas de ayer del bar de Ortigueira, que está hospedada allí y me dirá que Beatriz está en la playa “¿con el obispo?”, le pregunto. Por fin aparece y me ofrece cama en otro lugar por 15€ y acepto, pero acto seguido me hace una proposición deshonesta y me ofrece, con gran intuición de que voy a aceptar, una cama en una vieja cocina destartalada, con ventanas que no se pueden cerrar y que dejan pasar la luz, y me pide 10€ (creo que esa habitación solo la puede alquilar a gente como yo, y hoy aprovecha la ocasión). Subo, la veo, y me parece suficiente; lo peor será la cama, pues el colchón se hunde, por el resto no me preocupo; tiene lavabo, pero la ducha y el retrete lo debo compartir con las otras tres habitaciones del último piso, una de ellas, la de al lado, es la de las argentinas (no se había atrevido a ofrecérsela ni a ellas). Hay una fregadera inutilizada, un mueble salido, junto al lavabo. La habitación y la proximidad de las argentinas, me resulta algo divertido. Por si a alguien le interesa: Beatriz Quintana Freire: habitaciones “El Puente”, Ortigueira 1 15350 Cedeira 981480087. Cojo los bártulos y me voy a la playa. El agua está tan indecente, que busco otra después de la bocana del puerto, por el castillo de Concepción, pero los accesos son malos y obtengo poco éxito; parece que va a ser otro día sin baño. Vuelvo por arriba al pueblo y busco algún sitio para cenar; tampoco tengo mucho éxito en la elección: ensalada mixta, cerdo troceado con patatas fritas y pimientos de Padrón y mientras, vuelto de espaldas, España mete un gol de penalti, y tarta de limón. Me pongo a ver el partido, Francia mete un gol y con 1-1 acaba el primer tiempo. Pago 19,40€ y me voy. Cuando llego a la pensión, hay movimiento por las habitaciones y, por lo que oigo, parece que España ha ganado (cuando escribo esto, ya sé que perdió). Al apuntar el desayuno de hoy, me doy cuenta que ayer no desayuné (y el día anterior, sólo la infusión del bar de Ortigueira: 0,80€), tampoco hubo lugar para hacerlo, ni en Cariño, porque salí muy pronto, ni en San Andrés, porque ya era tarde. Recuerdo que en el camino comí una nectarina y un plátano; ¡no está mal! La cena ha resultado cara y nada apetitosa. Me han tenido que hacer nueva ensalada, porque al echar la sal a la primera, alguien había dejado mal enroscada la tapa y se me había caído encima la tapa y toda la sal. Me meto en la cama sin duchar, tenía que haberlo hecho antes de salir, pero, con la esperanza de un baño en el mar…
Balance del día: Tras la magnífica atención en As Queimas, el precioso paseo orientado por los amigos de Pepe hasta San Andrés de Teixido, el cabo y faro Ortegal, los acantilados más altos del continente europeo, Manolo, los percebes y su incrédula madre, el cura de la motosierra y su sello en la credencial y lo que hablamos de política y religión. Ha sido un día muy completo y con poco desperdicio. Lo más flojito, Cedeira y lo allí acontecido; ¡hasta perdió España!, y el francés tendrá que pagar el cubata a Pepe.

1 comentario:

  1. Leído en Mundosenior 18/08/2017
    “A San Andrés de Teixido vai de morto o que non foi de vivo”.

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