viernes, 27 de mayo de 2011

viajedejavi. Etapa 35: Neda-Miño

35ª Etapa. 29 de junio de 2006. Jueves (día de San Pedro: romería en mi pueblo).
Neda, Pontedeume, Miño.


Romería de San Pedro en Altsasu
Con música similar a la estrofa previa a “Ande, ande, ande, la marimorena…”, en mi pueblo cantamos: “San Pedro, como era calvo, le picaban los mosquitos, y su madre le decía: ponte el gorro, Periquito.” En este día, celebramos en Altsasu (Alsasua) la romería a la ermita de San Pedro; muchas familias andando y con los cestos de la comida, llegábamos derrengados a las campas, elegíamos nuestro lugar, mejor según fueras más o menos madrugador, asistíamos a la misa, antes dentro y ahora en el exterior de la pequeña ermita, almorzábamos, bebíamos el vino tinto obsequio del municipio, que llegaba en barricas, pasaba a jarra de barro, continuaba en tacica de plata y acababa, tras pasar por el gaznate del bebedor o bebedora (que, ahora, lo políticamente correcto exige y complica el discurso, que ahora complico más con el paréntesis), pasando de nuevo a las campas de San Pedro, en forma de lluvia dorada. Ahora los tiempos han cambiado y el esfuerzo es menor; las comidas llegan en vehículo a motor y también muchos de los romeros; antes poníamos el mantel, sobre la hierba y, sobre él,  la comida y los platos y nos sentábamos alrededor. Ahora se ven muchas mesas de madera o de campaña y muchas sillas; pero la tradición pervive, con mayores o menores vaivenes, que si los concejales y el alcalde pagan o no su comida, que si van a suprimir o no la dádiva del purico a los hombres, supongo que también a alguna mujer fumadora (no sé qué pasará este año 2011, tras la “ley antitabaco”). La ermita de San Pedro es fronteriza; la muga pasa por el interior de ella; separa Urdiain de Alsasua. A Urdiain pertenece el santo y el altar y tiene su entrada lateral. Desde dicha puerta hasta el fondo, con su puerta principal, la pertenencia es de Altsasu. Para compensar, la capital de la valle de la Burunda, celebra el propio día de la fiesta del santo, mientras que Urdiain lo celebra el domingo siguiente.

Día de San Pedro en Galicia
Bueno, pues toda esta rememoración será motivo de distracción en este día por tierras gallegas. El día se presenta poco grato geográficamente hablando, puesto que los conatos que tenga con el mar van a ser en ría y, en la peor parte de la ría, la más interna y próxima a la desembocadura de los ríos nutrientes. Así pasaré por la de Ferrol, la de Ares y la de Betanzos. Veremos qué pasa en la playa de Insua, que está en Perbes, en espacio intermedio de estas dos últimas rías, y que los nudistas me la recomiendan. Me despierto poco después de las 5:00h y como no veo la luz, tampoco llega luz de la calle, ni distingo el reloj, cojo los bártulos de aseo y me dirijo a los lavabos. El joven más alto del grupo, al que no le queda más remedio que dormir en el suelo, ya que no cabe en la litera, ha dejado las botas en el pasillo y las sorteo sin problemas (al regreso, por librarlas, pegaré con el pie en la mochila de al lado, sin mayores consecuencias). Como en el vestuario no hay enchufe, no podré afeitarme. Orino sin echar la bomba (valga la desventaja de la contaminación higiénica en beneficio de la no polución acústica), como han hecho los anteriores; me doy un lavado de gato y me vuelvo a la cama. Me vuelvo a levantar a las 6:30h, me preparo con el mínimo de ruido posible; cuando voy a pasar, el adormilado del suelo, acerca sus botas a su colchón y, sin guardar el saco, salgo a la calle; allí terminaré de completar mi equipaje para ponerme en marcha. Cuando vuelvo a entrar para llenar de agua mi botella, ya empiezan a levantarse los monitores. El holandés, que creí inglés, se supone estará dentro de la tienda; saldrá más tarde, según me dijo, puesto que tiene que buscar un taller para que le arreglen la rueda de la bici, ya que tiene la cámara pinchada. Cuando estoy guardando el saco, pasa un chico en bici y corro para ver si me dice por dónde tengo que salir de Neda para llegar a Miño, pero va con cascos de música y es una magnífica ocasión para que ni me oiga, ni me vea, ni me mire ¡cómo se puede ir tan autista por la vida! Es algo a lo que ya nos vamos habituando, pero a mí me causa perplejidad; cuando veo a alguien con cascos, procuro no preguntarle nada, respeto su aislamiento del mundo, pero si necesito ayuda, información o alguna urgencia, le paro y le pregunto (así conocí a mi amiga Pilar Mora en un paseo entre Torre del Mar y Mezquitilla, por tierras andaluzas). A mi se me hace inconcebible preferir la música (ya hay lugares más adecuados para ello), que disfrutar de los sonidos de la naturaleza: el trinar de los pájaros, el rumor del viento (y más si hace cantar a las hojas de los árboles), el romper de la ola en la playa, en las rocas o en el acantilado; incluso ese ruido más molesto, pero que te alerta de un posible coche tras una curva en la carretera; en fin, razones de placer y de seguridad avalan mi disgusto por esos aparatos, que forman parte de lo que llaman progreso y que, para mí, no lo es. Sólo los concibo en lugares donde el ruido sea ensordecedor y no haya más remedio que estar allí, como un modo de endulzarlo y camuflarlo. Como el ciclista se me ha esfumado, regreso al albergue y echo mano de la guía de alguno de los chavales que dice: 1º pasar por el puente ¿cuál? Uno de los monitores dice que el más moderno, el de dos ojos, que he fotografiado. Finalmente, saldré a las 6:50h y coincido con René, quien me llevará por camino peatonal de madera y piedra a tramos, por el lado contrario al puente del que hablaba el monitor y me cuenta lo a gusto que estaba en su trabajo, que no tuvo deseo de dejarlo hasta cumplir los 65. El último día que trabajó fue el 10 de mayo ¡qué casualidad! Los dos el mismo día de cumpleaños, con sólo la diferencia de cuatro años. ¿Sólo? ¡Una olimpiada! ¡Un mundial! Me deja en la señal del camino, aguanto allí dos minutos y me salgo a carretera. La referencia por la ruta será: Fene, Cabanas, Pontedeume y Betanzos y, con ese referente me voy de Neda.



Saco una foto a Ferrol desde el lado más oriental de la ría que, un poco más adelante, habría sido más bonita, al aparecer grúas, barcos y la salida de la ría al mar, pero no estoy con cámara digital y no me puedo hinchar a diapositivas, valga para el recuerdo. A veces, la circulación es muy intensa, pero luego se va tranquilizando, a medida que la autopista la va absorbiendo. Veo la señal Pontedeume 10km, así que calculo que llegaré allí hacia las 10:00h. Llegaré un poco antes e iré pensando en Bosco, en lo bonito que me hizo una parte del camino, aunque no avanzáramos físicamente, pero sí con el espíritu, y la satisfacción placentera de un abrazo amigo. Llego a Cabanas y no me entero de cuándo salgo. Pregunto a unos obreros si se puede pasar al otro lado de la ría sin llegar al puente; me dirán que no ¿y un camino alternativo a la carretera?; me dirán que no saben. Dos parejas me dicen que aquel lado también es Pontedeume.


Paso el Eume por el puente y saco foto de conjunto. El día está gris, pero puede levantar ¡Veremos! Entro en el bar Guillermo (por el nombre de mi amigo) pero pronto me doy cuenta de que ha sido un error: demasiados fumadores (el dueño y los clientes, uno de ellos, con gran puro) y para más joder, no tiene bollería. ¡Pero ya he pedido y no puedo recular! Llamo a mi hermana Sagrario y, al poco, recibo mensaje de mi hija Sara, diciendo que está en Alsasua con su tía y los niños y que van a ir a la romería de San Pedro y a comer allí, en las campas. (Hasta el 2010, por circunstancias que ya contaré, no podré disfrutar yo de la romería). Desayuno cuatro magdalenas, escribo el diario, cago en placa turca ¡qué bien! Y cojo un poco de papel higiénico. El desayuno (3,10€) me ha parecido un poco caro. Felicitan a un Pedro, hablan de pesca, de artes de pesca y de percebes. El cielo está totalmente cubierto, pero voy a salir ¡no aguanto más tanto humo!, a ver si va despejando al llegar a playa Insua.






 Para darle tiempo al cielo, me meto en el Torreón de los Andrade, donde está información, pero sin indicarlo; es una queja que tampoco atienden a la informante. La chica que me atiende es muy amable y me va ofreciendo material parcial, pero poco interesante para mí. Finalmente me dará mi ansiado mapa, aunque de toda Galicia. Tiene más detalle que el que llevaba. Saco foto de la torre





y de la iglesia que, al estar en espacio sin posibilidad de distanciamiento, saco inclinada (y no es Pisa). Compro unas pastas de coco por 6€. Salgo del pueblo. La carretera tiene poca circulación, poco arcén, se va bien. Una señora que se apoya en bastón para andar y a la que hablo, me desea suerte en el viaje y yo le deseo que siga andando, que es bueno para la salud; tiene tanto problemas deambulatorios, como respiratorios. Una pareja de maduritos me dirá que Boebre está a unos 3km. Entrando en Perbes , un señor me lo explicará muy bien: cuando salga del pueblo, enfilaré una recta muy larga, pasaré una iglesia a la derecha y, al llegar a la curva, que coja la bifurcación a la derecha, cuya carretera baja hasta el parking que está sobre la playa y que al otro lado pone Curio. Al llegar al aparcamiento de coches, éstos me tapan la bajada a la playa y no veo por dónde tengo que hacerlo y un chico me dice que las escaleras están a mano izquierda (me las tapaba un coche). Antes de coger la recta, me he encontrado con dos jubilados que estaban de cháchara y al hablarles de que voy a Insua, me dirán, “¿qué, a hacer desnudismo?” (no es la primera vez que oigo usar esa palabra a personas mayores) y les devuelvo la pregunta: “¿os parece mal?”. “No”, me responden, “nosotros también vamos cuando podemos”. Al pasar por una casa en construcción, digo al señor que sale: “Es muy bonita”. Parece que el hombre se infla y va a echar a volar. ¡Qué poco hace falta para hacer feliz a la gente!

Unas horas disfrutando en praia Insua


Bueno, bajo a la playa de Insua: es pequeñita; todos o casi todos estamos desnudos, tiene dos zonas de arena, una, la primera nada más bajar del aparcamiento. Es la más amplia y, en marea baja, las algas se comen la bocana que sale al mar entre dos grupos de rocas; en marea alta, no hay problema, pero en baja, estas algas no dejan nadar. La otra tiene mejor entrada al agua, pero muchas rocas hasta llegar, poca arena seca y, cuando sube la marea, la gente tiene que emigrar hacia la primera o irse a casa. Yo me he quedado en la primera; cuando llego hay una pareja, una mujer sola y una toalla extendida, sin nadie. Me coloco a continuación y, mientras me seco, tras el baño, paso al otro lado de las rocas y aparece el vecino que faltaba; está desnudo, pero con camiseta, y hace palabras cruzadas. Charlamos y le parece mal que, si no soy creyente, haga el Camino para engrosar las estadísticas de la Iglesia; no maneja todos los datos, se muestra muy radical, pero, en parte, no le falta razón. Después irá viniendo más gente, parejas, chicas, tríos, solos, padre con dos niños: el mayor en prepubertad y atontolinado todo el rato mirándose su pitilín que, chiquitín todavía, de vez en cuando se le endereza. Resulta curioso, divertido y, a la vez, da pena que el chaval esté tan ensimismado y no quiera ni pueda jugar con su hermanito; el hermano menor está hartito de él y dirá a su padre: “¡Papá, Andresito no quiere jugar conmigo!”, una llamada de ayuda que no obtendrá resultado positivo para él y opta por jugar y bañarse solo. Una chica que llega y pasa al otro lado de la playa. Llegan unos padres con otro niño más pequeño. La playa se va volviendo muy familiar; la mayoría se conoce. Hay un hombre asiduo que va pululando por los distintos grupos; busca mariquitas por la orilla; se trata de unas conchas diminutas, más bien caracolas, con amplia boca de entrada y como si tuvieran dientes; yo las he visto en grande, nunca tan pequeñitas, pero desconozco su nombre científico, para podéroslo comunicar. Me regala una para que yo también busque en la orilla, y para acostumbrar la visión, teniéndola como muestra; pero no consigo encontrar ninguna más ¡qué poco habilidoso! Además de las mariquitas, también lleva una bolsa con ciruelas que va repartiendo entre los individuos y los grupos; a mí también me tocará alguna. Va pasando la tarde, el cielo ha despejado y se está de maravilla, dorándonos al sol y Andresito con su pitito. Hace rato que empezó a subir la marea y la gente del otro lado empezó a desfilar.

Información para Baroña, Noia y Santiago
La chica que llegó sola, de unos cuarenta y bastantes años, también viene con intención de quedarse un rato más en este lado de la playa y le invito a ocupar el espacio que hay a mi lado y que va a ser más amplio, porque yo ya tengo hora de marchar; lo haré cuando me seque del último baño. No recuerdo si fue ella la que me sacó la foto  con la bocana de algas de la playa. Nos ponemos a charlar y le cuento el camino que estoy haciendo. ¡Lástima que la marea no ha subido antes! Me podría haber dado mucha información; aún así, me dirá bastantes cosas que me vendrán bien para los próximos días: Me dice que no deje de subir a las cubiertas de la catedral de Santiago y que se sube desde la casa adosada al santuario (ahora ya sé que es desde el Palacio de Gelmirez); desde allí se ve una bonita vista compostelana, donde los peregrinos hacían sus ritos de purificación y quemaban sus desastradas ropas (lo mismo hacían los no creyentes en Fisterra) y, donde el guardés del santuario, criaba cerdos y tenía su gallinero; también me dice que procure dormir en los asentamientos de los antepasados Galegos, cerca de la playa de Arealonga (otra magnífica nudista), en los castros de Baroña y que, en Noya, no me olvide de probar la exquisita empanada de millo (maíz, como nuestro talua) de berberechos (lástima que, cuando llegué, no era la mejor época, ya que cuando están riquísimos para comer será después de setiembre; aún así, la probé) y que la vista de Caión es muy bonita desde arriba. Hablamos de más cosas y yo también le doy información; le enseño mi lista de playas nudistas y le cuento la curiosa Guilpiyuri y la magnífica Torimbia. Me dice que, por venir por el interior desde Valdoviño a Neda, me he perdido las mejores playas de Ferrol, entre ellas las nudistas de Casal, Ponzos y Lumebo y otras no nudistas también muy buenas: Santa Comba. San Xurxo y Doniños, de las que ya he contado, por seguir un orden, pero que las vi al regreso de mi periplo portugués, al año siguiente, gracias a la información de esta mujer, llegada tan a propósito.

Camiño de Miño en busca del albergue del Camino Inglés
Me despido con pena de esta inesperada amiga y de Insua, me visto y encamino hacia Miño y llegaré con cohetes y fuegos de artificio, que ya he visto y oído desde la playa. Como cuatro cocos y un par de ciruelas, de las de “cojón de fraile”, moradas y muy ácidas junto al hueso, las que me regaló el buscador de mariquitas. Llego a base de preguntar, a una larguísima playa, interminable, que es playa Grande y que se veía desde Insua y, cogiendo una desviación a la izquierda, llego al albergue. Allí no hay ni rastro de los peregrinos de Mérida y sí un grupo de chicos y chicas del pueblo. Son jóvenes que estudian en el colegio próximo al albergue; ahora, en vacaciones, está el patio lleno de animales para alimento del conserje. Hablo con los jóvenes y se interesan por mi viaje, “¿de dónde soy?” y barajan “¿Madrid, Castilla, Cáceres, Navarra?”; “¡sí!”, “pero vivo en Irun y vengo desde Francia a pie” y uno me dice: “¿Llevarás andando diez días, o así?” Y nos reímos todos ¡qué sentido de la distancia y del tiempo! “Más de un mes” será mi respuesta. Me recomiendan el Vidal, para cenar, pero, al estar de fiestas, será difícil. En vista de que por el albergue no aparece nadie y van a dar las nueve, me voy en busca de Protección Civil y a cenar. Al bajar, pregunto al conserje por los jóvenes de Mérida, y me dice que no sabe nada. Entro al pueblo y hay una vorágine de chismes de feria, pensados como para una gran ciudad ¡no parece que haya gente como para tanto!; casi todo lo veo parado, ¿será tarde?, ¿no hay dinero? Están preparando el escenario de la noche para la actuación musical. Después de dar una vuelta por el pueblo, pregunto a un señor para que me oriente hacia la policía local; está cerca del Concello, pero todo cerrado a cal y canto. Bajo, y me decido a buscar el Vidal y me vuelvo a encontrar con uno de los chavales del albergue, quien me vuelve a orientar. Doy con el Vidal, pero no tiene primeros platos potentes. Después de pensar en comida para llevar: ½ pollo al ajillo o una de raxo o de zorza (que quién sabe lo que serán), acabo en el café-bar Tolín, donde me ofrecen la última ración de macarrones con zancarrón; un gran plato que me como más por necesidad (hidratos de carbono) que por gusto, pues está muy grasiento y, luego, cinco sardinas con patatas hervidas, algunas enormes, dos copas de ribeiro y tarta de orujo (todo por 10€; tampoco puedo quejarme; si no hubiera sido por la grasa, perfecto). Pregunto allí cómo llegar a Protección Civil y me dan el nº de teléfono 981784254. Cuando voy a salir, llegan a cenar los tramoyistas del espectáculo musical; son muchos y todavía debe quedar gente para un segundo turno ¡menos mal que yo ya he cenado! A la vez que yo, han cenado la encargada y parientes venidos de fuera para la fiesta. Cuando salgo, se ve que he entendido mal las explicaciones que me han dado y voy en dirección contraria. Llego a la gasolinera y allí, un chico muy amable, en tareas de limpieza, me informará de cómo llegar. Tengo que desandar todo lo andado hasta el Tolín y subir hacia la salida a la general. Antes de llegar al puente, pregunto a una cuadrilla de jóvenes (por no preguntar que no quede) que van a la fiesta, unos pasan de mí, pero otro me acaba de completar la información; no sé si me he perdido yo solo o os estoy perdiendo a vosotros también; ¿sabéis qué estoy buscando? Protección Civil; ¿pero si ya te dieron el número?, ¿por qué no llamas? Razones: no me gusta hacer gestiones vitales por teléfono, me gusta el trato de tú a tú, el teléfono exige explicaciones que la visión in situ hace innecesarias y también implica un mayor compromiso del que se compromete a algo y, además de todo eso, no me gusta engordar a las compañías telefónicas. El teléfono como último remedio.

Protegido por Protección Civil
Bueno, rebobinemos, estoy buscando Protección Civil (ni militar, que ya llegará, ni eclesiástica). He dejado al chico que va de fiesta; doy toda la vuelta y veo a una pareja que también va de fiesta y me acompañarán hasta el lugar; me dicen que están dentro porque ven luz en la ventana (ellos que saben cual de las ventanas es) y porque está el coche. La pareja, después de ayudarme, se va; y yo les agradezco la ayuda. Toco el timbre, explico mi deseo de dormir y bajan para llevarme al albergue. A los de Mérida, como eran más de los que cabían en el albergue, les instalaron en el pabellón polideportivo que está junto al colegio de al lado del albergue y, por lo visto, el conserje ni se había enterado y, así, yo pasaré solo mi mejor noche de albergue. Me abren el albergue; la mochila estaba tal como la había dejado, la había puesto bastante oculta para no provocar, y, uno de ellos, se vuelve para coger el sello que se había quedado en el otro coche y tiene que volver a Protección Civil (lo que a mí me costó tanto a pie, en coche lo hacen en un santiamén). Mientras, esperamos charlando el otro y yo y rellenando el protocolo de recepción. Ellos se quedarán con la llave y yo sólo pondré el pestillo. A partir de las 23:00h, ya no pueden llegar más peregrinos, y ya han pasado las once con creces. Cuando vuelve el otro, me pone el sello en la credencial, que es igual que el de Neda y en el que pone: Albergue de Miño y, con él, queda completa la primera credencial, que emite la Federación española de asociaciones de amigos del Camino de Santiago; he dicho el último sello, pero no es cierto, ya que hasta el 7 de julio, no me pondrán el ultimísimo en Santiago de Compostela, a la vez que me darán la Compostela, a la que no tenía derecho, como reza la segunda credencial; según leemos en ella: “La “Compostela” se concede sólo a quien hace la peregrinación con sentido cristiano.”; En el sello, alrededor de la efigie del santo, se lee: Oficina de la Peregrinación S.A.M.I. Catedral Santiago; a partir de A Coruña (capital), me empezarán a sellar en la que cogí en Aviles, que es de la Asocición Astur-Galaica Santiago Apostol. Tras el sellado, se van los dos; dejo los bártulos abajo y sólo subo los útiles de aseo y el saco; elijo la cama, pongo sábana bajera de protección y usaré el saco sólo como manta. Cago, me ducho y dejo cargando el móvil.
Será la noche más tranquila de todo el viaje, por la hora, por el cansancio, la acumulación de historias, tras un bonito día, sobre todo la tarde en Insua y mi gusto por retomar la playa, por la ausencia de gente, sin ronquidos ni ruido alguno, por la seguridad de estar dentro de las paredes de un edificio y porque estoy bien, en general. Esto casi ha sido el balance del día; pero para seguir el orden de todas las jornadas, se puede decir que, lo mejor del día ha sido todo lo acontecido en la playa de Insua y la buena colaboración de los informantes, que me ayudaron a llegar a los lugares a que quise llegar: Insúa, albergue y Protección Civil de Miño.

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