viernes, 27 de mayo de 2011

viajedejavi. Etapa 37: Perillo-Razo

37ª Etapa. 01 de julio de 2006. Sábado
Perillo, A Coruña, playa de las Combouzas, Barrañán, Caión, Imende, playa Baldaio, Razo.

Hoy la geografía costera me lleva hacia el oeste, hacia el cabo más occidental de Galicia y de toda la geografía peninsular española, se trata del cabo Touriñán, todo el mundo se piensa que es el cabo Fisterra (o Finisterre; el fin de la tierra), pero hay un error de apreciación cultivado durante muchos siglos; y hay que matizar también, poniendo “española”, ya que el cabo más occidental de la península es el cabo da Roca, en las cercanías de Sintra, en Portugal. Como he dicho el de los periódicos me despierta a las 6:00h, me visto y me voy a orinar a un sitio discreto, al pie de la torre. Preparo todos los bártulos y para las 6:30h ya estoy en marcha. Me encuentro con un chico, ¿sudamericano?, que está esperando a un autobús. Él no se atrevería a hacer ese camino solo. Le llega el autobús. “¡Que no pase el puente!, ¡que vaya por debajo!”, me dirá. No quiero entrar en la capital, me gustaría ir rodeándola; en este tipo de viajes prefiero evitar las capitales, pero no siempre es posible, como en este caso en que, a pesar de tener voluntad de hacerlo, no lo conseguiré. Me dirijo hacia los hospitales y pregunto a unos empleados de catering, quienes me reorientan. Llego frente al puerto y entro a desayunar a la cafetería San Diego, en la avenida del Ejército, donde el chico, muy amable, me sella la credencial (ayer no tuve ocasión de hacerlo y le pongo fecha de ayer). Pido, junto al descafeinado con leche, una pinca y un caracol. Escribo un rato el diario. Salgo con idea de seguir bordeando el puerto, pensando que así iré hacia el sudoeste, gracias a que pregunto y un chico, que sale de su trabajo nocturno en el puerto, me dirá que, por donde voy, llegaré a la torre de Hércules; ya la conozco, subí andando las escaleras hasta arriba, y hoy no tengo intención de repetirlo. Le acompaño hacia su casa y me irá reorientando (hoy tengo algo espeso el sentido de orientación). Corte Ingles, túnel, gasolinera derecha, salir hacia la izquierda; salgo, pero he perdido mucho tiempo. La referencia principal, ahora, es Arteixo (dirección Carballo) y la primera playa nudista que tengo y por la que preguntaré, será la de las Combouzas; pero todavía queda mucho para llegar. Al llegar a Pastoriza, paro a un coche un poco antes de que salga a la general; me equivoco al preguntar y digo Oleiros en vez de Oseiro y ella me quiere llevar (hubiera supuesto volver a la casa de Cultura de Perillo, donde he dormido, ya que pertenece a Oleiros); ¡que no!, gracias y aclaro el error. Cuando paso Oseiro, nadie me dice, ni veo señal alguna, que tienen una iglesia románica, San Tirso; si no estuviera lejana a la carretera, me habría gustado visitar (pero no sé donde está, ni me enteré que existía). El románico me gusta y el prerrománico asturiano más, aunque por la costa se ve poco. En Arteixo me he tenido que sentar a descansar, en un banco que está junto a una fuente. Con el trabajo de atravesar la capital y el cansancio por no haber dormido bien, aunque he descansado mientras el desayuno y la escritura, me encuentro cansado. Cuando paso Arteixo, empiezo a preguntar por la playa y, el matrimonio al que pregunto la conoce “¿la de desnudismo?” y me dice que llegando a un bar, desde allí se ve. Me da la impresión que será una pequeña playa. Llego a una bajada a playa y quiero preguntar al conductor de un coche que baja a la playa, pero no me para; total que cuando llego a la playa, se trata de Vaca de Valcobo, que es la playa del camping y, como no es la que busco, el guarda que controla el parking me reorienta por otro camino verde de cemento, pero no me quedará más remedio que subir toda la cuesta. Al menos, al doblar la punta Compás, un ciclista que vive en Barrañán me dirá que es amplia, se practica el nudismo y que él ha hecho varias veces el camino de Santiago en bicicleta; en estos casos no suele ser conveniente preguntar desde donde, ya que, estando en  Galicia, ir a Santiago suele ser coser y cantar; de todas formas, hacer el camino, parece que supone algo más.

Desde arriba, hemos avistado la playa y tiene buena pinta. Si quiero puedo ir a comer con él a su casa. Agradezco, declino la invitación y me despido. Al bajar, hablo con la socorrista y me dice que sólo se les permite desnudarse cuando están fuera de servicio, ya que el atuendo es el reclamo para la petición de ayuda de quien la necesita; es rellenita y muy simpática. Me coloco detrás de la línea que ha dejado la marea alta anterior, aunque sé que no me va a tocar la siguiente pero, al menos, la arena está más seca. El 98% del personal está también desnudo, puesto que hay dos chicas con braga y un niño que se quita y se pone el bañador a su antojo. La playa está bien indicada, con buen acceso, duchas, retretes, y con socorristas. La arena está limpia y la zona de rocas acotada con banderas rojas para hacer más visible su peligrosidad que, sin ellas, también se ve a nada que uno sea un poco observador. La gente pasea desnuda por la orilla y juega voleibol y van desnudos a ducharse y a comprar los helados. Hablo varias veces con los socorristas, que me dicen que, a veces, tienen que intervenir por la fuerza de las olas, en mar abierto y que empujan con mucho ímpetu, unas veces hacia la arena, pero otras hacia las rocas. Para mí, es el mayor inconveniente de la playa de las Combouzas, la potencia del oleaje, pero en la amplitud de arena seca y con la gente se está muy bien y, por ello, la recomiendo, aunque no tenga el encanto de la pequeña de Insua. Hoy,como es fin de semana, están tres socorristas; uno de ellos se desnuda, ya que está en su tiempo de comida y descanso y el otro, hace con su bañador naranja un ovillo en los huevos y expone su culo al sol, ¡cuánto más natural el primero! Hay pocos surfistas. Me asomo al otro lado de las rocas, y allí se ve a todo el mundo en bañador. Se trata de la playa de Barrañán, que también figura en la lista como nudista; no lo sé pero, es probable que sea nudista en el extremo más occidental; en cualquier caso, ya me he bañado, me he despedido de los socorristas y no siento necesidad de volver a bajar a la playa de Barrañán.
Con este nombre empiezo a retornar a mi tierra, ¡qué escasa diferencia hay entre Barrañán y Barañain!, parecieran nombres del mismo lugar, pero uno está en Galicia y otro en Navarra, ambos, territorios históricos, cada cual con su historia; para los nacionalistas de ambos, cada uno será peculiar, ni punto de comparación; lo mejor, lo que hay que preservar, lo que hay que defender; para los nacionalistas españoles, puro separatismo, todo en la unidad de la nación. A veces estas disquisiciones carecen de sentido; cada día somos más parecidos unos a otros en el proceso de uniformización; para mí, el ejemplo más universal es el de la coca-cola, supongo que no la beberán sólo aquellos que sus economías no se lo permiten (países del hambre africanos). Vamos perdiendo valores tradicionales y surgen nuevos foráneos, que van haciendo cambiar nuestros hábitos; en esta sociedad donde imperan Internet y los móviles (los celulares para otros), ¿tienen sentido los nacionalismos? Tema para la reflexión. Bueno, olvidemos Barrañán y continuemos hacia Caión. La chica de Insua me recomendo la visión desde lo alto, pero hoy es día brumoso y no sé lo que se verá. La socorrista me ha dicho que Caión es un pueblo marinero muy bonito. Por la carretera dos coches FBZ y FCF.


Cuando llego, la visión de Caión está bien; no me entusiasma tanto como para bajar al puerto y pasearme por su curioso casco pesquero, pero el propio trazado de la carretera me llevará a bajar por la zona de la playa y, me alegro, porque el camino que me llevará por la costa hacia Razo, es precioso. Cuando llego a la playa de Caión, una señora me orienta hacia la playa Baldaio, donde va mucho turista extranjero, y un chico de naranja me orienta por pista para llegar a dicha playa y, por ella, podré seguir hasta Razo. Son las 18:00h y me han calculado unas tres horas; pero, por la pista, será bastante menos.

Voy pasando por acantilados bajos y pequeñitas playas y me encuentro con una pareja de caminantes de poca distancia. Él me explica muy bien las veces que el camino me va a meter hacia interior, pero que también me irá sacando a playas. Así llegaré a la gran playa de varios kilómetros que cogeré desde el principio, tras pasar un puente pero, como la marea ya está alta, el piso no resulta cómodo como para pasear por la orilla. El puente sirve para dar paso al agua sobrante de la gran marisma de Baldaio. Esta playa también está en mi lista de nudistas y, es tan grande que, si no lo estuviera, también lo sería pero, como en todas las que tienen dunas, en esta también, los pocos desnudos que hay, pululan semiescondidos por arriba y por detrás.



 Llega un momento en que dejo los trastos cerca de la orilla y me doy un baño; en el mismo momento sale otro de las dunas y también se baña; pero salimos pronto del agua, ya que aquí el mar abierto tiene más fuerza que en Barrañán y las Combouzas, aunque no hay peligro de rocas. Me seco al aire, me visto, y sigo andando hacia Razo, que es seguir y seguir la playa. En realidad, la playa de Razo ni la pisaré, puesto que una vez llegado allí, me meteré al pueblo para gestionar cena y dormida, pero se puede decir que Razo y Baldaio son, desde el punto de vista geográfico, la misma playa. Para los aficionados al nudismo debo decir que, como todas las playas larguísimas, el hacer nudismo es potestativo de quien se quiera desnudar y será difícil encontrar intransigentes que recriminen, al haber tanto espacio para todos; el mayor inconveniente es el exceso de viento; no en vano Razo se conoce por los surfistas como sitio recomendable para surfear (como Tarifa) y vive y se nutre principalmente de las escuelas de surf. Pregunto por un sitio para cenar y solamente hay dos. Voy a O Cordobés, pregunto si tienen habitaciones y me dirán que no, que pregunte en la cervecería. Ceno callos y chipirones en su tinta, pero me los sacan casi a la vez y mando los chipirones por dos veces a la cocina; al sacarme primero los callos, me los había empezado a comer y, como son con garbanzos, están muy ricos, nada que envidiar a los de Pepe-Cariño; tienen muchos callos, morros y gelatina de mano de cerdo; los chipirones son pequeñitos y están sin rellenar, ¡mejor! Y me bebo dos copas de ribeiro (14€+1); la propina a la chica que, con las limitaciones de haberme traído los dos platos a la vez, supongo que acuciada por la cocina, me ha atendido con simpatía. No tienen sello para poner en la credencial y me voy a buscar la cervecería. Pregunto a un grupo de chavales, que están haciendo un curso de surf y que, en ese momento practican con patín, y me orientan hacia otro chico mayor; me dirá que en el sitio donde se albergan los chavales están veinte y muy justos.

 El grupo me quiere ayudar y me señalan una casa semiderruida, que está sobre una pequeña loma, encima de la playa; viéndola de lejos, no me parece mal, y luego iré a echar un vistazo; lo malo es que ya está oscureciendo y, encima, me quedo charlando un rato con ellos; les cuento el viaje que estoy haciendo y “¡alucinan!” Siento mejores sensaciones todavía que las que experimenté con los chavalillos de Bozate; están muy atentos, hacen preguntas y aplican a sus casos particulares. Son chicos de entre 14 y 18 años que están en escuela de surf, durmiendo en un pabellón cercano pero sin más sitio; son de Barcelona, Madrid y otros lugares; a gusto me hubiera quedado más rato de charla con ellos. Me despido y me desean y les deseo lo mejor. Paso por una autocaravana, donde dos surfistas jóvenes, pero de más edad que los aprendices, hacen ejercicios de estiramiento; ambos tienen una toalla a la cintura, pero uno con un slip debajo y el otro sin nada. Por si acaso, les pregunto si en la furgoneta tienen algo de espacio libre y me dicen que, para estar los dos, ya el espacio les resulta escaso. Me despido de ellos y continúo hacia la casa; el coche que estaba cerca se va y me instalo en la zona que considero estará más protegida del viento, que ya sopla, y en la menos sucia. Retiro algún escombro a los lados y no miro demasiado, en parte porque apenas se ve, por si me arrepiento; desenrosco mi esterilla y la estiro, coloco encima el saco y me hago mi almohada particular que, hoy, me ha quedado peor que ayer. Dormitaré a ratos más que dormiré, y de madrugada me entrará una chica; yo sólo veré su silueta recortada contra la noche; se bajará el pantalón y la braguita, se agachará de espaldas a mí, orinará, se limpiará, se subirá la braguita y el pantalón y yo totalmente concentrado para no emitir ni el más ligero ruido y esperando que no me cayera encima el papel utilizado. ¿Os imagináis que, en ese momento, me entra la tos o echo un pedo o un eructo? La chica habría salido despavorida de terror y, luego, ¿me habría tenido que enfrentar al maromo que estuviera pescando con ella? Si la chica que estuvo allí, lee esto y por las fechas y la hora constata que ella fue la susodicha, desde aquí le digo que esté tranquila y que yo no vi nada; más bien me creó tensión y no fue de deseo. Lo que sí recomendaría a las personas pudorosas que, si tienen necesidad de hacer sus necesidades a esas horas, lo hagan al aire libre, protegidas de la oscuridad de la noche y si hay luna luminosa, que se las ingenien, pero que no se metan en la boca del lobo; corriendo más riesgo que el que quieren evitar. ¡Qué ajena estaba ella a que alguien le observara toda la operación! No duermo bien, pero cada vez me voy adaptando más a las posiciones de tumbado, encaje de las caderas, etc. Hace tiempo que dejé de ver puerco espines planchados en la carretera, pero hoy los he vuelto a ver; en mi pueblo los llamábamos erizos y, algunos, se comían estos mamíferos; yo nunca los probé, pero los de mar me encantan, son uno de los marinos que más sabor a mar tienen.
Como balance del día destacaría mi deseo de pasar rápido la capital y que no conseguí, la confusión Oleiros-Oseiros, que me habría traído complicaciones, la playa de Las Combouzas, que me gustó; la de Baldaio larguísima y con dunas que, no tanto; la riquísima cena de Razo en O Cordobés, la conversación con los chavalillos aprendices surfistas y la curiosa visita nocturna que llegó a mi dormitorio. El sello de hoy me lo echarán mañana en Malpica y siendo domingo, tendrá su encanto.

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