51ª Etapa. 15 de julio de 2006. Sábado.
Pontevedra, Marín, playa de Aguete, Bueu, playa Tuia.
Hoy mi madre habría cumplido 90 años; falleció en diciembre, con cuatro años de propina que no se los deseo a nadie. El código deontológico de los médicos les obliga a mantener la vida pero, ¿la vida vegetativa es vida de calidad? ¡que venga Dios y lo vea! ¡A ver si le llamo a mi hermana después de las cuatro! Me levanto, me ducho, me preparo y a las 7:15h ya estoy en marcha. Por el cambio de lado de la ría, ahora ya en la península de Morrazo hasta Marín, llegaré con sombra en la espalda, mientras el sol no ha superado cierta altura. Entre Pontevedra y Marín, he pasado por zona industrial muy fea, una fábrica de celulosa, y creo que ya he llegado a Marín, cuando en realidad me falta bastante y aún tendré que pasar su importante puerto. Pregunto por una bollería y la encuentro detrás del Concello. A pesar de los tres ventiladores, hace calor. El café me lo sacan con jarrita de leche, que me permitirá volver a llenar la taza y como dos croissants. Escribo y me llevo un pequeño disgusto; ¡de nuevo diarrea! La anterior fue en Navia (Asturias) y no se sabe apreciar lo bien que se va, cuando se va bien de vientre, hasta que éste falla. ¡Qué aspecto tan importante para el viajero que está todo el día fuera de su casa! Espero que sea consecuencia de enfriamiento nocturno (quizás la ducha fría) y no por infección intestinal vírica o algo de la cena que me sentara mal. Son las 10:30h y me dirijo hacia Aguete ¡a ver si hay suerte y encuentro la playa nudista sin problemas. Por la carretera encuentro un FCS (focas/focos/Focus).
Saco foto de troncos cortados y esperando a ser cargados (como aquellos que vi en Navarra, por Lesaca-Igantzi), con la Illa de Tambo y Raxó, al fondo y se me acaba el 14º rollo de "diapos". Por la Escuela de Marinería se ven muchachos de un blanco impecable, reluciente, por las calles; recuerdo Querelle de Fashbinder. Poco después de pasar la escuela, hay una desviación de playas hacia la derecha: Portocelo, Molgor, Aguete; así que ya estoy enfilado. Un señor me dirá que la playa de Aguete tiene la zona nudista al principio y que, por tanto, deberé pasar a ella por unas rocas; tampoco será mucho problema si llego por lugar más civilizado y, luego, retrocedo. Paso por arriba de las playas de Portocelo y Molgor. Veo a un hombre cargando garrafas de agua y pregunto; para llegar a la fuente hay que pasar por un camino estrecho, entre dos muros; uno de piedra de granito y el otro de adobe gris. En la fuente hablan tres hombres que han ido a llenar sus botellas y no tienen prisa; me dejarán colarme (con permiso); al regresar, me cruzo con un chico con bici; le grito, desde el otro lado, “no pasaremos” y el responde “¡a que sí!”. “Tenías razón”, le digo, cuando nos cruzamos y, efectivamente, pasamos los dos. Veo un camino más ancho a la derecha e intuyo que me pueda llevar a las rocas de la playa anunciadas ¡a ver si mi intuición funciona!; pero el camino se estrecha y se complica porque están talando árboles, pinos, y todos los troncos, ramas, cascajo y púas están desparramados por el suelo y ocultan el camino pero, con cierta habilidad, consigo salir del laberinto y bajar a las rocas y, a través de ellas, a la playa ¿será Aguete? Hago el ritual de rigor, aunque no siempre sigo el mismo proceso de desnudamiento; si observas un poco, cada cual tiene un estilo propio.
Encuentro con un galego, irunés de corazón.
Como la camiseta está sudada, la extiendo sobre la arena, la embadurno con arena seca y caliente por encima; cuando ha empapado un poco, le doy la vuelta y la dejo de nuevo sobre arena y espolvoreada de nueva arena seca y me voy al agua. Demetrio Andrés, que pasea con su señora por la orilla, me ha observado toda la operación y, cuando salgo del agua, me pregunta la razón, aunque una vez visto, la intuye, pero es suficiente escusa como para iniciar la conversación. Necesaria, porque no es normal que me encuentre con un gallego que vivió muchos años en Irun, estudió en La Salle, amigo del exalcalde Buen, etc. Se le aprecia la emoción que le produce hablar de Irun con un irunés (aunque sin ITV –Irunés de Toda la Vida). Tiene tan buenos recuerdos de la ciudad donde vivo… Paseamos por la playa, orilla arriba, orilla abajo y luego se incorporará su mujer. Viven en Celanova, cerca de la capital Ourense y me dice que si veo al exalcalde Buen le diga que hace dos años falleció su padre, Isaac Andrés, que tenía gran amistad con él; aunque piensa que ya se lo comunicaría su madre. Me da su teléfono, por si un día aparezco por Celanova (en Noviembre-2010 estuve en balneario del Imserso, en Baños de Molgas, le llamé, quedamos en vernos, pero se fueron complicando las cosas y no pudo ser. Otra vez será). Se marchó de Irun, al bajar el trabajo por la crisis del petróleo y también por el recrudecimiento del terrorismo. Se casó en Orense y tiene dos hijas con mucha diferencia de edad. La mayor trabaja y la pequeña tiene 12 años. Se dedica a la pintura y trabajó bien en Orense, en la construcción, pero ahora todos quieren tener su casa en la costa y así se estropean las ciudades costeras. Añora el Alarde y me habla de su educación en el colegio de La Salle. Le cuento las novedades, la próxima desaparición del colegio que está cerca del ayuntamiento, y la remodelación de la plaza de San Juan. También las fuerzas encontradas que tratan de entrar a saco en Olaberria, frente al deseo de baserritarras (caseros) que pretenden potenciar lo agropecuario y la producción de derivados: sidra, leche, quesos, etc. También hablamos del Mariño, de su pulpo con cachelos, el lacón asado y de su labor en pro del deporte futbolístico, trabajando la cantera. Demetrio feliz, se hubiera quedado todo el día hablando conmigo, pero yo debo y quiero seguir. Después de varios baños y de estar un rato tumbado al sol, me despido de ellos con la idea de comer antes de llegar a Tuia (o Tulla).
Salgo de la playa por el puerto de Aguete (Seixo) y empiezo el nuevo rollo (15º) de diapositivas. El calor aprieta y quiero entrar a comer en algún sitio; una pareja me recomienda Rimiñoto, que está en Ardán, en la frontera entre los concellos de Marín y Bueu. Tengo opción de comer en la terraza, pero me siento dentro y me atienden bien y pienso que lo que me van a cobrar es acorde con lo que me dan de comer; de primeras, me invierten el orden de lo que he pedido y me sacan un bacalao que está rico y, luego, un arroz hervido, sin gracia, al que rallan zanahoria, le ponen 4 puntas de espárrago y un poco de york, bastante desangelado; flan y menta poleo (14+1=15€). Un ¿cura? Y un militar (muy ilustrado y con vocabulario muy preciso para cualquier tema que tratan) comen paella con tres chavalillos de 16-17 años ¡que comen como limas! La paella se les queda escasa y piden dos de churrasco y una de pescaditos.
Me voy y continúo por carretera hasta llegar a Bueu; estoy buscando la playa nudista de Tuia, por Beluso y al bajar a la playa y seguir por el puerto, llego a un lugar en que, acabada la segunda playa de Bueu, la de Banda do río, pregunto a un camarero o cocinero que, tras hacer su trabajo, descansa; como no sabe responderme, pide ayuda a un compañero y sigo la senda que me indican. Es un sendero precioso y limpio, si se tiene cuidado con las raíces de eucalipto que lo cruzan. Llego a una playita pequeña en que sólo hay una pareja desnuda, posiblemente sea playa Sartaxens (que en mi lista aparece después de Tuia y es un error evidente). Ella me dice que hay dos playas más, a continuación. Hay tres mujeres con bañador completo nadando en el agua; en la siguiente playa hay 8 o 9 personas desnudas y, si la última no me gusta, volveré.
Tarde con un tarraconense que descansa del parto de su tercer hijo.
Llego a Tuia y, aunque está llena de gente, me quedo; me gusta, parece que puede dar juego. Aviso a una chica que la ola le va a mojar la toalla; al finalizar el día hablaré con ella y sus dos compañeros. ¿Nos veremos en A Fontaiña (Saians), en Vigo? Llega una pareja de chicos, se tumban y se hacen arrumacos. Hay un par de jóvenes con sus familias y también niños. La subida de la marea obliga a movimientos y reubicaciones. Cerca de donde me he puesto yo, coloca su toalla Ernesto, un chico de Tarragona, que estaba más cerca de la orilla. El 26 de mayo (el día en que comencé el camino) nació su tercer hijo; tenía dos niñas, una de 12 y otra de 8 años. Ha venido solo de vacaciones, para descansar de los berridos nocturnos del neófito, “¡será el último!” me dirá. Creo que su mujer lo ve tan estresado que ha preferido quedarse en casa con el trabajo que le da el nuevo hijo, la casa y la atención a sus hijas y prescindir se un hombre inoperante y en proceso de adaptación a la nueva situación familiar.
Nos bañamos a la vez, me sacará foto encima de la roca, como Neptuno emergiendo de las olas del mar y luego nos daremos un paseo en bolas para enseñarle las otras dos playas dejadas atrás. Arranco una hoja joven de eucalipto (verde azulado) y se la trituro con los dedos para que aprecie su fortísimo aroma y volvemos a nuestra playa de Tuia. Se viste y se va.
He pasado un rato muy agradable con Ernesto, tanto la conversación como el paseo que hemos dado desnudos por el camino entre playas, pero no ha sido suficiente como para intercambiar domicilios.
Noche movidita.
Se irán yendo todos, también los de Vigo; una cuadrilla se va al chiringuito para tomar algo y con intención de volver a dormir a la playa; otros, para tranquilizarme, me dirán que vendrá más gente a dormir, que no estaré solo. No es una buena noticia, ya que cuando mejor duermo es cuando estoy solo. Una chica que se va con un gordito “mariposón”, me regalará dos rajas de melón fresquito, que degustaré después de comer dos zanahorias con pan y frutos secos, y ¡me sabrán a gloria!
Ya dormido, me despertará una chica con sus grititos y hablando a voces con su móvil ¿por qué será que alguien que se aparta de los suyos con su móvil, para no molestarles o para que no le oigan lo que dice, se tiene que acercar al que intenta dormir? (lo mismo me pasará en El Portús, en Murcia): “¡quilla!, ¡qué guay!”, se maravilla de la reluciente arena, pues al pegar con los pies en la arena y levantarla por los aires, salen como brillos, como fuegos fatuos, no sé si por el nácar de las conchas, el fósforo de restos óseos o, por el conjunto de todo y la noche oscura (antes de aparecer la luna). Deja de hablar por el móvil y se va a bañar ella, Bala, con un chico. Luego harán fuego de hoguera. Después vendrá otro grupo que se colocará en las rocas de delante; estos no hablan muy fuerte, pero, para compensar, empiezan a tirar piedras, así que no tengo más remedio que prevenirles que estoy yo allí cerca. Una de las chicas se acerca a mis rocas a mear (ya es la 2ª experiencia, pero ahora, al aire libre). De repente, veo a un chico que viene de arriba y se acerca a toda velocidad hacia donde estoy yo, así que, antes de que me pise, me incorporo y se lleva un buen susto al verme. Ha venido con su chica a pasar la noche en la playa, desde Vigo, y tienen idea de hacer fuego y dormir en la playa. Su chica está en la playa anterior esperando y él, como ve demasiada gente en ésta, me pregunta a ver cómo son las otras playas. Le explico lo bonito del camino, pero lo peligroso que puede ser caminar de noche, sobre todo por las raíces que lo cruzan y que les llevará a dar traspiés ¡le hago desistir!, quería alumbrarse con la luz del móvil. En la playa grande tiene leña para hacer la fogata. Se va. Mañana les veré. Después vendrá más gente. A pesar de todo este movimiento nocturno, descanso bien. Y así acaba el día del cumpleaños de mi madre: ¡que descanses en paz, amatxo! Como balance del día, las playas nudistas que he disfrutado, Aguete y Tuia (Tulla) son recomendables; Sartaxens me ha parecido muy pequeña y con poca arena. Encuentros muy bonitos con Demetrio, el irundarra de adopción, y con Enrique, el tarraconense padre atormentado; lástima que a los de Vigo no los veré en A Fontaiña.
Esta experiencia me ha servido para saber que, en verano, no es conveniente dormir en la playa los fines de semana (hoy es sábado), pues es difícil que uno esté solo. La comida parece que me ha sentado bien, en lo que de astringente tiene el arroz, y que ha cumplido su función.
Esta experiencia me ha servido para saber que, en verano, no es conveniente dormir en la playa los fines de semana (hoy es sábado), pues es difícil que uno esté solo. La comida parece que me ha sentado bien, en lo que de astringente tiene el arroz, y que ha cumplido su función.
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