58ª Etapa. 22 de julio de 2006. Sábado.
Camposancos, playa de Lamiña, Santa Tegra, A Guarda, Cala de Portocelo, Oia, Monasterio de Santa María de Oia, Mougás.
Descubrir que la playa en la que he dormido es playa de Lamiña, puede explicar lo acontecido, puesto que lamiña o lamia, en euskera, son los espíritus femeninos de las aguas, de los riachuelos, que peinan sus largos cabellos con peines de plata: Erreka Mari es el prototipo más popular de las lamias. Habrán sido estas brujillas las que no me han dejado dormir bien al principio de la noche ¿querían juerga? Ayer hablaba de Santa Tecla, hoy veré que le llaman indistintamente Tegra y Trega, pero está claro que se refieren a la misma. Me levanto sobre las 6:45h. y ya estoy en marcha hacia las 7:10h. No me baño porque es temprano y porque la estructura de piedras de la orilla no me inspiran confianza. Aun que la noche ha estado despejada y el sol ha salido temprano, ahora se ha metido entre nubes y no volverá a aparecer a la vista hasta las 11:10h pero, apenas abriéndose paso por el cielo que continúa nublado. Hoy estoy escribiendo más que nunca, y eso que no se puede decir que ayer fuera el día más interesante. Con todo preparado asciendo hacia el pueblo de Camposancos. Me aprietan las ganas de cagar pero me aguanto, hasta que ya me siento incómodo y no puedo retener más tiempo. Encuentro una fuente pública donde poder lavarme en caso de necesidad, puesto que me queda poco papel higiénico en el bolsillo. Dejo las mochilas en la fuente y, por detrás del lavadero, bajaré una pequeña tapia de piedras no ensambladas con cemento o material similar, hacia una huerta de maíz recien regado; dejo los pantalones sobre el murete que va por detrás del lavadero, para evitar mancharlos, y cago; como, efectivamente, el papel es escaso, me pringo un dedo de la mano y, en ese momento, oigo ruido de manipulación del grifo de la fuente; me limpio un poco mejor, dejando postre y papel entre el maizal, y subo al murete, me pongo el pantalón y veo en la fuente a una mujer del pueblo que llena botellas de agua. Le saludo, me limpio bien la mano con agua y me lavo la cara con un lavado de los que, solíamos decir, “de gato” ¿cómo podemos decir que un lavado rápido y superficial, sea un lavado de gato, cuando estos felinos son tan meticulosos y parsimoniosos en su higiene? Bueno, el caso es que me pongo a hablar con la mujer de la fuente y me orientará cómo llegar a los castros de Santa Tegra.
Llegaré sin seguir instrucciones hasta el lugar en que cobran a los coches. Antes de despedirme, me dirá: “aún le queda”, otra frase como la de “le falta bastante”, que también se repite: le falta ¿cuánto tiempo?; le queda ¿cuántos kilómetros? Llego a la carretera, pero para no dar tantas revueltas, cojo los atajos por escaleras o caminos de piedra. Llego a los dos castros que, como muestra, han reconstruido y techado y que son suficientes para hacerse una idea de cómo era el poblado ¡Menos mal! Me temía que hubieran reconstruido todos.
He ido sacando fotos bonitas del Miño entre neblina, pero, a medida que se va subiendo, la visión mejora; pero me resisto a repetir fotos casi iguales (que esta no es una cámara digital); a veces es difícil eludir los cables, que proliferan; en otras ocasiones dejas de sacar alguna foto interesante, pensando en que luego tendrás mejor visión, pero no ocurre lo previsto y la pierdes, o es la posición del sol o el cambio de perspectiva quienes te juegan una mala pasada.
En un determinado lugar definen el sitio como Poblado galaico-romano ¿galaico equivale a celta? Yo simpre creí que los castros eran poblados celtas.
Llego a la cima y veo muy bien la desembocadura del Miño, con el islote y fortaleza. Al fondo, vemos Moledo. Bajo a desayunar al Hotel Pazo Santa Tecla, donde me sellan la credencial; está situado en la Cumbre del Monte 986610072 Apartado 4 La Guardia (Pontevedra). La ascensión ha sido de 0 a 343 metros.
No recuerdo lo qué desayuné por 2,60€, intercambiaré ideas con el responsable; me orientará sobre el monasterio de Oia, que me pillará de camino, pero que no se puede visitar, me dice. Son las 11:45h cojo agua y bajo hacia A Guarda, pero nada más iniciar la marcha, visito la ermita de Santa Trega que antes no pude por estar cerrada. La imagen está sobre un altar en una hornacina, pero la trajeron de fuera, la auténtica y más venerada, es la que está antes del altar, a la derecha y que, los feligreses devotos la quieren tener allí para poderla tocar; ante mi sorpresa de que tenga pelo, la chica me dirá que: ella no la concibe de otra manera. Bajo por el Vía Crucis y todos los atajos. En el castro, veo un grupo de mayores que ha subido a pie; me estraño, es un espejismo, han dejado los coches allí cerca. Casi terminando la bajada, encuentro a un señor que, habitualmente, sube andando. En vez de ir directamente a A Guarda, me tiro por un camino a la izquierda, hacia el mar, pues en el inicio tiene buena pinta, pero va perdiéndola y acaba en tierra removida para la construcción de una casa pero, llegaré a una calle que, finalmente, me llevará al puerto, donde, al final, sacaré una foto de una especie de fortaleza circular ¿por qué me recuerda a algo de tipo veneciano?, con el monte de Santa Tegra al fondo.
Un chico ha envidiado mi camino. Dos mujeres que bajan de la “muy buena pastelería” Monserrat, con sendas tartas y me dicen que no saben que haya camino, pero que lo intente. Llegaré sin problemas a una playa con bañistas y tranpolín, que sorprende por su tranquilidad; sobre todo si lo comparamos con lo abrupto de la costa pedregosa y de fuerte oleaje que ya he empezado a observar y que seguirá aumentando en rotundidad. La poca gente que se ve está vestida, pero entre las rocas, parece que puede haber algún nudista. No quiero pararme, ya que me gustaría llegar a comer a Portecelo (aunque en mi mapa de Pontevedra pone: Portocelo y en mi aeroguía ¿Cuál será el correcto?).
Paso por un grupito de casas donde tienen un boxer y la dueña me dice que no hace nada pero que, al contarle mi aventura en Cesantes, ambas especies deben ir atadas y con bozal, ya que están entre las calificadas como peligrosas. Después de ver a éste, dudo si el que me atacó era boxer o dogo (No soy experto en perros, aunque conozco algunos de caza). El camino, a veces, se pierde entre las rocas pero, con un poco de sentido de la orientación, resulta fácil volverlo a encontrar. Llego a un lugar en que el camino finaliza y pido ayuda al dueño de una de las últimas casas; según él, aunque es difícil bañarse fuera de alguna pozas entre rocas, lo mejor que tiene el lugar es la tranquilidad. Me da instrucciones para que, después de unos matorrales, encuentre un camino; me costará, pero lo encontraré y le agradezco de lejos; así salgo a la general y a las 14:00h llego a Portecelo que no tiene restaurante alguno: había un chiringuito, pero cerró. Un chico se ofrece para llevarme en su coche al Duke Blanco, pero se lo agradezco y no acepto, y su chica me dirá que llegaré en media hora (que será una entera). Su ubicación no es buena, ya que no está en la carretera, sino bajando, pero tiene un buen anuncio, grande y eficaz. Por la carretera he visto un FDC (nada). Aunque busco comida energética, y no hay, me doy un regalo. Será una de las mejores comidas del viaje. Como una nécora, 8 o 10 mejillones grandes riquísimos (al vapor) con limón y una chuleta con cantidad de patatas fritas. Está todo buenísimo y, sabiendo lo lento que soy yo comiento nécoras, le diré que vaya sacando todo, según se vaya haciendo; así comeré, nécora, mejillones, nécora, chuleta y nécora para terminar; tarta whisky y menta poleo con ½ de viña Reboreda; el dueño me redondeará la cuenta de 21,15 a 20€ y me dará un botellín de agua para el camino. Es un matrimonio encantador y que está al servicio del cliente. Hay comiendo un matrimonio de Ferrol con dos niñas, al final, él me quiere invitar a café. Otro grupo con coche matrícula Z, pero que no son de allí; un abuelo que, al no haber licor de café, pide whisky, y su nieta que quiere los helados que no tienen x; los que la tienen son los únicos que hay.
Pereiro pierde el Tour.
Hoy contrareloj decisiva para el Tour de Francia (que es de donde vengo). Pereiro va lider con el maillot amarillo pero, no es contrarrelojista y se teme que hoy pierda liderato y Tour, ya que mañana será etapa de trámite. Estar en la tierra del galego es razón importante para ver la carrera. Todos dicen que tiene pocas posibilidades, porque saben que el americano Landis tiene todas las de ganar y, efectivamente, así ocurrirá. Yo que paso del ciclismo, hoy me quedaré en el Duke Blanco hasta que finalice la carrera, mientras el matrimonio come. Tienen una hija de 8 años, un hijo de dos y el lunes, día 60º de mi viaje, ella sale de cuentas de otra niña (un descuido, falta de precaución, pero que esperan ilusionados); él fue legionario y quiso reincorporarse a la legión, cosa que finalmente no ocurrió, y me da instrucciones para reducir el consumo de agua: ponerse un hueso de aceituna bajo la lengua u otro elemento, que propicie la generación de saliva. Me cuenta cómo a ellos les daban un litro de agua para todo el día; lo dosificaban de tal forma que les tenía que sobrar para lavarse cara, oídos y genitales.
Me ha enseñado fotos de puestas de sol y de tormentas y me ha regalado una con helechos de la época terciaria, que están muy cerca, en Santa María de Oia, pero sobre los que no quiere hacer publicidad, para que la gente no venga a destrozarlos. Aunque todos quedan tristes porque Pereiro ha perdido carrera, liderato y Tour, me despido agradecido por la buena comida, lo bien que me han tratado y deseándoles suerte en la llegada de la neófita. Ya me voy, pero quiero hacer un aparte con el lector. Por lo que falta de año y en el 2007, irán demostrando que el americano se había dopado y, aunque tarde, había llegado el reconocimiento de Pereiro como ganador del Tour-2006. Me apetecía visitar Oia y a esta familia y celebrar lo que no pudimos celebrar aquel día, así que me hice el plan de pasar por allí en 2007, año en que haría caminando la costa portuguesa; la idea inicial era hacerlo de norte a sur, a partir de Caminha, pero luego fue variando y la hice de sur a norte, así que al llegar a Oia el 24 de julio de 2007, lo que hice es parar en un bus cerca del Duke Blanco, que ya no tenía aquel cartel aparatoso y, en vez de felicitar, tuve que apenarme ante una familia destrozada; la niña ya tenía un añito, había nacido según lo previsto, le llevé un pequeño regalo, estaban muy contentos con ella los cuatro, pero les habían obligado a cerrar el restaurante, unos malos vecinos, ni el restaurante ni la casa estaban en regla, después de haber tenido permiso de habitabilidad, revisión bancaria, obtenido préstamo hipotecario, todo había quedado anulado; sin trabajo, sin otros recursos, el marido había encontrado trabajo de camionero en Almeria y empezaría en setiembre; no hay que ser muy perspicaz para solidarizarse con la morriña de los gallegos en tierras almerienses. Desde aquí mi deseo de que se hayan aclimatado y que todo les vaya bien y sean felices.
Sigo por la general y, prácticamente el resto del día, no la dejaré. Por el arcén cojo muchas moras, grandes y maduras, pero con poco sabor. No tengo inconveniente en beber agua después. Veo de lejos el Monasterio y bajo por la primera bajada, me doy un baño entre rocas y me seco al aire. A un pescador le salta una ola, estando su hijo muy cerca y, su mujer, más alejada y leyendo, está totalmente ajena a lo que podía haber ocurrido si la ola se lo lleva. Veo otra pareja: él se pondrá el bañador y se irán. Hay otra pareja; ella se escapa y se oculta dentro del coche; desde allí lo vigila; él la busca. Cuando me voy, él habla por teléfono; ella dentro del coche habla también por teléfono, ¿entre ellos? Probablemente.
Llego al Santuario y están dos chicas sujetando un gran cartel que se ha empezado a rajar por la izquierda; hacen un arreglo provisional, para que el lunes lo hagan definitivo. Aunque me dijeron que no lo podría visitar, está abierto y se reciben visitas guiadas.
Hago fotos y me incorporo a un grupo que ya ha visitado parte del edificio. En mil ochocientos y pico los jesuitas, que habían sido expulsados de Portugal, se instalan y fundan un colegio. También fueron expulsados de España y, a partir de entonces, permaneció en manos no eclesiásticas. Tenían grandes extensiones de terreno y los primeros monjes tenían huerta, frutales, caballos y otros animales; hacían sus vinos y vivían de sus productos. Nos enseñan los establos, que todavía huelen, pero es un olor reciente, a oveja actual.
Hay una fuente de granito que no terminaron de construir en su tiempo; cuatro cabezas de caballo unidas por sus cuellos que, inicialmente, eran de mármol y que, al estar tan deterioradas, las replican en granito. Son unas bellas cabezas. Pregunto si en vez de caballerizas, aquello no sería el refectorio, y la guía me contesta que aquello nunca fue refectorio y que ya lo había enseñado antes de mi incorporación. El claustro me ha gustado mucho. Me voy por la iglesia, austera en su mampostería, pero muy barroca en sus retablos y, en vez de subir a la general que está arriba, sigo por abajo, hasta dar también con ella. Me he entretenido mucho y será difícil llegar a Baredo, cerca de Baiona, para estar mañana a primera hora para visitar las islas Cíes. Llegaré hasta donde pueda. Toda la costa está siendo muy rocosa y poco propicia para dormir en playa, además a lo largo de la tarde, se irá oscureciendo el cielo y amenazando tormenta. Empiezo a mirar sitios para dormir en Viladesuso, pero me parece que todavía puedo acercarme más.
Menos mal que el sol abrirá un resquicio por el fondo del mar, antes de llegar al ocaso y la oscura noche que se había puesto, clareará. Voy preocupado porque ya empiezan a aparecer coches con luces. Al pasar por una casa grande, me dirán que son viviendas. Por los lados de la carretera hay gente de boda papeando; veré varias bodas. Ha habido un accidente de autobús con tres heridos; están tratando de rescatar al autobús metido en una zanja. Ya en Mougas, encuentro un hostal donde me ducharé, cenaré y dormiré. No encuentran el sello y no me lo pueden echar en la credencial y lo mismo me pasará mañana en las Illas Cíes. Me atiende una chica que lleva poco tiempo en España. El propietario le da lecciones de español con poco arte, eficacia y perspicacia. Duermo bien y sólo me levanto una vez a orinar; la segunda, ya será próxima a la hora de levantarme. Me destapo y me tapo mal. He pagado cama (25) y cena (12), ¿qué cené? 37€ con Visa y el Hostal es el Soremma.
El balance del día ha sido nulo en cuanto a baño, ya que sólo me doy uno entre rocas; lo mejor la comida en Duke Blanco y lo bien que he sido tratado; también el Monasterio de Santa María de Oia (que me había hecho idea de no ver) y los castros de Santa Trega que, aunque ya conocidos de otras veces, no está mal revisitar (a pesar de la santa con pelo); la pena por Pereiro (que tendrá mejor segunda parte).
El balance del día ha sido nulo en cuanto a baño, ya que sólo me doy uno entre rocas; lo mejor la comida en Duke Blanco y lo bien que he sido tratado; también el Monasterio de Santa María de Oia (que me había hecho idea de no ver) y los castros de Santa Trega que, aunque ya conocidos de otras veces, no está mal revisitar (a pesar de la santa con pelo); la pena por Pereiro (que tendrá mejor segunda parte).
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