57ª Etapa. 21 de julio de 2006. Viernes.
Tui, Tomiño, O Rosal, Camposancos, Caminha, Camposancos.
Los primeros que se levantan son la familia. He dormido muy bien; me ducho muy a gusto, bien enjabonado y con agua fresquita, una buena forma de despedirme del último albergue del camino. Recojo todo y me despido de la bretona, de la inglesa, de la chica del puente (al marido no le veo); cojo agua y me despido del inglés que está afeitándose en bolas. La familia ya se ha marchado y el portugués duerme. Adiós albergue. Echo la propina (3€) y me despido de la encargada, que ya está haciendo limpieza con bayeta húmeda, y de su ¿hija?, que cierra la puerta.
Olvidé poner el nuevo rollo y lo pongo ahora para sacar foto de la portada de la catedral, donde una señora también limpia. Me encamino hacia la frontera, donde ayer vi dirección A Guarda 20 km. Pienso que será etapa suave. Por la carretera un FDB. El Miño se despierta, pero yo no lo veré hasta el desayuno, entre Amorín y Forcadela; la neblina que produce me protege del sol incipiente, y con poca fuerza, de la mañana. Después de andar hora y media, uniré el protector de cuello a la visera y pararé a desayunar en Carregal (1,40€) que pertenece a Tomiño. Son las 11:10h y ya he cagado, cogido agua y, en marcha, de nuevo. Me debato entre dos ideas: llegar pronto a A Guarda para, por Camposancos, pasar a comer bacalhau a Caminha o bajar al Miño para darme un chapuzón; la carretera que llevo, va siempre muy próxima al río, pero con la suficiente distancia como para no verlo, además de los árboles ribereños que me lo impiden; ¡no hay forma de verlo! Me propongo coger carretera menor en Goián (que no goian, que en euskera significa arriba) pero, al llegar al cruce, no lo hago; aunque al llegar a Eiras, sí lo haré. Cuando voy bajando entre casas, un señor me dirá: “el baño en el río es peligroso”; “entonces ¿no bajo?”, le pregunto y su respuesta será: “sí, baja, pero en la zona señalada para el baño”.
Efectivamente, veo una zona de corchos flotantes bastante amplia y una franja, algo estrecha, de arena; lo comento con un chico que está con un niño, y piensa que es una playa artificial, hecha con arena traída de alguna playa costera; la verdad es que, mirando bien, el terreno circundante parece como de duna, así que tampoco sería de extrañar que la arena fuera autóctona; los caminos también son arenosos. Me alejo de la primera zona y, a distancia prudencial, entre una pareja (ella en topless con un perro horrible) y un matrimonio con una niña, me intento dar un baño que no dejará de ser simbólico, ya que el agua apenas me llega a las rodillas y, si sigo, me encuentro con algas que no me apetece tocar, ni que me toquen. Me seco al sol y me tumbo. Pasarán por delante una pareja y un señor pero, para cuando regresan del paseo, yo ya me habré vestido y me voy. Reinicio la marcha entre caminos varios y llega una chica en coche que me dice que es posible que no pueda continuar porque hay un observatorio hornitológico. Ella se queda en una miniplaya y yo retrocedo buscando pequeña carretera que me sacará de nuevo a la general. Voy andando un rato y me doy cuenta de que ya no voy a llegar a comer, ni a A Guarda, ni a Caminha, así que, al avistar un restaurante de carretera con indicación de menú, entro a comer. Se trata de La Pradera, en San Juan de Tabagón (O Rosal) 986611277. Una chica joven me dice qué hay de menú y, en cuanto oigo callos, ya sé lo que voy a pedir; luego entre salmón (que me hace poca gracia) y filete, tampoco tengo la menor duda. Al comentarle cual era mi intención inicial, me dicen que ellos también hacen muy buen bacalao, que el menú cuesta 10,50 y el bacalao 12€; agradezco la información, pero me reafirmo en el menú elegido; ya es suficiente bacalao cenarlo dos día seguidos y me conviene comida energética. Al contarle sobre mi camino y dónde pretendo dormir me dice que, porque está trabajando, que si no me dejaría dormir en su casa; ¡mujer caritativa! Se lo agradezco en el alma y de palabra; la sensibilidad femenina… qué diferencia con el camarero que me atiende: en su sitio, formal, sin salirse de las normas, sin preguntar a ver si con el menú puedo tomar un Ribeiro joven barato, de precio similar al blanco o tinto que me ofrece; me recomendará el tinto. A lo largo del viaje he visto sacar jarras frías de los frigoríficos y en las que vacían el vino solicitado; a pesar de lo dicho, no es un camarero estirado; cuando a la chica se le caen todos los elementos de una vinagrera, milagrosamente sin romperse nada, él no tiene ningún problema para pasar la fregona sobre lo manchado; constato unas posiciones diferentes de los dos camareros respecto a mí y creo que son aspectos diferenciales de personalidad y nada tienen que ver con el género (masculino o femenino). Los callos: garbanzos con chorizo (flojillo) y callos, son una ración escasa (claro, después del perolo que Pepe me sacó en Cariño…); sin embargo, los dos filetes de ternera están buenísimos y son ración más que generosa, poco hechos, como a mi me gustan y así he pedido (“sangrantes”) y con abundantes y ricas patatas fritas y un pimiento (¿por qué lo sacan frío?). O postre o café y pido Contesa (aunque la ración es mínima). Dejo un euro de propina, lleno de agua la botella y me voy.
Después de andar un rato, y sin premura para llegar a A Guarda, voy relajado por la carretera; algún pinchacito en las piernas, como si fuera un aviso de algún mal que me vaya a venir, pero que no tendrá mayores consecuencias. Llego aun lugar en que indican información a 200m. y, a la vez, un camino que cogen algunos ciclistas jóvenes hacia el río; también a unos 150m. hay otro camino que vuelve a la general y por el que entran otros ciclistas. Se ve que ambos caminos van al mismo lugar.
Me meto por el primero y llego a una zona del Miño que hace como islas y ríos pequeños, diferenciados del gran río y que están formados por un río menor que desemboca por allí, el Tamuxe. El acceso me gusta más que la zona donde me he bañado antes, ya que se hace por un embarcadero, una plataforma de madera unida a tierra por un puente pasarela, de los que varían su inclinación según sube o baje la marea (se nota que ya nos estamos acercando a la desembocadura), se podría decir que estamos en el Espacio Natural do Baixo Miño. Hay dos chicos y les pregunto cómo subir después de que me tire al agua y, uno de ellos, me dice que hay una rueda colgada que me permitirá aferrarme a ella para subir. Me dicen que la corriente me llevará hacia Tui (hacia Fuenmiña) y me tiro del lado de A Guarda y, prácticamente la corriente ni se nota; está estática y, como me he tirado en el extremo de la plataforma, me costará llegar a la rueda ¡dónde está la puta rueda! Después el ascenso será más fácil de lo previsto. Me tumbo sobre las maderas, para secarme, y es un gozo, por el vaivén del agua y el calorcito de las maderas ¡me quedaría tumbado lo que queda de la tarde! Pido al chico más alto que me saque foto para recuerdo del momento con Caminha a un lado y A Guarda al otro, ambas en el fondo, en la desembocadura del Miño. Luego él se bañará y subirá con facilidad sin hacer uso de la rueda; nadará hasta el centro del río y hará pie hacia la mitad. Hay que tener en cuenta que no es el gran río. Empiezan a llegar más ciclistas y bañistas, chicos y chicas, van andando hacia una zona arbolada que está algo más abajo. Alguno hace algún comentario y les digo que si quieren bajar a la plataforma yo me iré enseguida; los que han ido hacia los árboles, vuelven ya sólo con el bañador y para dejarles sitio me visto y me voy. Al pasar la pasarela comentaré con algunos y dicen que estoy en mi derecho para estar desnudo y “es su libertad”, dirá otro. Bien por la tolerancia, mejor, por el respeto, de estos jóvenes bañistas del Baixo Miño.
Creo que voy hacia A Guarda, pero, en realidad, a donde voy es hacia Camposancos, que es donde está el embarcadero. Voy comiendo moras, tan ricas como las de ayer; me apena no haber cogido un montón de fruta de la pasión que he visto, maduras, al pasar por Eiras; daba la impresión de que no las iba a aprovechar nadie.
Cuando llego, deberé esperar media hora hasta el próximo transbordador; coger billete de ida y vuelta no ofrece ninguna ventaja económica, sólo evitarme la molestia de tener que sacar de nuevo otro a la vuelta. El precio es 0,60€ por viaje.
Salimos tarde porque unos portugueses que llegan en catamarán, deberán coger este transbordador para regresar a su país. En los asientos más próximos al mío, viaja una pareja galega que mañana sábado tiene una boda; les saco una foto y él a mí. Luego les sacaré digital bajo un árbol, que hace de parasol, en Caminha, en la plaza principal, donde tomaré una caña (1€), haciendo tiempo para que abran el restaurante Primavera (con propaganda en la taquilla y recomendación del controlador de vehículos). Nada más llegar he visto la carta y el precio del bacalhau brassa me ha parecido más económico que en Valença ¿y la calidad? Me acerco a los bomberos y les digo que, al pasar en el transbordador, he visto humo al otro lado ¿quizás en Seixas? Y me agradecen la información, aunque lo tienen ya controlado. Me doy un paseo por la ribera del río hacia su desembocadura y en una rampa a dos lados, con nasas, orino. Al regreso observo que hay mucho patriotismo, en muchas casas ondea la bandera portuguesa y parece ser que es una manifestación habitual, que no obedece a festejo alguno. En ese paseo he hablado con el empleado de una tienda, que es el que me aclara lo de la diferencia horaria, que bacalao bueno también lo puedo encontrar en otros sitios.
Caminha no tiene la gracia de Valença, pero tiene un ayuntamiento porticado, una torre con reloj, una iglesia contigua que, con la plaza llena de terrazas, bares, cafetarias y pastelarias, forman un conjunto armónico y atractivo. Son propuestas agrupadoras que nos ofrece esta sociedad del consumo. El restaurante no acaba de abrir y ya ha pasado la hora señalada, y tampoco tengo mucho tiempo para cenar, ya que la hora del último transbordador manda y también hay que tener en cuenta la diferencia horaria de los dos países. Quiero cenar a las 20:00 para coger el transbordador de las 21:00; pero son las 19:00h. Así que no tendré más remedio que coger el último, el de las 22:00 hora española.
Ya he terminado la cerveza; tienen un camarero muy activo, aunque esté gordito; es el que más servicios hace, al que más le llaman, el que primero se acerca en cuanto llega un nuevo cliente, presto a limpiar la mesa que se ha desocupado. Dibujaré (diseñaré, como dicen ellos) la plaza con la torre del reloj, el año que viene. Por fin llega una de las camareras del Primavera y un chico, que trae pescado recién cogido del mar. Le digo lo que quiero: bacalhau brassa y 0,375 de vinho verde y, para que no me aburra esperando, me trae variedad de quesos y panes que, al confirmarme que me los va a cobrar, haré retirar. Tras tres cuartos de hora de espera, me traerán un bacalao excesivamente churruscado, con zonas quemadas negras, patatas asadas, ajos calientes (aparte) y vainas (hilosas y tiernas mezcladas), a las que echaré el aceite. Del bacalao como primero los extremos, que me parecen los más secos y espinosos, para dejar los lomos, que confío serán más jugosos, para el final; pero el género es de tan mala calidad que no hay forma de verle las láminas por ningún lado, sino que resulta un tronco muy estropajoso, de una calidad muy inferior al de Valença ¡qué mala suerte! Ayer por la elaboración y hoy por la calidad, me voy con muy mala opinión del afamado bacalhau portugués. Desde luego, el próximo año no pasaré por el restaurante Primavera. ¡Donde esté el bacalao al pil-pil del país vasco que preparo yo! Y lo dice uno que no se considera nada chovinista. Después de traerme la cuenta (17,40€, que paga Visa) y la encuesta para responder, la camarera no volverá a aparecer. Le he mostrado mi desagrado. Me cobrará otra más joven. Otro detalle, este a favor del local; el matrimonio que se ha sentado detrás, ha pedido lenguado y se lo han traído para que lo vieran antes de ser cocinado; no sé si es algo habitual, pero me ha gustado que lo hagan.
Restaurante Primavera Plaça Conselheiro Silva Torres 99-100 4910-122 Caminha 258921306 Peixes frescos da nossa costa, as melhores carnes do alto minho, garrafeira seleccionada. Voy hacia el transbordador y lo encontraré con relativa facilidad. Primero voy a los servicios y lleno de agua la botella, para la noche. Al empleado de la entrada, que me recomendó el restaurante, le digo que no me dieron buen bacalhau y le explico mis razones; aunque es portugués, me entiende; en el barco va una pareja que está en el camping; al decirle que voy a dormir en la playa, me dicen que el camping está cerca y me voy con ellos a preguntar, a ver si me puedo quedar, aunque sea pagando algo. Al llegar, resulta que está a 3 km. y me invitan a ir en coche; decido no ir, ya que si no me admiten, luego tengo que volver y se me hará muy de noche. En el trayecto, se han reido con mi relato de las lentejas de caridad ¡parece que puede ser algo gracioso si lo sé contar bien! Cojo carretera en dirección a la playa fluvial. Veo un puesto elevado para vigía de socorristas y me parece que, si no encuentro nada mejor, retrocederé hacia él y, efectivamente, como no encuentro algo más confortable, así lo hago. La arena y las escasas piedras que hay no me dan más confianza, pero encontraré otro puesto similar con la parte inferior como chiringuito o puesto de primeros auxilios y, arriba, el puesto de vigía, con cubierta, por si llueve. Ya está oscureciendo, así que subo por la escalera, que está amarrada arriba con cadena y con candado, y me instalo. Tres personas, dos chicos y una chica, salen de entre los pinos, después de que han cenado, huyendo de los mosquitos, pues les están acribillando a picotazos. Los dueños de un minichiringuito, que lo están terminando de pintar, por dentro y el exterior, para abrirlo en breve, se irán a la vez que yo me acuesto. El lugar elegido para dormir me parece adecuado; tiene una alfombra verde, como de cesped artificial y, al estar en lo alto, libre de bichos (sólo 2 o 3 mosquitos zumbarán de noche). Pero yo no contaba con tan sencillo acceso de coches, algunos de paso para alguna zona de población y que sólo molestan en el inicio, con los focos, y otros, de jóvenes ociosos que, para no aburrirse en otros sitios, se aburren allí. También unas familias con niños exploradores que buscan algo realmente interesante; aparecerán, se perderán por la orilla contraria de donde estoy y, luego, volverán hacia mi zona de playa. Pero todo esto, no será lo peor. Un conductor de coche furgoneta que se dedica a hacer trompos, derrapando en círculos con su coche y levantando una gran polvareda ¡parece que le gusta el riesgo, el peligro, está desesperado o loco, o todo ello a la vez! Y, lo más probable, seguro que el coche no es suyo. No es lógico que alguien trate tan mal a un vehículo propio. El caso es que, después de una serie de 10-12 arranques en recto y que acaban en giros circulares y reculando y haciendo que me llegue el polvo hasta los ojos ¡por fin! se irá y no volverá. Otros coches llegan y los conductores fuman un cigarrillo y se van. Otros se van cuando llega otro coche. Otro parece que juega a quedarse sin luces y, al aparecer otro ¿amigo? Arranca a la vez que el otro acelera, haciendo una especie de carrera corta, para ver quien sale primero de la zona. ¡Niñatos aburridos que no saben emplear bien y en forma divertida el tiempo de ocio! Una furgoneta con la parte trasera como si fuera cama, deposita en tierra a un gordito que me parece ver desnudo. Se pone una camiseta y, al ver que yo ocupo el puesto de vigía, se irá al otro extremo de la esplanada. Habrá una luz durante bastante tiempo. Otra pareja ha llegado avanzada la noche y ella ha ido lanzada a bañarse: he oído a lo lejos palabras como: "está buena", "con o sin bañador", pasean por la orilla pero, finalmente, parece que se han ido sin bañarse. Otra pareja se irá ya de mañana. Como véis, ha sido una noche movidita, noche sandunguera, propia de fin de semana y, sin embargo, creo que en las horas centrales he descansado lo suficiente. Se ha levantado un ligero vientecillo procedente del Miño, no del mar, y dos veces me he tenido que levantar con meadas muy copiosas desde lo alto y hacia la derecha de la escalera; aunque el bacalao no ha cubierto las expectativas, el vinho verde sí. La noche ha estado estrellada y la luna en cuarto menguante; faltará poco para la luna nueva. No he conseguido ver la Osa Mayor ¡quizás por el techo protector! El trío que cenaba en los pinos me ha orientado cómo subir mañana a Santa Tecla.
Balance del día. Si bien no ha habido baño en el mar, el que me he dado en la plataforma del Miño y el rato que he estado tumbado, han sido muy placenteros. La catedral de Tui no la he disfrutado como me hubiera gustado, por dentro, porque la señora estaba limpiando y, por fuera, por la oscuridad de la mañana. El bacalhau de Caminha, malísimo y la noche sandunguera ¡qué locura! Sólo interesante la chica del comedor, hospitalaria, y curiosa y positiva la actitud de los jóvenes bañistas del Baixo Miño respecto al nudismo. Si he dormido mal, no sólo ha sido debido a toda la movida nocturna, probablemente también haya contribuido la presencia inmaterial de todos los muertos y desaparecidos que poblaron el campo de concentración cercano de Camposancos, durante la Guerra Civil y los primeros años del franquismo, que reclaman justicia.
Balance del día. Si bien no ha habido baño en el mar, el que me he dado en la plataforma del Miño y el rato que he estado tumbado, han sido muy placenteros. La catedral de Tui no la he disfrutado como me hubiera gustado, por dentro, porque la señora estaba limpiando y, por fuera, por la oscuridad de la mañana. El bacalhau de Caminha, malísimo y la noche sandunguera ¡qué locura! Sólo interesante la chica del comedor, hospitalaria, y curiosa y positiva la actitud de los jóvenes bañistas del Baixo Miño respecto al nudismo. Si he dormido mal, no sólo ha sido debido a toda la movida nocturna, probablemente también haya contribuido la presencia inmaterial de todos los muertos y desaparecidos que poblaron el campo de concentración cercano de Camposancos, durante la Guerra Civil y los primeros años del franquismo, que reclaman justicia.
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