56ª Etapa. 20 de julio de 2006. Jueves.
Saians, Panxón, A Ramallosa, Gondomar, Couso, Monte Aloia. Tui.
Me levanto a las 6:45h, me baño (justo entrar y salir) pero, como hay rocas, vacío la botella de litro y medio encima de mi cabeza. Me seco, visto y salgo a las 7:10h.
Paso el cabo de Monteferro (sin foto) y en el concello de Nigrán, me meto en la parroquia de Panxón, donde veré una iglesia moderna que me recuerda, en galego, a Gaudí. Se trata del Pórtico Votivo del Mar (o al menos eso es lo que le he entendido a un guarda de seguridad –están dos-, que vigila el colegio próximo), “lo construyó el arquitecto Palacios”, también me dirá.
Saco varias fotos del exterior y por dentro no lo veo, ya que está cerrado. Es como si tuviera estructura neogótica.
En Nigrán encuentro un camino por encima de la carretera, sin arcén, que no tiene salida y que me obligará a retroceder. No hay ni una cafetería abierta, pues todavía no son las 9:00h, pero tienen pinta de dormilones que, a lo mejor, no abren hasta las 10:00h. Pregunto a una señora con dificultad auditiva (o quizás yo hable bajo, o el cambio de idioma), pero no sabe decirme a qué distancia está Gondomar, y eso que estuvo ayer en Casa de Saude por un problema en un pie.
Dejo a un lado la carretera que me llevaría a Baiona, que está a poco más de dos kilómetros, y será esta distancia tan corta, la más costosa de todo el recorrido, ya que llegaré a Baiona dentro de cuatro días, puesto que voy a hacer el recorrido: A Ramallosa- Gondomar- Tui- Valença do Minho- A Guarda- Caminha- A Guarda-Oia-Mougas-Baiona. Aquí se materializará mi proyecto Baiona (Francia)-Baiona (Pontevedra), para compensar el ya olvidado Etoile de Gibraltar-Peñón de Gibraltar.
Ya en la carretera hacia Gondomar, veo que faltan 4 km y me meto en un hotel que en autoservicio, el desayuno cuesta 6€, me parece caro, pero hubiera acertado quedándome, ya que habría podido hacer un desayuno potente y ahorrado la comida que, de todas formas, ahorraré, como se verá. Retrocedo al cruce, donde había una pastelería, y desayuno en A Ramallosa; hay mesas altas con taburete, que no me agradan mucho, pero me ofrecen subir al piso alto, donde hay mesitas, y me lo suben, con uno de crema y una strudel (3,55€); todo muy rico. A las 11:00h llamo a mi hermana Sagrario y me voy, pero, nada más salir de la bollería, me llama mi ex jefe Tiburcio Alzualde. Le cuento que voy en dirección Tui y que me quedan pocos días para acabar el viaje.
Ya en la carretera hacia Gondomar, veo que faltan 4 km y me meto en un hotel que en autoservicio, el desayuno cuesta 6€, me parece caro, pero hubiera acertado quedándome, ya que habría podido hacer un desayuno potente y ahorrado la comida que, de todas formas, ahorraré, como se verá. Retrocedo al cruce, donde había una pastelería, y desayuno en A Ramallosa; hay mesas altas con taburete, que no me agradan mucho, pero me ofrecen subir al piso alto, donde hay mesitas, y me lo suben, con uno de crema y una strudel (3,55€); todo muy rico. A las 11:00h llamo a mi hermana Sagrario y me voy, pero, nada más salir de la bollería, me llama mi ex jefe Tiburcio Alzualde. Le cuento que voy en dirección Tui y que me quedan pocos días para acabar el viaje.
Cuando llego a Gondomar, un forastero me dirá que sólo es interesante la iglesia y una pareja de hombres me hablará del palacio del Conde; es entonces cuando me viene a la memoria el Conde de Gondomar, pero sólo lo recuerdo como personaje literario, sin recordar por qué es famosa su historia, ni qué escritor hablaba de él. Ahora, cuando escribo en el blog, me viene la imagen de Juan Goitisolo. En la carretera, un FCX y el conductor hablando por móvil y le hago gesto de que no debe hablar mientras conduce, y sigo adelante. Cuando llego a la iglesia de San Bieito, me limito a sacar foto con su escalinata de acceso.
Me acerco al Pazo del Conde y pregunto a dos guardias civiles y me dicen que no saben por dónde se entra; llego a la puerta, pero apenas se vislumbra el pazo, entre árboles; como me han dicho que hay dentro perros grandes sueltos y peligrosos, me asomo, saco la foto y, con el recuerdo del que me atacó anteayer en Cesantes, salgo cingando. Ya ha empezado la cuesta hacia arriba que me llevará al Parque Natural del Monte Aloia, y que no abandonaré en horas. Poco después de acabar Gondomar, hay una desviación a Randufe y Antime, que muy bien pudieran ser dos personajes literarios más; podría ser una bonita historia de amor entre griegos. Después de andar bastante, ya pasa de la una, pregunto en un bar para comer. Me dicen que ellos no dan comidas y que no tendré nada en muchos kilómetros ¡Hay si hubiera desayunado en el hotel! Que entre en Couso y que pregunte por El Colmenar y que, a la salida, pregunte por otra carretera que me llevará después del cruce de desviación Tui-Tomiño, que está próximo.
Invitado.
Obedezco, y en el cruce, me dirijo hacia Couso y, antes de un kilómetro, llegaré a O Colmenar da Subiada. Entro al recinto, que no al comedor, y me encuentro al dueño y empleados terminando de comer, para estar listos a recibir clientes en el comedor, pero hasta las dos no comienzan a dar comidas; me ofrecen como única alternativa bocadillo y, si quiero caliente, de jamón asado. Me lo como mientras les cuento de mi viaje y “alucinan”, sobre todo los jóvenes, y bebo un “culo” de vino que quedaba en la botella (para mi paladar, algo picado) y me obsequian con una menta poleo y se empeñan en dármelo todo gratis ¡qué bien! Gracias. ¿Querían que no contaminara el comedor? Podía haber comido a la carta, ¡total habría pagado Visa! Han empezado a llegar clientes al comedor, fuera ha quedado todo recogido y cada empleado en su puesto. Entro en el restaurante para agradecer y despedirme. Uno de los dueños hizo la mili en el fuerte de Guadalupe de Fuenterrabía (hoy Hondarribia) y tiene familiares lejanos allí pero, desde que murió su tía, perdió la relación con ellos.
Me orientan bien para la salida, pero llegará un momento en que me perderé, aunque pronto retomaré el rumbo. Salgo a la general, ya pasado el cruce a Tomiño, pero no acabo de subir y subir y sigo subiendo (veo en el mapa que la cima está a 629 m). He entrado a Couso bajando, luego he subido y he terminado saliendo de Couso, de nuevo, bajando; así que, todo lo bajado, lo tengo que volver a subir.
Tras todavía un pedazo de cuesta, poco antes de la cima, hay un mirador en el que se ve el valle, Baiona, Vigo y, al fondo, las Cíes. Un grupo termina de comer: un hombre con tres mujeres (mujer y hermanas). Hablamos informalmente y me dicen que el albergue de Tui está junto a la catedral ¡que es preciosa!, cosa que ya me había advertido la irlandesa zamorana de Redondela. Me dice el hombre del harem que, ya que estoy allí arriba (y desde Tui hay 9 km. de subida) que no deje de ir al monte Aloia, que tiene unas vistas increíbles, sobre todo de la vega del Miño y hasta su desembocadura. Me da instrucciones de cómo llegar: un camino a la izquierda, 500 m. de pista, cruce con la carretera que sube de Tui, subir y retroceder ¿sabré seguir tantas instrucciones? Pues, en algún momento metí la pata y me desespero sin nadie a quien preguntar. Subo a una cantera, a una antena; desde allí se ve la salida del Miño al mar, pero nada de Tui.
Intuyo que pueda ser otra la cima y, por encima de la cantera, encuentro un camino precioso, alfombrado de hierba y musgo y, ¡al fin!, encontraré la carretera y llego a un parque infantil y encuentro a un hombre, con coche, que me indica cómo subir al mirador: “cinco minutos”, me dirá; pero serán quince.
Una pareja, él ¿argentino?, ¿psicólogo? Que hablan de que van a ir a un templo budista. Me dicen dónde está la ermita de San Xiao (otra vez Julen), que no veré y el mirador de donde sacaré instantáneas de Tui y el Miño.
Veo un hueco, donde un joven de una familia que vive en Francia pero que, al menos, el padre es galego, me sacará foto para el recuerdo. Se trata de la cama donde dormía San Xiao; por esos montes sesteaba lejos y retirado del mundanal ruido ¡qué paz, qué sosiego!
Intento hacer el regreso sin volver por el camino de venida y consigo dar con la carretera e iniciar el descenso hacia Tui. Aún tardaré casi dos horas en llegar a Tui. Menos mal que hay bastantes fuentes con agua fresquita y, si hubiera tenido calor, me habría dado un chapuzón en una especie de depósito de agua; pero no lo hago; quiero llegar pronto a Tui.
Terminada la visita al parque natural, llego al lugar de información que está en una casa forestal muy bonita que pone: Enxeñeiro Areses. Sorprende que ponga ingeniero y no arquitecto pero, según me dicen en un bar, era el ingeniero quien vivía allí y se la haría un arquitecto, cuyo nombre no figura a la vista. Falta todavía bastante para Tui y aparece una desviación a la derecha sin ninguna indicación y que no me atrevo a coger. La foresta es preciosa y da buena sombra, aliviando el calor, pero tiene el inconveniente de que no me deja ver lo que hay más allá y pareciera que me voy alejando de Tui hacia Ourense. Finalmente saldré a población y una pareja me dirá: ella, que me queda bastante (como no decir nada) y él, que unos tres kilómetros (información bastante mejor). Entro en otra población, que ya será Tui, y en una calle ancha que me llevará a la zona monumental. Me orientará un policía local y tres mujeres me llevarán en volandas al propio albergue. Son más de las 19:00h. Un joven peregrino me dirá que no está la hospitalera, que me inscriba en el libro registro del paso de peregrinos y que me ubique en la cama que quiera, de las que están libres; lo hago, y lo mismo le diré al portugués que llega a continuación y que nos ducharemos a la vez. Nadie quiere volver a Valença do Minho. Hablo con el matrimonio con hijo (el que estaba en la puerta); el marido, bastante grueso, lleva los pies deshechos, llenos de ampollas y ella se las protege; llega la encargada, que no hospitalera, me da instrucciones de uso y comportamiento: luces, limosna, etc. y me sella la credencial: la misma vieira con casita de Neda, Miño y Redondela con el texto de Albergue de Tui. Salgo en dirección a Valença do Minho, con intención de cenar el afamado bacalhau portugués. Me acerco al puente sobre el Miño y veo cabina telefónica para llamar al regreso.
Cruzando el puente, saco la primera foto de Portugal (en realidad ya se veía a lo lejos, detrás del río, desde Aloia) y entro, por primera vez andando, en el país vecino; en el puente me cruzo con una pareja que regresa y saca fotos; les digo una broma hacia la mitad del puente y luego resultará que serán compañeros de albergue.
Ya al otro lado, entro en la fortaleza y me recuerda a Urgull, pero en más cerrado y con población en el interior; observo que todavía siguen ofertando mantelerías bordadas, sábanas, toallas…
Veo un restaurante especializado en bacalhau, pero me parece muy caro. Encontraré otro que, en resumidas cuentas, será parecido, pero está cerca de las almenas, se llama Fortaleza y me quedaré allí. Me recomiendan su especialidad, y resultará excesivamente empalagoso; aunque el bacalao sea de muy buena calidad, que lo es, no lo podré terminar. ¿Habré aprendido para Caminha? Me hago el propósito de pedir allí el más sencillo posible.
Aunque el bacalhau Fortaleza me ha parecido caro, no lo es tanto, si tenemos en cuenta la cantidad de pescado que lleva y los ingredientes que lo complementan: patatas fritas (muy ricas), manzana, cebolla y pimiento (también); lástima de esa salsa entre bechamel y mahonesa que lo empalaga; además me han sacado una ensalada muy rica, pero a la que han embadurnado de salsa rosada que también la vuelve empalagosa. El que sí estaba rico era el Vinho verde (1/2 botella) como novedad y descanso del Ribeiro; bien fresquito y con banda refrigeradora para que no se calentara. El que me ha servido se ha ido; me había prometido ponerme en un recipiente el bacalhau sobrente, pero para qué me lo voy a llevar, pues no tiene gracia comérmelo mañana frío; al chico nuevo le pido la cuenta (23€ que pago con Visa) y le doy un euro de propina y me voy. Este restaurante está en la rua Apolinário da Fonseca, 5 (dentro das muralhas) 00351251823146 4930-706 Valença. Me sellan la credencial. El bacalao es muy bueno, pero pedirlo preparado más simplemente; no pidáis a Fortaleza; tiene otras especialidades: arroz de marisco, peixes frescos, cozido à portuguesa, cabrito assado no forno y carnes variadas.
Mientras paso el puente, voy hablando de bacalao con una mujer de allí, que valora la sencillez y que compra el bacalhau en Valença porque mantienen el sistema de curado al aire, no con la artificialidad del español. Me dice que en ese sistema de curado está la clave de calidad.
Llegando al albergue, me encuentro con el matrimonio inglés, que vive en Andalucía. Tenemos una conversación muy bonita sobre nudismo (también lo practican en una playa que les gusta), sobre tolerancia (los ingleses, dice, llevan muchos años de democracia y son amigos aunque sean de ideas distintas) y más cosas. Son muy agradables, se ve que los años viviendo en Andalucía no han sido en balde. De Tui a Santiago hay 107 km.
Me voy a sacar la última foto del rollo 16, que no saldrá porque ya está muy oscuro, y a hablar con mis hijas, pero ambas me dan comunicando en los fijos. Regreso al albergue y conozco a la francesa de Bretaña, que lleva cuatro meses caminando y se dirige a Fátima, ¡qué poco mérito lo mío!, y está con un aspecto muy saludable. Todo el mundo lleva botas. Cuando todos están ya acostados, y la inglesa lee, bajo para apagar las luces de la entrada y de la escalera y le pregunto si puedo apagar la del dormitorio y me responderá afirmativamente y sin demora. Sin luz, al ir a acostarme, casi me caigo encima de la cama del grueso en el pasillo intermedio. La ropa lavada y mojada, y el pareo, los tiendo en el balcón y duermo con el saco abierto y con las piernas afuera. Con los primeros sueños me acuerdo de las riquísimas, gordas y maduras moras que me he comido bajando del monte Aloia.
Balance del día: hoy sólo el baño matutino, ya que el resto, ha sido casi todo por el interior. Bonita visita al templo de Panxón, a San Xiao en Monte Aloia, a Tui y a Valença; el no haber comido de buffet en A Ramallosa, ha propiciado la invitación en Couso, en O Colmenar da Subiada; lo más interesante, el interés que mostraban los jóvenes cuando les contaba el viaje. Un buen albergue en una bonita ciudad con famosa catedral. La veré mejor mañana. Se acabaron los albergues por este año. No ha habido encuentros muy significativos, aparte los propios de caminantes que se albergan conmigo: los ingleses andaluces, la bretona…
Balance del día: hoy sólo el baño matutino, ya que el resto, ha sido casi todo por el interior. Bonita visita al templo de Panxón, a San Xiao en Monte Aloia, a Tui y a Valença; el no haber comido de buffet en A Ramallosa, ha propiciado la invitación en Couso, en O Colmenar da Subiada; lo más interesante, el interés que mostraban los jóvenes cuando les contaba el viaje. Un buen albergue en una bonita ciudad con famosa catedral. La veré mejor mañana. Se acabaron los albergues por este año. No ha habido encuentros muy significativos, aparte los propios de caminantes que se albergan conmigo: los ingleses andaluces, la bretona…
No hay comentarios:
Publicar un comentario