viernes, 27 de mayo de 2011

viajedejavi. Etapa 24: Gijón-Avilés

24ª Etapa. 18 de junio de 2006. Domingo.
(Contrueces), Gijón, Candas, Luanco, Villanueva, playa Aguilera, Avilés.

Me levanto y me preparo con la luz que filtra por los intersticios de la ventana de mi compañero catalán-gallego; trato de hacer poco ruido, pero el de los plásticos vuelve a ser inevitable, pues no tuve la precaución de hacerlo anoche. Cuando bajo a recepción, el guarda de noche me abre la puerta de salida y me voy; no me daré cuenta, hasta después de un rato de caminar, de que no he devuelto la llave y tampoco el vigilante nocturno me la ha pedido; así que añado otra preocupación más a la que me está creando salir de Contrueces y entrar en Gijón.


He cogido como referente la Universidad politécnica, cuya alta torre es muy visible desde muchos lugares y que fotografiaré cuando esté más cerca; las carreteras de circunvalación de la ciudad no me van dejando hacer el recorrido más recto. Unos borrachines me indican bien cómo salir a la playa. Un señor me recomienda que coja el último puente sobre el río Piles. Cuando lo estoy cruzando, me acuerdo de la llave y pregunto por la Policía local y me dicen que está lejos; pregunto por el Ayuntamiento y me lo señalan: al final de la playa de San Lorenzo.

Cuando voy por el paseo marítimo, muchos grupos están de gaupasa (pasando la noche a la intemperie) y, algunos, se bañan. Cuando llego al Ayuntamiento, está cerrado a cal y canto; normal, es domingo. Entro en el Hotel Asturias, explico, y la recepcionista me admite la llave. Salgo, me quito el jersey y hablo con un abuelo que está entreteniendo a su nieta de un año. Me acerco a la iglesia de San Pedro, la que he fotografiado de lejos, con el monumento de Chillida arriba. En el atrio hay un “paso” ¿estará ahí desde Semana Santa?, pues no, tiene flores blancas frescas y está preparado para hoy; lo pasearán en la procesión del Corpus Christi.


 A las 9:00h subo hacia el monumento de Chillida  y lo saco de varias posiciones; es de cemento y se le va deteriorando el encofrado; empiezan a asomar trozos del entramado metálico. Hay un señor con un perro; saco foto y bajo por el otro lado. Cuando subía, una pareja de policías municipales “peinaban” los arbustos en busca de “bellos y bellas durmientes”; a unos que estaban en una pequeña tienda de campaña, les mandan “plegar”.












Bajo por el puerto y vuelvo a ver el yate que ya vi ayer desde el coche de Manuel. Adiós, a Don Pelayo, y me dirijo a la playa de Poniente, donde me daré un baño muy relajante. Un señor, el del perro, me dice que coja el túnel que está al final del puerto pero, cuando le digo que si por ir por el túnel me pierdo algo, me dirá que sí, que hubo un asentamiento ibero, del que quedan algunas murallas, entre las bombonas de gas y el faro; cuando llegue al túnel decidiré. Busco sitio para desayunar en el hotel La Polar. Sólo tengo 4€ y céntimos, pues he olvidado sacar dinero y por allí no veo cajeros automáticos; así que ajusto mi desayuno al dinero que llevo; no recuerdo qué tomo, pero será algo de 3,75€. Todavía me sobran unos céntimos. Escribo un rato el diario y me voy para las 10:40h. Encontraré un cajero de CajAstur, que me dice que por sacar trescientos euros me promete cobrar una comisión de 6€ ¿¡estamos tontos!?; así que anulo la operación. Poco más adelante encontraré un BBVA que, por la misma operación, me cobra 20 céntimos. Estoy preguntando a un señor la conveniencia o no de coger el túnel, más que nada para tener algún dato más sobre lo que ya me han dicho antes, y llega un gallego “broncas” y lo único que saco en claro de la discusión es que por el túnel doy más vuelta. Hasta las 11:30h no salgo de Gijón, según letrero barrado de carretera. Pregunto si es mejor por carretera vieja o nueva, y me recomiendan la vieja por tener menos circulación. Cuando llego a un cruce de la carretera vieja, en el momento en que la nueva pasa por encima, un vencejo (no creo que fuera golondrina), me ataca tres veces desde el aire, tirándose en picado desde arriba. La primera vez pienso que ha sido casual; la segunda vez, me pone en guardia; y la tercera es cuando le veo ascender y lanzarse contra mi cabeza. Le grito a una chica, para saber si es algo habitual, pero está profundamente conectada a su móvil y lo primero es el móvil (su mundo en ese momento) y el resto del mundo es como si no existiera. Poco más adelante, la carretera vieja desaparece y no tendré más remedio que ascender a la nueva, que se me hará bastante pesada.



Avisto Candas y Luanco y saco foto lejana; me iré acercando. Estoy deseoso de salir de la carretera general y una señora me dará dos informaciones clave. En el primer atajo encuentro a una pareja que prepara los bártulos de playa; pregunto a cual van y me dicen que a una de rocas; la señora me había dicho que la de San Pedro se había quedado sin arena; es la que está entre los dos pueblos mencionados. A las 13:30h Candas se ha quedado a mano derecha, así que sigo hacia Luanco;



bajo a la playa y me coloco en la zona menos ocupada, pero que encima hay una iglesia; allí está siendo foteada una niña disfrazada de primera comunión. Espero a que salgan de la playa, me doy un baño y como mientras me seco; luego me daré otro baño y estaré tumbado en zona discreta donde alguien ha hecho una hondonada junto a las rocas. A las 15:30h salgo de Luanco. Pregunto a un señor para coger la carretera hacia Fiame (que no veré) y me dará pistas para seguir, pero cometeré un error y tendré que hacer los dos catetos en lugar de la hipotenusa; así pasaré por Villanueva, donde sacaré una foto de la iglesia.



 Una vez tomada esta decisión, olvidaré el cabo de Peñas, ya que se ha hecho tarde, quiero ver las playas de Aguilera y Xagó y llegar a hora prudencial a Avilés, y todo no podrá ser. No ver cabo de Peñas es algo de lo que me arrepentiré; y no tengo ni idea de si merece o no la pena, pero es lo que esgrimo como argumento para demostrar que los albergues condicionan el camino. Debiera haber ido al cabo y haber dormido en cualquiera de aquellas playas del cateto occidental y, posiblemente, sin necesidad de bajar a Aviles. Y no me arrepiento ni de Avilés, ni del albergue. Pero sigamos. En Villanueva, una pareja de mayores (él, ¡pillín!, ya sabe que Aguilera es de desnudismo), me dan dos nombres que serán clave: Santa Olaya y playa Verdicio. En realidad, Santa Olaya no lo llego a leer, pero una mujer que tiene unas enormes plantas de hortensia (que aunque les echa azulete –añil- y restos de hierro, van perdiendo su intensidad de azul), me dice que aquella es Santa Olaya. Llego a Verdicio, y una chica me dice que Aguilera es la tercera y que con marea baja podré pasar a las dos. Me he encontrado a una pareja; él lleva delante en mochila a su niña de meses; tiene dos hijos del primer matrimonio, pero aunque es su tercera, para ella es la primera y están exultantes de contento. Van por otro camino; qué pena no poder disfrutar más tiempo de compañía. Bajo a la playa de Verdicio y paso fácil a la siguiente y para llegar a Aguilera, los socorristas de Cruz Roja me dirán que me dé prisa, ya que está subiendo la marea. Corro, y resulta ser más fácil que la anterior. Está casi vacía, sólo dos chicos al inicio y otro, nudista también, al otro lado de una roca. Me baño y, mientras me seco, entro en conversación con los dos primeros. El que está tumbado, se había puesto malo y había vomitado, pero parece que se le está pasando. El otro tiene 62 “tacos” y suspira por la jubilación; trabaja en la Seguridad Social. Me despido y comienzo la difícil ascensión para llegar a la carretera que pasa por arriba. En la cima hay una pareja  sentada en el banco que no se atreve a bajar por la pronunciada pendiente; lo cierto es que está muy mal. Les recomiendo venir con marea baja y entrar por donde yo he entrado y salir por el mismo sitio antes de que suba la marea. Seguro que los propios del lugar conocen sus triquiñuelas. Por lo demás Aguilera es una playa que no está mal. Los datos que doy, supongo que orientan a los amantes del nudismo. Es importante haber ascendido por donde lo he hecho, para desaconsejar dicho camino. Me encuentro con madre, hija y nieto, que me acompañan un rato; después me quedará mucho que recorrer para llegar a la general. Allí ya he tomado la decisión de ir a playa Xagó, así que nos quedamos sin información de otra nudista. Cuando llego a unos pabellones, hace stop un coche y le retengo para preguntar. Me recomienda el más largo, pero también más bonito, que vaya por el centro y que, al llegar a Llaviana, me meta en el pueblo y así bajaré hacia la ría, al final de un pabellón enorme. Encuentro a cuatro mujeres: “cuatro preciosidades”, les digo, y se ríen; están sentadas a la fresca en una parada de autobús. Después de bajar a la ría, aún me faltarán 5 km, que se me harán interminables y llegaré sin agua y con poca fuerza. Alguna de las últimas carreteras eran sin arcén y llenas de ortigas (en una de las curvas me he librado de churro, pero creo que el conductor se ha llevado mayor susto que yo).  Una chica, después de pasar el puente, me dirá cual es la calle Cervantes y llego ya muy fácil, con una pregunta más. Me reciben bien. Encontraré en el albergue a Juan, el alemán y la austriaca, Mónica; también el alemán de Polanco y otras personas: 4 ciclistas de Murcia y, a última hora y ya estando acostado y desde mi cama, veo acostarse a Beatriz; ya le saludaré mañana, pienso. El presidente de la asociación me orienta para las siguientes etapas, me cobra 3€ y le pago uno más por la nueva credencial (estoy ya en la última página de la otra) y me da un conjunto de ocho hojas que describe las etapas 10ª a 21ª de Avilés hasta Arca, pero a mí sólo me servirán tres, el resto son de la Galicia interior; también me orienta cómo salir mañana y me acompaña a cenar donde ya cenan los murcianos, ya había coincidido con alguno de ellos en las duchas; el que se ha duchado a la vez que yo, un auténtico kuroy (me venía a la mente el doríforo). Eligen jamón asado y, como ya lo veo, pido callos con patatas y, previo, un caldito calentito para entonar y terminaré con dos pasteles (9€+1€ de propina). Bien atendido, hablamos un poco de El Portús y de Cartagena (aún no conocía a mis amigos murcianos, ni a Manu, el murcianico de Getafe) y me voy a dormir. Las piernas flojean; he andado muchos kilómetros. La credencial de hoy es de la Asociación Astur-Galaica Santiago Apóstol. Avilés y tiene un dibujo destellante, con el santo, una vieira sofisticada y 15 estrellas.
Hoy no ha sido tampoco día con cosas que destacar; quizás el pueblo pesquero de Luanco y el baño en la playa; una vez llegado a la playa de San Lorenzo de Gijón y las visitas al cerro donde está la escultura de Chillida, la bajada al puerto y el bañito tranquilo en la playa de Poniente. Y que ya tengo dinero, de nuevo; bien cenado y atendido en el albergue de Avilés. Sueño a Juan soñar y oigo al alemán roncar.

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