viernes, 27 de mayo de 2011

viajedejavi. Etapa 23: Sebrayo-Gijón

23ª Etapa. 17 de junio de 2006. Sábado.
Sebrayo, Villaviciosa, Venta de las Ranas, playas Merón, La Ñora y Serín, Gijón.

El primero que se va es el alemán bebedor; cuando llegó, aún no me había dormido, y  parecía que venía dando tumbos. Luego se levantan los iruneses y después yo (que también gozo de la ciudadanía). Luego Juan, mientras que Mónica y el otro alemán, me saludarán al marchar. Inventario de los siete, más Beatriz, que pasó fugaz. Ducha, afeitado y a las 6:50h ya estoy saliendo. Olvidé dejar mi óbolo en el buzón. Los tres de Irun salimos hacia Villaviciosa y nos contamos experiencias del camino, de mi trabajo en Gureak y, en Villaviciosa, nos despedimos. Me oriento hacia el mar y hacia la derecha. Un señor me dirá que coja un camino y un puente metálico y con suelo de madera que vemos desde donde estamos; pero al llegar al cruce no acierto con la decisión; la indicación que veo es, hacia la derecha Reserva Natural de Ría de Villaviciosa y Venta de las Ranas; me temo que me vuelva a llevar al lado este de la ría y decido no arriesgar. También hay indicador de Venta de las Ranas hacia la izquierda, y será la carretera que cogeré ¡craso error!, puesto que, de esta forma, cuando llegue a la Venta, tendré que retroceder para acercarme a la playa Merón que, a la postre, no tendrá ningún interés y a la que podía haber llegado por la primera carretera que no me atreví a coger. El puerto resultará durillo; me encuentro con una pareja que llevan a una señora en coche a la que habían ido a buscar (no recuerdo si en Pedroso o en Contriz) y me confirman (como me había dicho un señor laringotomizado) que no encontraré sitio para desayunar hasta la Venta de las Ranas. Cerca me encuentro con un chico que está esperando a jubilarse para poder hacer todo el camino de Santiago seguido. Cuando llego a la Venta, en lugar de hacer un desayuno convencional, como dos bocadillos con vino y un trozo de bizcocho casero muy jugoso, y así se lo digo a la hija o nuera del dueño: el bocata de tortilla de patata estaba rico, pero el de chorizo no tenía nada de particular (4,55€). Escribo el diario. Pregunto al dueño de la Venta, que ha salido de una puerta que ponía: privado, cómo se va a Merón  y, como no lo sabe, consulta a un autóctono muy peculiar y, con sus indicaciones, salgo y retrocedo hasta la bifurcación que me llevará a la playa de Merón (si hubiera ido por la otra carretera, me lo habría ahorrado). Ha salido día gris y me he puesto las deportivas; estoy suspirando con llegar a Merón, quitármelas y ponerme las sandalias. Al cabo de un rato, llego a un campamento gitano, donde un chaval intenta sacar acordes a un acordeón. Le animo a que insista, porque me la quiere pasar a mí que no tengo ni idea (mis años de solfeo con el maestro don Luis Taberna, afamado organista de la parroquia de Alsasua y, después, con Enrique Zelaia, también afamado acordeonista de la misma ilustre y leal villa, no dieron más fruto que el poder cantar en el coro de la Juventud Cordimariana, de los Claretianos de Donostia); así que dejaré al muchacho intentándolo. Un poco antes de llegar al cruce, pregunto a dos hombres y me indican que coja un camino que acabo de pasar y que me toparé con la carretera que va para Careñes; así, llego a la iglesia y me meto por el camino de la izquierda. Menos mal que llevo las deportivas, pues está muy embarrado, debido a la lluvia de ayer y me costará llegar a la playa. Tengo que entrar con cuidado, por las piedras, nado un poco, y debo salir de nuevo con cuidado, así que playa Merón no es una playa que recomendaría, tampoco ví nudistas, al menos en la parte en que yo estuve. Llegan dos chicos y una chica, que vienen de las rocas más al Este; acaban de ver las huellas de Icnitas, pero dicen que hay que ir lejos para encontrarlas. No sé si ellos las han visto o no, pero tampoco me lo cuentan con entusiasmo como para tentarme a ir, así que les pido que me lleven en coche, más que nada, para evitarme de nuevo el barrizal de la bajada; se lo pido y acceden, aunque ellos van en dirección contraria y, si me descuido un poco, me llevan de nuevo a Villaviciosa, pero por la carretera que no cogí. En realidad, ellos van hacia Tazones y les tengo que insistir para que me dejen bajar; me pararán en Argüero. Allí pregunto a una mujer joven y, aunque me dice que el  camino que me recomienda hace mucho tiempo que no lo utiliza, recuerda que de niña iban mucho por él y que era un buen camino. Me animo a cogerlo y acierto, pues es de los bonitos, como los de mi pueblo, que van entre piezas o hacia el monte cerrado camino de Urdiain. En la vaguada encuentro un antiguo molino y paso un puente con un río, que es tan umbrío, por estar en la hondonada y por la espesura arbórea, que parece que lleva agua negra. Subiré todo lo bajado y más, hasta dar con la carretera; me doy cuenta que me he orientado mal, y que de nuevo voy hacia Careñes, en lugar de hacia la Venta. Al pasar por el campamento gitano, miro, y la ropa tendida está igual que a la ida, pero al chaval de la guitarra, no le veo. (Ahora no puedo asegurar si era guitarra o acordeón, pues en mi diario puse como lo cuento, pero no me viene ahora, cuando lo escribo en el ordenador, la imagen de cual de los dos instrumentos era realmente); pero una mujeruca me llama de lejos, se acerca y me pide dinero. Cuando llego a la Venta de las Ranas, de nuevo, el comedor está a rebosar. Dudo si pedir el menú, pero es sábado y parece que no será barato, a juzgar por el tipo de comensales y la apariencia de los platos que veo pasar. Le digo al dueño que si puedo sentarme en la terraza vacía a comer mi comida y me dice que no hay ningún inconveniente y que si necesito algo que lo pida a los camareros. Como queso, frutos secos, ciruelas y Actimel. Me despido de él agradeciéndole y me voy. Salgo de la Venta de las Ranas a las 15:30h, casi cinco horas después de la llegada primera. En la carretera veo la matrícula FBN (Fabián). Cogeré la desviación a Quintuelles para ir a la playa de La Ñora, ya que dos hombres me han dicho de un atajo y que entre La Ñora y Serín han hecho un camino muy bonito, que las une por encima del acantilado. Bajo a la playa de La Ñora a las 17:30h y pregunto. Un chico me dice que no están unidas y que me perderé y acierta de pleno; después de subir un montón de escaleras, tendré que salir a la general con la ayuda de una casera con tres perros y de una pareja joven con bicicleta. A las 18:15h salgo a la general.



 Enseguida llegaré a la indicación de Serín y veo el empalme con Gijón que está sin terminar. Bajo, me doy un baño, hago un rato la plancha, para relajar músculos, y no es de arena; además es de las que, por su orientación, se quedan muy temprano sin sol. Hay un nudista hacia el otro lado y, cuando bajaba, subía otro en tanga, intentando al verme, taparse con su toalla. Me semiseco al aire, me visto y a subir escaleras de nuevo.

Cuando llego al final del paseo, que está sin terminar, pregunto a una mujer por el albergue que está en el barrio de Contrueces. No sabe, pero cree que está a 10 km. ¡Casi me da algo!


 Luego pregunto a un matrimonio y él me indicará con pelos y señales, pero es tanta la información que me da que, al llegar al primer cruce ya me surge la primera duda. Se acercan y me invitan a llevarme en su coche. Como ya estoy en Gijón y veo que puede ser complicado, acepto. No me suele gustar, puesto que siempre digo que hice todo el recorrido a pie; pero mañana volveré de Contrueces casi hasta el lugar en que ellos me cogieron en su coche. Además, son tan amables, que me hacen un “tour” turístico por la ciudad y luego  me llevan a la residencia, que como pondrá en el sello de la credencial es: Palacio de San Andrés de Comellana, albergue, Contrueces. Gijón. Asturias y el dibujo de una sección de la fachada. ¡Gracias Manuel y María Rosa! El albergue es juvenil y hay muchas jovencitas extranjeras. El chico que me atiende me pide el carnet, me cobra (15,55€), sella la credencial, me acompaña a la habitación y me da la llave; también me indica dónde comer pero, al final, cenaré en una pizzería: ensaladilla de sucedáneo de cangrejo, 4 panecillos al ajo, alitas de pollo y cerveza (9,90€); lo como a gusto, pero dejo la salsa de barbacoa. Pago y vuelvo a la residencia ¡A ver si es verdad que duermo solo yo en la habitación de literas! (núm. 13 y no soy supersticioso). Cuando llego, voy al baño y subo a la salita de la TV (Italia-USA en el 2º tiempo 1-1; se ve con mucha nieve, y no duro ni 2 minutos); sólo hay dos o tres jóvenes viéndolo. Cuando entro en la habitación, veo que en la primera cama de la derecha hay cosas; así que no estaré solo. Retiro la camiseta gris que había lavado y tendido entre los dos goznes de las dos hojas del balcón, y la cuelgo de la escalera de la litera de arriba. Cierro el balcón, hago la cama (con el equipo limpio que me han dado), me acuesto y, muy pronto, el zumbido del primer mosquito. Intento matarlo con poco éxito. A las cuatro de la madrugada llegará mi compañero de habitación, un catalán que ayer llegó de Galicia para celebrar una juerguita con sus amigos; para no molestarme, está con la luz del pasillo, que se apaga cada poco tiempo, y le digo que puede encender la de la habitación. Aprovecho para matar el mosquito, que dejará un manchón de sangre en la pared (se había hartado el vampiro) y para levantarme a orinar. Me parece que los albergues juveniles son caros para el servicio que dan; algunos incluyen el desayuno, pero en este no, o al menos no me lo dijeron y, si lo dan, lo dan a buena hora para quien está de vacaciones, pero no para el que quiere madrugar para caminar en las horas más frescas de la jornada; por todo ello, no encuentro acertado elegir este albergue y menos ubicado en Contrueces y que aleja tanto de la costa, de un camino de Santiago por la Costa; claro que la siguiente, la costa de la jornada Gijón-Avilés, de costeña tiene menos. Pero yo haré el recorrido que mañana contaré.
Como balance de la jornada, lo más interesante ha sido el camino de Argüero al cruce de Careñes, con el molino, el acantilado entre La Ñora y Serín y, como no fui a la playa nudista de Peñarrubia, no sabré si acerté o me perdí una playa interesante. El que sepa que nos lo diga.

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