viernes, 27 de mayo de 2011

viajedejavi. Etapa 22: La Isla-Sebrayo

22ª Etapa. 16 de junio de 2006. Viernes.
La Isla, Huerres-San Juan, Lastres, Luces, Sebrayo.

Aunque el albergue está bien, he dormido mal por los mosquitos; tenía calor y no me atrevía a destaparme por miedo a los picotazos pero, al final, no me ha quedado más remedio que hacerlo. Durante la noche, Guille me ha metido el codo por la espalda y, casi, me apetecía por sentir un contacto físico, aunque fuera tan mínimo. Para las 6:30h, la gente ha comenzado a rebullir. Como he sudado, me ducho, visto y organizo las mochilas y recojo y coloco la ropa húmeda, camiseta y calzoncillo, para que se seque al aire, mientras voy caminando. Philippe me da dos besos de despedida ¿hasta cuando?; doy otro a Gilbert y a Guille, semidormido, y digo al francés que me despida de Alan, que dormita. Mientras, los de la bata de raso, toman su desayuno en el porche. A las 7:00h, salgo dirección Huerres. Es una senda preciosa, aunque algo húmeda por la hora y el rocío matutino, pero que resulta agradable; empieza por el borde del acantilado y por el camino hay infinidad de caracoles, por lo que tendré que hacer verdaderas filigranas para no pisarlos; algunos aplastaré, ¡será inevitable! En los lugares en que se acerca mucho al acantilado, hay vayas protectoras, incluidas señales de peligro, y cada cierto espacio, hay un banco solo o un conjunto de mesa y bancos. Paso junto a más de una docena de vacas con las ubres a rebosar. Llegando a Huerres me encuentro con una señora que está fumando y cogiendo caracoles. Le informo de donde hay muchos, pero ella opina que serán pequeños; en mi opinión eran grandes, pero como es un término relativo, ¿qué es grande o pequeño para ella? Parece que aquí también el tamaño importa. A mi hermana, por ejemplo, los grandes, a los que ella llama hormas, le parecen bastos y prefiere los pequeños, los que denomina caracoletas.

El camino lo ha hecho Costas (o sea, el Estado). En el pueblo, hablo con una señora, mientras vuelca un carro de hierba; se le ha roto la rueda de otro y se lo tendrán que arreglar. Me dice que todavía no conoce el camino por el que he venido: “¡tanto y tanto trabajar!”, me dirá. Indica que debo salir del pueblo por la playa de La Griega, donde el Jurásico. La de los caracoles me ha dicho que entre dos casas amarillas encontraré el camino. Para asegurarme, llamo en una casa con luz en la cocina y me sale una señora cuchillo en mano, pues está cortando cebolla y verdura, y me lo confirma. Salgo de Huerres a las 8:00h por un camino de piedra, hacia San Juan; un camino muy umbrío y con mucha foresta. Saco foto. Pronto llegaré a La Griega, con un acceso abierto hacia el camping. Indicación de los Yacimientos de Icnitas: Terópodo, Ornitópodo, Saurópodo y Estegosaurio. Cuando subo por la carretera, no podré ver dónde se exponen las huellas.

A las 9:05h llego a Lastres y saco una foto de hortensias muy coloristas, con muchas gamas entre el rosa y el azul. Una señora me dice que se ataja por las escaleras, pero es más cansado, y decido salir de nuevo a carretera. El puerto de Lastres se va quedando abajo y yo sigo adentrándome en el pueblo y alejándome de la costa. Compro en El Árbol, pero no me cogen el bono del Actimel, aunque las dos chicas que me han atendido han sido muy amables.

Cuando salgo, empieza a lloviznar y, en Lluces, me meto en un bar a desayunar; no hay bollería, sólo galletas. Me ha atendido una señora. Cuando busco el “tuper” para organizar la comida que he comprado por 9,77€, me doy cuenta de que lo dejé en el escurridor secando, no recuerdo si en Piñeres o en La Isla; Me da mucha rabia. Como al buscarlo, he ido sacando todos los trastos de la mochila y se me ha quedado desparramado, aprovecho para buscar los calcetines y las deportivas, pues sigue lloviendo. La señora entra en la cocina y su marido atiende el bar. Al dueño del bar no le gusta mi comportamiento y me dice que lo haga en el servicio, que hay personas almorzando. Le ha sentado fatal. Recojo todo, tras vestirme de lluvia, y sigo escribiendo. Cuando acabo, me disculpo; él mismo reconoce que también se ha pasado y ¡tan amigos! Como sigue lloviendo, esperaré un rato más. Cuando reduce la intensidad, me pongo el chuvasquero y salgo. El barman me da la mano y me desea buen viaje. Son las 12:00 y a las 12:20h, salgo de Lluces. Un estudiante espera al bus y se maravilla de que pueda venir de tan lejos. La carretera no está muy transitada, gracias a la autovía, aunque cuando pasa un vehículo grande, debo agarrar la capucha y me salpica agua; donde más lo noto es en las piernas. Hoy será el segundo día en que me pongo las deportivas (como en el tramo Irun-Orio), aunque las llevaré poco rato; luego, en el albergue, las mantendré puestas.



 Cuando llego a un bar de carretera, en la indicación de desvío a Priesca, una señora me indicará el camino con precisión: primero me señala el lugar a donde voy; que después coja camino que acorta la carretera y que pase un pequeño túnel bajo la autopista; luego que siga un camino que va por el otro lado de la autopista y que ella me verá desde donde está; luego le saludaré desde allá. El camino va siendo como ella me ha indicado, pero con la lluvia, el polvo del camino se ha embarrado y al estar cuesta abajo y muy empinado, los surcos de la suela se van engrosando, haciéndolos muy pesados. Al llegar a Sebrayo ya tendré tiempo de quitarme todo el barro que me sobra. La cuesta empinada pasará tres veces, de un lado para el otro, por debajo del mismo tramo de autopista. Cuando llego a las primeras casas de Sebrayo (cuyo nombre no aparece por ningún lado), pregunto, y me dicen que la casa es la que está junto a los dos contenedores; y en el albergue pone que hay que pedir la llave en las casas 6 o 7. Voy primero a la 6 y están comiendo; voy a la 7 y me dan la llave. Me dice que luego se acercará ella. Me inscribo en el libro registro y yo mismo me sello la credencial: Albergue de Peregrinos. Sebrayo. Concejo de Villaviciosa. Principado de Asturias; el dibujo será como el de La Isla, pero hay zonas del santo, en azul, que allí estaban en hueco. Me instalo y, sin ducharme, lavo la camiseta negra, la tiendo y empiezo a comer: ¡qué acierto con las puntas de espárrago!, como también queso. Me doy cuenta que también he perdido dos triángulos de queso y las avellanas, si a esto añadimos el “tuper” y la rodillera, como continúe así, volveré a casa en bolas. Cuando aún no he terminado de comer, llega un matrimonio con el que todavía no he coincidido en ningún albergue anterior, Mari Paz y Ricardo; les han orientado hacia un yerbal a campo a través y han llegado con las botas y los calcetines empapados de agua. Nos pondremos a hablar, y resulta que viven en Irun; no es sorprendente que no nos conozcamos, puesto que Irun tiene más de sesenta mil habitantes. Luego llegará Beatriz, ¿qué Beatriz?, pues, la única posible, la que coincidió con mi primo Rober en Santiago hace menos de un mes. Tiene días de vacaciones y no quiere volverse a casa sin agotarlos, por lo cual, está haciendo otro tramo del camino; no se va a quedar, porque es temprano y necesita actividad, y le parece una pérdida de tiempo quedarse; pero quiere el sello en la credencial y seguir adelante. Yo no la conozco y nos ponemos a hablar no recuerdo de qué tema; creo que de espacios y le comento que en los 33 m2 de mi apartamento… ¡tú eres el primo de Lourdes!, me dirá y ¡tú la Beatriz de Rober! No necesitamos más presentación. Le cuento lo emocionado que llegó mi primo de su encuentro en Santiago con ella; le presento al matrimonio y tampoco se conocen entre sí ¡Ya es casualidad, cuatro personas en el albergue y las cuatro de Irun! Se despide de ellos y le acompaño un tramo, hasta llegar debajo de otro tramo de autovía; camino que mañana seguiré. Nos despedimos y hasta la próxima. Después, me paro para dibujar un hórreo de cuatro pies.

No sé en qué momento me dirán que, cuando tienen ocho o más pies, se llaman paneras e indica la importancia de la casa; si la casa tiene una panera o dos hórreos, es muy importante (luego veo que me lo dirá, en la Venta de las Ranas mañana, la chica del bar). De vuelta al albergue, llegará una austriaca que ayer también estaba en La Isla; se trata de Mónica, de Saltzburgo, que llega con otro hombre, aunque no sé si viajan juntos. Mónica se pone a escribir su diario y yo el mío y postales. Le cuento mi plan de viaje y ya le da algo de envidia. En 2005 hizo el camino del interior. Luego llega más gente y el alemán, el quinto de Polanco: iba mal, con los pies muy dañados, pero aquí está. Hoy no podré cenar de fundamento, ya que estamos en lugar pequeño sin servicios públicos. Entro en el albergue y cojo otra vez material de dibujo y me entretengo en plasmar la ropa tendida con fondo de casas. En el banco de madera, sobre el que me he sentado, todavía quedaba humedad de la lluvia caída, así que me he mojado el pantalón.


Mientras yo dibujo, el alemán de Polanco se va trincando una botella de tinto de Rioja; antes, con la comida, se había bebido unas cuantas cervezas ¡qué duro es este peregrinaje! También Mónica, mientras escribía, se acompañaba de su cervecita. Comento con los irundarras aspectos diversos de este nuestro viaje, hasta que acabo el dibujo; ¡quizás sea el que mejor me ha quedado!, aunque hay mucho que mejorar. Cuando entro al albergue para organizar la dormida, veo al otro alemán (así que eran dos y vienen con Mónica), quien tiene metido el pie en un cubo de agua. Me acerco y nos ponemos a hablar, yo sentado enfrente, sobre la cama de Mónica. Lo mete en agua fría porque tiene una hinchazón que así consigue reducir. Al ponernos a hablar, el alemán resulta ser gallego, se llama Juan y, aunque viene de Alemania y muchas veces ha vuelto a su tierra; ésta es la primera vez en que lo va a hacer caminando. Sus padres lo llevaron con los germanos siendo muy niño. Allí lo pasó muy mal, porque fue mal tratado por sus compañeros; pero él se hizo fuerte. Ahora busca su identidad de gallego y me lo imagino entrando emocionado en su tierra y a pie. Me emociono imaginando su emoción y me manan las lágrimas cuando lo escribo. ¡Quién tendrá el privilegio de ser testigo de este acontecimiento! Yo no, puesto que en Ribadeo seguiré la costa y él se irá hacia el interior. Vive en Essen, a 40 km. de Dusseldorf, donde vive su hermana. Yo tengo unos amigos allí, María José y Werner, y le cuento que tuvieron la peregrina idea de que sus niños no aprendieran castellano. Juan me dice que es algo bastante habitual allí. El suyo fue un caso distinto y, ahora, le resulta muy curioso que sus compañeros y amigos, que siempre le consideraron español, ahora que él está buscando su identidad, mejor, reafirmando su identidad, ya que nunca la perdió; ahora, ellos le dicen que es alemán. Se casó allí, pero no tiene hijos. Su padre murió hace veinte años y su madre vive en el pueblo, en Galicia. ¡Me habría gustado ver a Juan entrando en su tierra! Mónica se acuesta y hace crucigramas; no quiero molestar más, así que me voy a mi cama y me acuesto. En mi lista, Sebrayo aparece como albergue municipal/regional con 14 plazas. Mañana me acercaré a Villaviciosa y ascenderé al mar hacia las nudistas playas Merón y Serín; para Peñarrubia, se me hará tarde; sobre todo teniendo en cuenta que el albergue de Gijón está bastante hacia el interior.
Como balance del día: el bonito camino de La Isla-Huerres-San Juan, el encuentro con Beatriz (y la coincidencia de cuatro de Irun) y la emoción con Juan. Ha sido uno de los pocos días sin baño en el mar. No estoy cansado, porque el recorrido ha sido corto.

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