53ª Etapa. 17 de julio de 2006. Lunes.
Barra, Viñó, Nerga, Cangas de Morrazo, Tirán, Moaña, San Adrián de Cobres, Santa Cristina, Vilaboa.
He dormido bastante bien. Por la noche he visto la Osa Mayor y las estrellas estaban más nítidas que ayer. A las 7:45h me doy el primer baño matutino, mientras un barquito con tres personas echa sus redes y un cormorán y unas gaviotas observan expectantes ¡A ver qué cae!
Con todo recogido, voy por la orilla de la playa de Nerga hacia su final, pero tendré que retroceder hasta el cruce de ayer de Donón; así que he estado un rato rehaciendo el recorrido por la misma carretera, ¡qué poco me gusta retroceder!, hasta el cruce de O Hio.
Escasa cosecha de patata.
Unos señores sacan patata y están descontentos con la cosecha; es una patata pequeña, que ha desarrollado poco. Bajando de O Hio la carretera me manda para Cangas por ese lado, pero me doy cuenta de que estoy retrocediendo hacia Aldán, así que sin hacer caso de la indicación retrocedo al desvío anterior; lo recomendaban así, porque estaban arreglando la carretera, pero al caminante no le afecta el asfalto levantado y puedo continuar adecuadamente, aunque siempre dudoso de si iré o no bien. Me he parado a hablar con una mujer que me dice que, aunque la cosecha de patata es pobre, porque en mayo no llovió, está contenta. Me dice que estuvo en la procesión de O Hio y que dicen que el señor que se puso malo, no murió; otra señora se acerca y le explica de qué persona se trataba, es entonces, cuando le digo que voy a Cangas, que me dirá que voy mal y rectifico el camino hacia la carretera en obras. Compruebo que la señal no era una obligación, sino una recomendación a los conductores; pero ambas rutas son posibles, lo que pasa es que yo prefiero ir a Cangas por la costa antes que por el interior. Sólo han supuesto uno o dos kilómetros de propina, pero si hubiera acertado desde el principio, no habría sabido que las patatas no crecieron por falta de lluvias en mayo; y esta será una razón más para valorar el pulpo con cachelos que coma a partir de hoy. Llego a Cangas y me costará encontrar BBVA, para sacar dinero en Servired; sacaré 300€ de cajero; sello la credencial en Turismo (con fecha de ayer): Organismo autónomo de turismo. Cangas (Pontevedra) y luego retrocedo hasta la cafetería del Hotel Airiños, donde tomo tostadas con mantequilla y mermelada por 3€. Son las 11:30h y hace un calor plomizo. Una camarera muy agraciada, atiende con una voz que resultaría, de normal, algo chillona pero que, a la galega, me resulta bien y hasta grata.
Voy saliendo de Cangas y, al final, pregunto por playa nudista, a sabiendas de que en mi lista no la hay hasta Vigo y ¡oh sorpresa! Un chico me dirá que la siguiente lo es y aún habrá alguna más en este lado de la ría de Vigo. ¡Qué bien! Y llego y, efectivamente, hay varios nudistas. Tras el primer baño, me pondré a hablar un rato con uno y resulta que estamos de acuerdo en los principios básicos para poder ser nudista: aceptarse el propio cuerpo, con sus defectos y virtudes, es decir, quererse a uno mismo; disfrutar estando desnudo en contacto con la naturaleza, y respetar las opciones de los demás. Le dejo para que siga leyendo El País, me doy otro baño y paseo secándome por la orilla a lo largo de la playa. Un chico que también estaba en mi zona, se acerca al lugar donde una chica se baña y toma el sol. Me pongo a hablar con otro chico joven de pelo grisáceo, que viene de las rocas del fondo y le pregunto si puedo seguir por allí sin necesidad de retroceder. Me dice que se puede seguir por la playa hasta Moaña y que las rocas no son difíciles de soslayar. Le agradezco la información, recojo mis cosas y emprendo el camino. Dos playas o tres después y faltando otras dos o tres para Moaña, me encuentro con otro chico y una chica, que son vecinos en la misma vivienda pero que aquí cada uno está donde quiere; se ve que no se hacen ningún caso; yo también dejo las mochilas y ahora no recuerdo si lo hice en tierra de nadie. Por las rocas han llegado un hombre y dos mujeres, bastante torpones, que retornan; me viene bien verles porque, si ellos han podido pasar a la siguiente, también lo podré hacer yo. Me baño cuando pasan a mi lado y luego se bañará la chica, que tiene un perrucho y lee el periódico y, cuando se levanta él, nos pondremos a charlar. Es muy friolero y le cuesta entrar en el agua. En una roca pone “NUDISTA”, una forma de marcar territorio. Estas dos playas han sido un regalo inesperado en un día tan caluroso. He hablado con mi hermana Sagrario, y no tengo claro qué hacer: si barco a Vigo, desde Moaña o cruzar por el puente para ir a Redondela. Al final no haré ninguna de las dos cosas; porque si voy a Vigo, no conoceré el tercer albergue del Camino Portugués y el puente, no lo podré cruzar porque es autovía o autopista y tendría que acercarme a una entrada y que me cogiera alguno, pasar en coche el puente y luego ¿en qué salida me iban a dejar? Demasiada complicación y acabaré yendo andando hasta Vilaboa; Redondela ya llegará mañana. Las playas en las que he estado son la das Ratas y Canabal, y Tirán lo paso sin enterarme. Tirán y Moaña son dos nombres conocidos para mí por el mundo de las regatas de traineras y la tradición de este deporte en el País Vasco. Ya refrescado, me dirijo a Moaña y ya vestido y nada más entrar, me decido por comer en un lugar próximo a playa, quizás sea Do Con, pero no puedo asegurar: Como un salpicón bastante flojito y un arroz con chipirones más potente; tarta de Santiago y tiramisú, media de Ribeiro y menta poleo (11€). Cojo agua para el camino. En una mesa próxima, he tenido que aguantar a una familia no educadora, con dos niñas que parecen ser bastante normales pero que, acabarán siendo problemáticas. Él da instrucciones, azotitos, amenazas que no cumple y ella hace el papel de gallina acogedora de sus polluelos. Él es mayor para ser padre de niñas tan pequeñas (¿amor tardío, segundas nupcias?) y no sabe comportarse como tal ¡Menos mal que se han ido! Durante la comida, yo que poco caso hago a la tele, después de tantos días en Galicia, ya me empiezan a interesar las noticias locales. Salen procesiones del Carmen, de Foz y de Camariñas; bastante más espectaculares que la de O Hio, pero ésta es la que me tocó presenciar y con un cruceiro precioso. Tanto el dueño del bar-restaurante, las que atienden el bar y la terraza, el yerno quien, en el tiempo de descanso de su trabajo, llega para echar una mano, están muy atentos a lo que les cuento de mi camino.
Atrapado en propiedad privada II.
Pregunto por playa nudista y un hombre me dice que siga adelante y, donde hay unos barcos, que me ponga como quiera. Sigo, paso un astillero en precario y otro hombre me reorienta para seguir. Todo está de pena, sucio, algas, barro, el paso se va complicando con ramas que vienen de tierra y que penetran en la ría, y llega un momento en que ya no puedo seguir adelante; y tampoco me conviene retroceder, puesto que la marea ha ido subiendo y tendría dificultad para deshacer el camino hecho; cuando estoy con estas dudas, veo unas escaleras ascendentes y llego a una cerca de red metálica plastificada y, en el interior, una segunda separación; ¡demasiada prevención! Intento seguir por el lado derecho, pero debo desistir porque la maleza no me deja pasar, así que asciendo por el lado izquierdo; pero llego a un punto en que, de nuevo, la maleza y un laurel no me dejarán continuar. Así que retorno a la red metálica y a la puerta que no me deja pasar. En ese momento veo dentro, arriba, a un hombre al que llamo y pido permiso para pasar por su finca, ya que no puedo ir por la orilla, ni hacia delante ni hacia atrás. Me responde que no me puede dejar pasar porque no es el dueño y él está allí por casualidad (la casualidad no existe –Armonía- y él está allí para que yo pase, pienso) y que no me deja pasar; y se va para no oír mis argumentos. ¡De súbito, tomo la decisión!, paso las dos puertas de las dos cercas de red metálica y empiezo a subir las escaleras; el hombre me ve que subo; desaparece; pienso que va a avisar al dueño o a coger la escopeta de sal; llego con el resuello, casi sin poder respirar y le veo saliendo por el portón de entrada y el portón cerrándose y él ya dentro del coche fuera de la casa esperando a que se cierre; no me queda más remedio que, a pesar de ir ya sin fuerzas, apretar el acelerador; gracias al “tempus” que el mecanismo le exige, el portón se va cerrando lento y, justo, me da tiempo a salir de la casa. Tras la última carrera, me detengo para recuperar el ritmo de la respiración. Le doy las gracias, quizá de forma algo sarcástica, por haberme abierto el portón. Me voy y se va. Pienso: si él está en casa ajena y tiene que procurar que nadie entre en ella, ¿es lógico que quisiera dejarme dentro? O ¿su intención era dejarme dentro para avisar a la policía? Pero, si soy un ladrón, no tiene sentido darme facilidades dejándome dentro de la casa que debe defender. ¡Qué tensión! Y eso que desde el río hasta salir de la casa, no habrán pasado ni dos minutos. Bueno, ya estoy fuera, ¡cuánta adrenalina generada!, se lo tengo que contar a alguien.
No encuentro al mejor interlocutor, pero me dan buena información
Una chica que está sentada en el poyo de la puerta de una casa, me escuchará y dirá “¡como anda tanto ladrón!”. Me confirma que estoy en Cobres y que cuando pase un arroyo, el río Mayor, ya estaré en Santa Cristina; me escucha algo a la fuerza y me voy. Creo que la matrícula del coche de mi “salvador” era LU 1386 N (aunque dudo si es 1 o 0). Con las ganas de baño sin satisfacer, encuentro a un chico, tras pasar el riachuelo y le pregunto que, puesto que el mar ya no está apetecible, si no habrá un río próximo más grande que el que vemos, donde poder darme un chapuzón. Me dice que, ese mismo, un poco más arriba, tiene un pozo bueno para bañarme y, si quiero lavarme, a 500m por la carretera, encontraré una fuente de agua muy rica. ¿Me habrá olido y detectado la necesidad que tengo de lavarme? Le agradezco la información y voy en busca del pozo.
Veo un sitio posible, pero un poco más arriba, un tronco cruza de lado a lado la poza y, al fondo, hay un puente bajo una pequeña carretera. Un chico se sube al tronco por la parte que queda más fijada a tierra, como si fuera una cucaña; le digo que me voy a dar un baño y me contesta que el agua está muy fría. Cuando me ve que me desnudo, se va con su móvil a otra parte. El agua está fría pero buenísima; la pena es que el fondo tiene tierrilla que al ser pisada enturbia el agua y hay que estarse muy quieto para que aclare, repose y se vuelva de nuevo transparente. ¡Qué delicia! Y ¡qué placer después de tanta tensión! Me zambulliré por segunda vez y, tras esperar a secarme, me visto y subo en busca de la fuente. Pregunto a una pareja de hortelanos (ella trabaja y él mira), y me dicen que algo más arriba está la fuente. Un hombre que ya ha llenado sus garrafas sube y orina arriba y, entonces, veo una segunda fuente; pregunto al hombre cual es la mejor y me dirá que la primera. Tras beber agua, él se va y yo también, pero, enseguida, meteré mi sandalia en un barrizal, así que la tendré que limpiar en la segunda fuente. Sigo camino, he visto señal de Vilaboa a 10 km. y aunque ya voy cansado, al menos sé lo que me falta: un par de horitas si no hay más percances. Se me está haciendo lejísimos este lugar para pernoctar hoy; quizás porque inicié demasiado pronto la búsqueda.
Buena atención y buena cena en Vilaboa
Paso por una iglesia en la que están con función de tarde y que tiene graderío y un Hogar de Jubilados con porche… pero es demasiado pronto para quedarme allí y sigo. Por carretera sin arcén, llego a Acuña y me dirán que el siguiente, tras el cementerio, es Vilaboa. Voy hacia la iglesia que, con cánticos de misa vespertina, me recibe en su exterior. Veo el Centro Saude y me parecerá sitio adecuado para dormir. Voy de inspección paseando entre un mar de hierbabuena que huele genial al pisarlo; paso un regato y asciendo por la rampa trasera; parece que es la salida de emergencia, que da a un pequeño bosque. No me parece un sitio adecuado en caso de precisarse una evacuación y menos con enfermos, pero doctores (y arquitectos) tiene la Santa Madre Iglesia. Hay muchas telarañas en el quicio de la puerta, lo que hace pensar en que pocas o ninguna vez se ha abierto. Una vez decidido el sitio donde dormir, me queda buscar dónde cenar y lo encontraré en el Mesón Riobo “O Churrasco” 986708181 Toural, 22 Vilaboa (eso pone el sello que me han echado en la credencial). Sólo atiende una señora que hace mucho tiempo que no va a misa ya que, por horario, no puede ¡que ya le gustaría! Hacen misa todos los días a las 21:15h así que tendré que hacer tiempo para volver por la zona. Ceno ¼ de tortilla fría, pues no quiero que me la caliente y jamón asado con salsita y patatas fritas, con media de Ribeiro; todo muy rico por 7€; había negociado el precio previamente. Le comento cómo tenía intención de pasar a Vigo por el puente de Rande y que después he desistido y me cuenta anécdotas y sucedidos, que hacen que los conductores no sean nada solidarios y se nieguen a pasar a los autoestopistas; no tengo oportunidad de contarle el suceso de la casa en que casi me quedo dentro. Llegan dos chicos con material de reparto: cebollas, zanahorias, etc. Llamo la atención, por lo tarde que terminan la jornada laboral y dicen que, con la circulación que hay y el largo recorrido de reparto que tienen, es algo habitual y que no pueden dejar a los clientes sin lo que necesitan. La mujer del restaurante les ha contado algo de mi camino y preguntan interesados. Les doy envidia. Uno me dice que pregunte a la señora por dónde salir mañana, evitando un tramo de carretera general que, en esta zona, tiene más circulación. Tengo que ir por unas salinas. Luego llegará una pareja de italianos, de Florencia y otra parejita joven más. La señora nos atiende en el comedor, lleva la cocina y también la barra; está muy ocupada, así que le pago y pierdo la oportunidad de preguntarle el atajo por las salinas. Hablo con los florentinos; conocen Irun y con algo de francés y el idioma universal de los gestos, nos entendemos. Me despido de ellos y de la señora y voy en busca de mi dormitorio y lo que parecía sitio adecuado, por lo aislado, no lo es tanto; los ruidos de la carretera, en noche tranquila, se agudizan y la plaza de la iglesia está iluminada en demasía y llegan haces de luz a mi cama. Preparo todo, me desnudo, cago en el bosque y me acuesto a dormir. Cerca del bosque se oyen voces y luego veré pasar por delante de la iglesia a dos hombres con dos caballos. Luego volverán a pasar, deshaciendo el camino, ¿con los mismos caballos? Durante la primera hora pasará un matrimonio (digo yo), con una niña (o niño, pues no veré la matrícula); el hombre se percata de mi presencia, y yo haré como el niño que se tapa los ojos para creer que así no le ven, y avisa a su mujer (digo yo que será su mujer). He colocado la mochila entre la luz y yo, para evitar que el haz me dé en la cara de forma directa, pero, a nada que me muevo, veo demasiada luz. El ruido de la carretera, aunque lejana, es inevitable, así que me dormiré de cansancio. Me levanto una vez y orino desde el balconcillo, hasta el mar de hierbabuena.
Resumiendo, este ha sido de los días intensos, más que por lo que he andado, que también, por los pequeños sucedidos, y los pequeños encuentros que, sin ser para no olvidar, han dado variedad a la jornada. Las mejores playas las he dejado tras el primer baño de las 7:45h en Barra-Viñó; luego la equivocación en el cruce O Hio con Cangas y Aldán, que me han permitido saber de patatas; la sorpresa de la playa nudista después de Cangas y las siguientes, con pequeñas charlas con gente variada; las malísimas playas y costa poco grata entre Cobres y Santa Cristina, que ha propiciado mi intromisión en la finca privada y en la que casi acabo encerrado; la charleta con los repartidores de vegetales y la buena atención y cena en “O Churrasco” de Vilaboa. Se confirma: prefiero dormir en playa que en el exterior de edificios urbanos (aunque hoy he dormido mejor que en Perillo).
Paso por una iglesia en la que están con función de tarde y que tiene graderío y un Hogar de Jubilados con porche… pero es demasiado pronto para quedarme allí y sigo. Por carretera sin arcén, llego a Acuña y me dirán que el siguiente, tras el cementerio, es Vilaboa. Voy hacia la iglesia que, con cánticos de misa vespertina, me recibe en su exterior. Veo el Centro Saude y me parecerá sitio adecuado para dormir. Voy de inspección paseando entre un mar de hierbabuena que huele genial al pisarlo; paso un regato y asciendo por la rampa trasera; parece que es la salida de emergencia, que da a un pequeño bosque. No me parece un sitio adecuado en caso de precisarse una evacuación y menos con enfermos, pero doctores (y arquitectos) tiene la Santa Madre Iglesia. Hay muchas telarañas en el quicio de la puerta, lo que hace pensar en que pocas o ninguna vez se ha abierto. Una vez decidido el sitio donde dormir, me queda buscar dónde cenar y lo encontraré en el Mesón Riobo “O Churrasco” 986708181 Toural, 22 Vilaboa (eso pone el sello que me han echado en la credencial). Sólo atiende una señora que hace mucho tiempo que no va a misa ya que, por horario, no puede ¡que ya le gustaría! Hacen misa todos los días a las 21:15h así que tendré que hacer tiempo para volver por la zona. Ceno ¼ de tortilla fría, pues no quiero que me la caliente y jamón asado con salsita y patatas fritas, con media de Ribeiro; todo muy rico por 7€; había negociado el precio previamente. Le comento cómo tenía intención de pasar a Vigo por el puente de Rande y que después he desistido y me cuenta anécdotas y sucedidos, que hacen que los conductores no sean nada solidarios y se nieguen a pasar a los autoestopistas; no tengo oportunidad de contarle el suceso de la casa en que casi me quedo dentro. Llegan dos chicos con material de reparto: cebollas, zanahorias, etc. Llamo la atención, por lo tarde que terminan la jornada laboral y dicen que, con la circulación que hay y el largo recorrido de reparto que tienen, es algo habitual y que no pueden dejar a los clientes sin lo que necesitan. La mujer del restaurante les ha contado algo de mi camino y preguntan interesados. Les doy envidia. Uno me dice que pregunte a la señora por dónde salir mañana, evitando un tramo de carretera general que, en esta zona, tiene más circulación. Tengo que ir por unas salinas. Luego llegará una pareja de italianos, de Florencia y otra parejita joven más. La señora nos atiende en el comedor, lleva la cocina y también la barra; está muy ocupada, así que le pago y pierdo la oportunidad de preguntarle el atajo por las salinas. Hablo con los florentinos; conocen Irun y con algo de francés y el idioma universal de los gestos, nos entendemos. Me despido de ellos y de la señora y voy en busca de mi dormitorio y lo que parecía sitio adecuado, por lo aislado, no lo es tanto; los ruidos de la carretera, en noche tranquila, se agudizan y la plaza de la iglesia está iluminada en demasía y llegan haces de luz a mi cama. Preparo todo, me desnudo, cago en el bosque y me acuesto a dormir. Cerca del bosque se oyen voces y luego veré pasar por delante de la iglesia a dos hombres con dos caballos. Luego volverán a pasar, deshaciendo el camino, ¿con los mismos caballos? Durante la primera hora pasará un matrimonio (digo yo), con una niña (o niño, pues no veré la matrícula); el hombre se percata de mi presencia, y yo haré como el niño que se tapa los ojos para creer que así no le ven, y avisa a su mujer (digo yo que será su mujer). He colocado la mochila entre la luz y yo, para evitar que el haz me dé en la cara de forma directa, pero, a nada que me muevo, veo demasiada luz. El ruido de la carretera, aunque lejana, es inevitable, así que me dormiré de cansancio. Me levanto una vez y orino desde el balconcillo, hasta el mar de hierbabuena.
Resumiendo, este ha sido de los días intensos, más que por lo que he andado, que también, por los pequeños sucedidos, y los pequeños encuentros que, sin ser para no olvidar, han dado variedad a la jornada. Las mejores playas las he dejado tras el primer baño de las 7:45h en Barra-Viñó; luego la equivocación en el cruce O Hio con Cangas y Aldán, que me han permitido saber de patatas; la sorpresa de la playa nudista después de Cangas y las siguientes, con pequeñas charlas con gente variada; las malísimas playas y costa poco grata entre Cobres y Santa Cristina, que ha propiciado mi intromisión en la finca privada y en la que casi acabo encerrado; la charleta con los repartidores de vegetales y la buena atención y cena en “O Churrasco” de Vilaboa. Se confirma: prefiero dormir en playa que en el exterior de edificios urbanos (aunque hoy he dormido mejor que en Perillo).
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