viernes, 27 de mayo de 2011

viajedejavi. Etapa 54: Vilaboa-Redondela

54ª Etapa. 18 de julio de 2006. Martes.
Vilaboa, Ponte Sampaio, Arcáde, Cesantes, Redondela.

Hoy se presenta recorrido corto. Me levanto hacia las 6:30h, me pongo de decúbito supino y  hago la bicicleta, para poner en marcha las piernas; me visto, recojo todo y salgo para las 6:55h. Oportunamente, sale de una casa un chico que está allí de pensión y me señala la carreterita y camino que durante 3 km. aproximadamente, me evitará la general. Lo que no pude preguntar ayer, se ha resuelto en dos segundos.




Fotografío las variantes de una ría en su parte interior más fangosa y con marea baja; lo peor no será tanto esas circunstancias, sino la falta de luz, y no serán fotos demasiado interesantes. Veo un muro de contención ¿será la antigua salina? Y, en el mar abierto, boga una barquita y luego, la señal de Ponte Sampaio, y el puente de Arcáde. Me costará encontrar sitio para desayunar con bollería del día, en la cafetería Pili, que tiene doble zona: no fumadores y fumadores. Por 2,80€, pero no recuerdo lo que desayuné; escribo el diario; he cagado algo ligero, pero no me voy a preocupar y cojo agua. En la tele plana, canciones: Bosé, Alejandro Sanz, Amaral… en todos los sitios los mismos. Cuando estoy saliendo de Arcáde (se me olvidó pedir ostras para desayunar), veo otra bollería más completa que Pili, y comparten el mismo obrador, pero cuando llega la vendedora me dice que hay los mismos bollos que allí; bueno, me lo tendré que creer.

La primera señal que indica Redondela, es a 9 km. y me encuentro con peregrinos que vienen de allí, haciendo el Camino Portugués; uno, con el que hablo, dice que salió de Tui, que el albergue de Caldas de Reis cerró y no sé lo que me dice del de Porriño. Voy un rato por la carretera general, me canso y me meto por camino hacia la derecha y hacia abajo, al menos veré el mar de cerca y así tendré ocasión de baño si se dan las condiciones; en este recorrido, cruzaré y descruzaré, por arriba y por debajo, las vías del tren. En una de las bajadas me doy un baño, mientras por la ría pasan entrenando parejas en embarcaciones de dos remos; pasan muy alejados. Me seco, vuelvo a subir y en la siguiente bajada, me costará llegar a la playa y ya estoy frente a la isla de San Simón donde, durante la guerra, mataban a los republicanos.
Pregunto por dónde volver de nuevo a la general, pero me dirán que puedo seguir por la playa, ahora que la marea está bajando. Las peripecias anteriores ya no se producen, pues la playa de Cobo es ancha y un arenal, como flecha, señala la isla de San Simón.

Sigo por la larguísima playa de Cesantes, y no habrá accidentes geográficos, pero sí un perro dogo joven, entre juguetón y agresivo, que me echa dentelladas y al que tengo que amenazar (ésta es la única ocasión en que he echado en falta un bastón o un palo). He sentido temor y algo de miedo y no aparecía dueño por ninguna parte. El dogo es feo, mofletudo y de fauces agresivas. Grito, pero en vano.
Le tiro piedras, pero tengo malísima puntería ¡vaya cazador primitivo sería yo! Me encuentro con un matrimonio mayor y él se enfrenta al perro con su bastón. También lo temen, por sus encuentros en días anteriores; el dueño es el que tiene el chiringuito de la playa y se merece que se le denuncie. Pero sigo adelante y el perro viene detrás; tengo la suerte de que hay otro perro lobo grande en la playa que, aún cuando es pacífico, sirve para que el odiado dogo se pare. Una mujer y dos chicos me dirán que el perro lobo no es de ellos. No importa, ¡pero me ha salvado! ¡Qué mal rato he pasado! Llego al puerto de Cesantes, subo hacia Redondela y veo los recordados puentes.
















Llego al albergue y veo que no abren hasta las 17:00h, así que me voy; está en un edificio noble, antiguo Concello, en una plaza, y tiene a izquierda la imagen metálica moderna de Santiago sobre un pedestal. Luego la transformarán en Guardia Civil con mosquetón y tricornio. Pregunto por un sitio para comer, y me señalan el albergue; digo que está cerrado y me aseguran que no; así que retorno y, efectivamente, está abierto. La hospitalera está a punto de irse y le doy la credencial y me echará un sello similar a los de Neda y Miño, del Camino Inglés, en el que el anagrama es la vieira metida dentro de una casa elemental y en el que sólo pone: Albergue de Redondela. Se queda con la credencial, me enseña las instalaciones y se va. Elijo cama, me ducho ¡qué pena, agua caliente obligatoria! Me afeito y salgo a comer a O Migas, que está al fondo, detrás del albergue y dentro de la estructura de la plaza. Ensalada de tomate con mozzarella y churrasco asado con patata cocida y pimiento, que tiene un sabor muy rico; flan, menta poleo (7,50+0,50=8€) y dos chupitos de oruxo (invitación del dueño), que me ha parecido tenso, al entrar, y se lo digo, y ahora lo veo más relajado; parece que tiene algún problema con la cocinera. No he comido solo porque, en el último momento, han entrado Bea y Jorge, dos recién casados valencianos, que maridaron a primeros de junio y agotan sus últimos días de vacaciones. El cuarto será Miguel.

Después de comer escribo en el libro del peregrino. Hablo con otro chico de Bilbao que está con un chavalín joven, su primo. Y salgo a pasear por Redondela. Se me olvidará denunciar al dogo de la playa de Cesantes en la Policía local. Miro con la esperanza de ver a los de la playa Viñó-Nerga. Compro ciruelas y plátanos por 59 céntimos; veo cómo destrozan el puente del mercado (supongo que para arreglarlo). En una iglesia me encuentro sentada a una peregrina de Zamora que vive en Irlanda; no está preparada para hacer este tipo de viaje, pero es un reto personal al que se ha visto empujada, para que su hija se sienta orgullosa de ella. Emigró para trabajar y se casó allí con un irlandés; Aunque su tierra le tira y le parece hermosa, no volvería a vivir allí. No cree que le de tiempo de llegar a Santiago y, en último caso, lo hará en bus. Compartimos bastante filosofía de vida y, en un momento de la conversación, le pido un beso (¿efecto del aguardiente, Román Morales?). Luego veremos la iglesia por dentro, pero resulta de escaso interés (salvo que alguien opine lo contrario). Ella tiene que hacer compra y yo hago tiempo mientras los republicanos del lugar preparan un acto reivindicativo.

Manifestación republicana.
Como ya he adelantado, en la puerta de entrada al albergue, han disfrazado al santo peregrino (en versión moderna), en un guardia civil con mosquetón y tricornio y el discurso lo echarán desde A Torre (actual albergue), desde el balcón del antiguo ayuntamiento: hoy es el día 18 de julio, fecha en que se produjo en 1936, el alzamiento nacional, esto es, la rebelión de Franco y sus secuaces, contra el estado de derecho de la República española. Yo, este mismo día, pero tres años después, 2009, en Sant Antoni de Calonge, faltándome trece jornadas para culminar este viaje en Collioure (Francia mediterránea), ante la tumba de otro republicano insigne: Antonio Machado, convirtiéndolo de camino de Santiago, como empezó, en vuelta a la península por la costa, y como homenaje del caminante al poeta de “…se hace camino al andar…”; como decía, tres años después, yo celebraría tan magna gesta, rompiéndome el peroné. Lo que pretenden los republicanos de Redondela es la recuperación de la memoria histórica: por los muertos del franquismo, por los que se tuvieron que exilar, las rapadas, el aceite de ricino y otras vejaciones. Ponen libros a la venta y música de la zona. También ponen música grabada en la onda rapera (será por lo de las rapadas de pelo a mujeres). El acto me recuerda a algunos del EMK (Movimiento Comunista de Euskadi), pero estos tienen menos gracia y resultará un acto demasiado largo, muy discursivo y en el que se actúa poco y se lee mucho; para que la gente capte, hay que hacer cosas más elementales y más impactantes y que sean preludio o desencadenen un deseo de conocer en las nuevas generaciones, a las que el franquismo, y toda su parafernalia, les queda lejano. Hacerlo en Galicia tiene su mérito, ya que aquí todavía perviven pesos pesados y algún ministro de Franco incombustible. Antes del acto me vuelvo a O Migas a cenar bacalao (10€); me lo ofrece frito y queda muy jugoso y me invita a la copa de ribeiro. Luego asisto al acto y desde el balcón consistorial una chica lee el discurso, aceptable de dicción y de contenido, pero el del chico es repetitivo, monótono, aburrido y se oye mal. Saco fotos y acabo el rollo número 15. Para las 22:00h ya estaré en la cama. Todo el ventanal estará abierto por la noche, así que entrará airecillo fresco, pero también el ruido de la circulación rodada ¡Todo no puede ser! Me levanto dos veces a orinar; la primera abajo y la segunda arriba, con movimiento general de partida. De Redondela a Santiago hay 77 km.
Balance del día: Era, pensaba, poco propicio a baños, pero me he podido dar unos muy ricos tras el desayuno, el mayor disgusto me lo ha dado el dogo, pero ya se pasó ¡lástima que no lo denuncié!, no tanto por mí, como por los que vengan detrás. Es una vergüenza que su dueño, el del chiringuito de la playa, no sea más responsable. La estancia en Redondela ha sido muy agradable y O Migas, la sobriedad del albergue y los republicanos, han contribuido a ello.

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