viernes, 27 de mayo de 2011

viajedejavi. Etapa 14: Pobeña-Guriezo

14ª Etapa. 08 de junio de 2006. Jueves (Cumpleaños de mi hermana Sagrario).
Pobeña, Ontón, Mioño, Castro Urdiales, Cerdigo, Islares y Guriezo.
Me levanto a las 5:25h. Orino y, para molestar lo menos posible a los durmientes, traslado todos mis enseres a la gran sala de recepción; me ducho, y allí me visto y desayuno. Lo dejo todo recogido y escribo en el libro del caminante. Se me enfría la leche y la caliento, de nuevo, en el microondas; al cogerlo, se me derrama y tengo que limpiar el plato giratorio. Me hago cuatro rebanadas de pan con mantequilla y mermelada. En marcha a las 6:20h. El día está despejado, pero a medida que pase se volverá pesado, con mucho calor. Ayer comenté con el hospitalero lo que me dijo mi primo en relación con el túnel que encontraré antes de Kobarón (que, por la “k”, intuyo que sea el último pueblo de la costa vizcaína. Yo creía que era con “c” y pensaba que era el primero de Cantabria) que, según él, estaba en obras y obligaba a ascender por el monte. Él no sabe nada, ni le han dicho nada, así que no me puede ni confirmar, ni negar. Voy expectante a lo que me pueda encontrar. Empiezo por el camino, que es una pista de cemento, pero arranca con un buen tramo de escaleras, que resulta durillo para empezar el día. Delante de mí, va un pescador que se vuelve cada pocos pasos; se piensa que le persigo, ¿o que le voy a quitar el puesto de pesca por él deseado? Se para y coloca en el lugar donde, antiguamente, cargaban piedra en los barcos. Le pregunto, pero no hay respuesta; posiblemente fuera sordo o, mejor, padecería hipoacusia.

A lo largo del paseo hay carteles explicativos que avisan de la importancia de la fauna marina de la zona. Se ven también artilugios para la recogida de algas. El paseo es precioso, aunque va muy  por encima del acantilado. Cuando pase por Kobarón ni me enteraré; ¿tan “enmimismado” iba? Llega olor a eucaliptos.


El camino pasa de ser pista de cemento a ser de grijo ¡mucho mejor para andar!, pero durará poco, pues a las 7:15h, llegaré al camino cortado (tenía razón Rober; no lo dudaba, pero confiaba en que ya lo hubieran terminado de arreglar): “Prohibido el paso a toda persona ajena a la obra” Es temprano y no hay nadie en la obra; además, desde allí, se ve la salida del túnel, que es cortito, y el suelo está recién asfaltado. Si hubiere alguna dificultad ulterior, me daría la vuelta y en paz. La operación que están haciendo, ahora, es la de sujetar las rocas con malla, para evitar desprendimientos.




C A N T A B R I A
 

No hay más problemas y, a las 7:25h, finalizo el camino en Ontón y entro en la N-634. Un señor me indica por dónde ir y desde dónde veré Castro.


También me advierte de que las señales del camino están mal. Yo le contesto que de Pobeña a Ontón están perfectamente. Justifica lo que me dice con la siguiente señal, pero él no sabe lo de los dos caminos. Esa señal manda para la izquierda (16 km a Castro) cuando, por la que yo voy a ir, no hay más que 8. Por tanto, no le falta razón al señor. No sé qué razones habrá para llevar el camino oficial en esa dirección; quizás la carretera sea menos concurrida de vehículos, pero es estrecha y sin arcén; ¿pasa por algún lugar de especial interés?, tampoco lo sé. Por la que yo voy a ir, con la autovía al lado, está casi desierta de vehículos. En el cruce, veo la primera señal cántabra del camino; se acabó el Done Jakue vasco. Cuando paso junto a una huerta, veo a una señora que hace sus labores hortícolas; le saludo y se pega un gran susto. Me indica que en Saltacaballo sale un camino que me llevará directo a la playa de Mioño, que esté atento para que no me lo pase; me acorta camino. Le agradezco la información. A las 8:00h llego a las señales de final de Ontón e inicio de Mioño. A las 8:30h, Saltacaballo. Entre 8:45 y 9:05h, llamo a mi hermana para felicitarle por su cumpleaños, ella también se va acercando a la edad de jubilación. Le cuento las últimas etapas a grandes rasgos. Con lo bien que iba de vientre, hoy tendré diarrea, aunque no totalmente líquida. Me baño; las gaviotas se espantan; aparecen los limpiadores de playa; me ducho en la cascada; corro por la orilla, para secarme; me visto y, de nuevo, en marcha. Pregunto para salir a la N-634 y la localizo. A las 9:20h, saliendo de Mioño.

A la entrada de Castro Urdiales, veo señal de información del Camino de Santiago a 500 m. pero, a pesar de que pregunto, no la encuentro. Entre 10:05 y 10:15h, en la Oficina de Información, me darán un mapa de Cantabria; pediré tijeras, recortaré la costa, y ese será el mapa con que me desenvolveré en esta comunidad autónoma uniprovincial. Parece bueno, pero me creará algunos problemas. La chica me informa del paso del camping a Islares.




A las 10:35h llego a playa Ostende; esta será la segunda playa en que me baño hoy y donde escribo; después de un segundo baño en ella y secado al sol, salgo a las 12:00h, y como el camino que va por el camping, del que me habían informado en oficina de turismo, me va a llevar por el interior, prefiero seguir la carretera que me lleva más cerca de la costa. Un coche se acerca a las rocas, así que yo también me acerco; pero ellos van a pescar. El camino está nada más pasar Cerdigo y, por no retroceder, lo sigo pero, finalmente, acaba en una verja cerrada y deberé retroceder el doble. Para un coche; y lo que quiere el conductor es ir al entrante de agua sin arena que he visto poco antes. De repente, el camino de Santiago se me cruza hacia la derecha, en el mismo momento en que viene de frente un señor que suele hacer ese camino muy a menudo. Espero a que llegue, y le pregunto; me dirá que el camino va por monte, que tendré que pasar vallas. Me dice que hay 3 km a Islares donde, en marea alta, desaparece la arena, y que a Laredo hay 10 km más. Esa información me da ánimo. Llego al acantilado y saco una foto.

 Luego, otro que conoce la zona, me confirma lo de la marea y me asegura que no hay playa nudista, pero si me quiero bañar en pelotas… En mi guía aparece como nudista la playa Arenillas, entre Castro e Islares y, según mi nuevo mapa, afina más y aparece entre Cerdigo e Islares. Cuando llego a Islares, pregunto a uno de Santurtzi cómo se llama la playa que se ve enfrente y me dirá que es la de Oriñón. No conoce a Rober. He tenido mala suerte, me ha tocado marea alta, así que la playa Arenillas está desaparecida; por tanto, decido meterme en el puerto enclavado en entorno natural, donde también funciona un vivero; como la puerta está abierta, paso sin problemas. Cuatro chicos dan vueltas por las rocas, pero no se bañan. Me baño y me siento en la escalera. Como queso, ciruelas pasas y almendras (previamente, de camino, había comido frutos secos y dos albaricoques). Me doy otro baño, espero a secarme al sol, me visto y me voy. Cuando he llegado, eran casi las dos y ahora son las 14:50h, cuando me pongo en marcha, pero al llegar a la puerta verde, veo que está cerrada a cal y canto. No me apuro, porque si no puedo salir por la puerta, lo haré por las rocas a la playa con la arena cubierta por la marea, pero no me apetece volverme a desnudar y busco alternativas. Por el otro lado de la puerta verde, llega un señor y le pido ayuda; desde su lado, tampoco puede abrir y va a su coche por un destornillador. Sigo haciendo cábalas de cómo salir y se me ocurre lo siguiente: pasar las mochilas y la ropa por encima del dintel de la puerta y, desnudo, echarme al agua y subir por las escaleras del otro lado. Pero no hará falta, ya que la prueba con el destornillador de mi libertador dará resultado; me aparto, empuja la puerta y salgo. Mi salvador es José Mari, un buen Testigo de Jeováh. Su teoría es la de que Dios nos está poniendo a prueba con la barbarie de los gobernantes y un día Cristo será gobernador de todo el orbe. Me quiere dar Atalaya para leer, pero se lo agradezco y rechazo con la excusa de no llevar más peso. De todas formas, gracias por haberme liberado de la cárcel natural de Islares. Pregunto a una señora por una fuente, para coger agua, pues no quiero ir a pedir a un bar, y resulta que sabe de un grifo que está escondido en un matorral. Le agradezco, y le digo que he acertado de pleno preguntándole a ella (me viene la imagen de Armonia en Ogella). A las 15:15h estoy en carretera, siguiendo la ría al otro lado de Oriñón. A las 15:45h, encuentro señal amarilla hacia la izquierda y sin indicación de a donde me aproxima; pienso que me puede llevar hacia Laredo, por otro camino que la carretera que llevaba, haciéndolo más corto y siguiendo la teoría del señor que me informó por la mañana. Pero miro el mapa y veo que paso el puente y que me sigue alejando. Intuyo que me lleva hacia La Magdalena, muy al interior, y eso no me conviene. Llegan unos jóvenes motoristas y me dicen que siga un poco más, baje y retroceda hacia el puente. Lo hago, y en el cruce se confirma: A Laredo por La Magdalena, 24 km. Llego al puente, que antes había dejado de lado, y veo indicación de albergue a 50 m. No está en mi lista de albergues, pero en otra que me han dado, ¿la de Pobeña?; ahí aparece Pontarrón de Guriezo. Albergue de peregrinos: llaves en el bar-restaurante “el Pontarrón”, aunque no tiene nada que ver con el refugio (preguntar por Susana o Elena). Después de leerlo, veo el bar El Pontarrón y alli, Susana me sellará la credencial (Albergue Municipal. Guriezo), pondrá mi nombre en el libro registro y me dará la llave. El sello del albergue, es un escudo coronado con 8 cruces en aspa y una cruz central con los cuatro lados iguales. A las 16:30h, ya estoy instalado en el albergue; lavo camiseta gris y calzoncillo y me pongo a escribir. Con el nuevo plano de Cantabria y las listas de playas nudistas y albergues voy haciendo planes para las siguientes jornadas; no todo encaja, ya que hay albergues que se alejan de la costa y no me interesan. A las 18:15 me pongo a dibujar; elijo un árbol, que parece un nogal, pero me cuesta hacerlo sobresalir del fondo. Se ve que la marea va bajando y el río Agüera va quedando bajo mínimos (aunque el albergue está distante de la desembocadura, esta zona pertenecerá a Costas, puesto que está bajo la influencia mareal). He sacado un pupitre y con el cubo de la fregona vuelto, que me hace las veces de banqueta y poniendo mi pareo como cojín, estoy dibujando en bolas, hasta que se seca el calzoncillo y me lo pongo. No tengo peligro de que nadie me vea, ya que estoy solo en el albergue y tengo yo la llave; si alguien quiere entrar, deberá llamar. ¡Qué tranquilidad!


Escribo en el libro de visitas, agradecido por la hospitalidad, pero pidiendo una silla (al menos una) y que arreglen la persiana. Me visto, y salgo para El Pontarrón, donde Susana me ofrece un plato combinado: ensalada, huevos fritos, chorizo y patatas fritas, más un yogur de plátano y descafeinado con leche. Luego, en la barra, pediré una copita de orujo, con el fin de conversar con posibles clientes, pero no me puedo enrollar con nadie; les cuento lo que me ha pasado en el vivero, o lo que fue vivero, de Islares, que me he quedado encerrado dentro, y opinan que no se puede tener una propiedad privada en un espacio de dominio público (mucho menos en la costa litoral). Un cliente plantea un problema sobre un anticipo para la compra de un terreno. Entra una pareja de la Guardia Civil y, luego, otra. Son jóvenes y guapos. Resulta sorpresivo para alguien que viene del país vasco, ya que allí no estamos acostumbrados a verlos con tanta naturalidad; para decirlo mejor, ni se les ve. Ninguno toma alcohol, pues, parece, están de servicio. Susana me ha atendido muy bien y está aleccionada para poner en su sitio al peregrino exigente. Elena me dice que mañana devuelva la llave metiéndola en la bolsa de pan que dejará vacía fuera, colgando del buzón de correos. Ahora que menciono el buzón, recuerdo que he echado tres postales: una para Fernando y Mari Cruz, amigos que conocí en Noruega, pues mañana pasaré por Noja, donde ellos tienen un apartamento; otra para Cristina y José Antonio, a los que no pude ver en Portugalete; y la tercera para mi tía Maritxu, que vive en Donostia. Vuelvo al albergue y me acuesto; en sitios cerrados, el saco de dormir me asfixia y tengo que abrirlo del todo.
Lo más destacado del día, ha sido el bañito matutino en Mioño, la anécdota de haberme quedado encerrado en Islares (se repite lo de Barrika; allí fue Christian, el alemán, quien me salvó; en esta ocasión, será un testigo de Jehová quien me salve) y que he sido bien acogido en El Pontarrón de Guriezo. A pesar de que Castro Urdiales tiene su encanto, no tengo nada que destacar. Hoy he visto un coche con matrícula DZY, pero no he logrado ninguna palabra.

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