viernes, 27 de mayo de 2011

viajedejavi. Etapa 16: Noja-Santander

16ª Etapa. 10 de junio de de 2006. Sábado.
Noja-Santander y muchas playas.

Durante la noche he quitado la manta y duermo sólo con la sábana; me he levantado una vez a mear y, mientras estaba sentado en la taza, me he dado aloe-vera en los pies. He dormido bien. A las 6:30h me he levantado, afeitado y duchado con agua tibia y sin jabón. He puesto el 5º rollo en la cámara y me he puesto a escribir. Son las 7:50h y organizo mis bártulos. Bajo al bar y lo encuentro cerrado, por lo que me quedo en la calle esperando. Juan y su mujer llegan a las 8:10h y lo primero que hace él es preparar mi desayuno: descafeinado con leche, mermelada de manzana (que hace su mujer y está muy rica) y dos trozos de bizcocho, que hacen las monjas de la zona. Pago cena y habitación, y el desayuno será obsequio de la casa. Agradecido, me despido y salgo a las 8:20h. Juan me indica una salida de Noja, bastante complicada y, a las 9:10h, apareceré en un sitio que estuve al salir. Casi una hora saliendo y volviendo al mismo lugar.

 Nada más salir, encuentro a unos obreros trabajando, obligados por su patrón, que está con lesión de columna y no debiera estar allí. Están poniendo unos ladrillos grises que, vistos de frente, dan la apariencia de piedra. A las 8:55h, veo la indicación de salida de Castillo. Acaba de cruzar la carretera un zorro precioso, que se ha dirigido al bosque, ha levantado el cuello, como para mirarme, y ha desaparecido en la espesura (ha sido el primero y no será el último que vea en estos sesenta días). Pregunto a un señor y me orienta hacia Soano y luego hacia Arnuero. Veo ahora el mapa y no entiendo por qué no intenté acercarme más a la costa; así fue que no pude ver la playa La Arena (Los Nudistas) que figura entre Isla y Arnuero, y no puedo hacer valoración.

 A las 10:00h tenemos 24º y paso Arnuero a las 10:15h. En el Km.28 he visto la casa de Juan, pues coincide con los detalles que me ha dado para localizarla. Esta señal no obedece a la realidad, ya que yo voy en barco y el recorrido es menor.





A las 10:30h llego a Santa María de Bareyo y me desvío para hacerle una foto. Tendré dificultades para llegar a Antuerta y darme el primer baño del día, pero ha merecido la pena. Es playa rodeada de piedras y una pared en círculo, aunque con poco nudista. Dejo la ropa y me baño, pero tiene el inconveniente de que avanzas por el agua, metros y metros, y no te acaba de cubrir hasta muy adentro. Me encuentro con Pedro, un prejubilado por operación de cadera; después de un rato charlando, se pondrá el bañador, para que no se le coloree la cicatriz. Antes de marcharse me dará todo tipo de explicaciones para que llegue a Galizano sin que tenga que retroceder a Ajo. Cuando Pedro se va, encuentro a una pareja de Aragón, ella con los pechitos pequeños pero muy caprichosos y con cierto atractivo, además, de por su larga melena. Cuando me vaya, no cogeré la rodillera y no me daré cuenta de ello hasta pasado mucho rato; no volveré, pues es síntoma de que ya no la necesito: Doy por curada la tendinitis. A pesar de las explicaciones de Pedro, me equivoco varias veces de camino. Dos mujeres me enderezan; el marido de una de ellas, ha hecho tres veces el Camino.

 En una casa de la cima, me vuelven a enderezar hacia San Pedruco, cuya romería la celebran en la ermita, que fotearé, el primer viernes de setiembre. Dos mujeres me acompañan. Estoy invitado.










Son las 13:20 y hasta las 15:15h no llegaré a Langre, que es playa similar a Antuerta, aunque más grande (unas tres veces más); aquí como allí, no acaba de cubrir.



En mi lista aparecen Langre I y Langre II y no sé cual de ellas es esta en la que estoy. La playa es maja y hay mucho nudista. María Jesús sale del agua sonriente: de unos cincuenta años, aunque sale del agua, en realidad no se ha bañado porque está muy fría y no es bueno el frío para su artrosis. Charlamos; provoco con tema religioso y no resulta una conversación demasiado brillante; pero mi cuerpo y mi mente me pedían pelea. Acaba diciendo que, si Dios no existiera, nos lo tendríamos que inventar; nunca había tenido tan clara la visión de un Dios como necesidad. Me doy tres baños, como queso y frutos secos y seguiré comiendo pasas y almendras por la carretera. A las 16:45h me voy hacia Santander. He visto una indicación de muchos kilómetros, pero serán menos porque yo no voy por Astillero, rodeando la bahía; al menos eso es lo que pretendo.


 Acierto cogiendo el camino por la cornisa, pues es bonito, y sólo encontraré una dificultad en un matorral con hoyo pero, como el otro lado es más bajo, lo supero bien; peor hubiera sido si el otro lado hubiera sido más alto (lo que habría ocurrido de hacer el camino en sentido inverso). Corre una brisa muy agradable. Paso por la playa de Los Tranquilos (su nombre me lo dice una chica) y me indica que la larga que vemos es Somo y que al final está el Puntal, donde se coge el barco. Bajo a la playa de Somo y no me enteraré de cual es Loredo, que es la que figura como nudista en mi lista entre Loredo y Somo. La playa de Somo es muy larga y termina en el Puntal. La primera parte es muy propicia a los textiles, puesto que tiene carretera cercana pero, a medida que uno se va alejando, va adquiriendo las características de aquellas playas que, aunque no las calificaran como nudistas daría igual; una playa se convierte en nudistas cuando los nudistas se desnudan. Bueno, ya voy andando por la orilla, descalzo; una chica va por delante y trato de alcanzarla, pero va a buen paso y me será imposible. Me recuerda a mi amiga Pili, de Hendaia, aunque ésta es algo más alta. En el penúltimo puesto de Cruz Roja, coincido con Nacho y Elena saliendo del agua; serán los únicos nudistas que vea hasta el Puntal; lástima que no les salude, por lo que luego contaré, y sigo hacia el Puntal. Luego observaré que algunos se esconden tras las dunas, aunque no sé si desnudos o vestidos. Cuando llego a la última pareja de socorristas de Cruz Roja (chico y chica) pregunto la hora de salida de los barcos del Puntal y el chico me dice que todavía no hay barcos desde allí y me recomienda que retroceda a Somo para coger allí el que me llevará a Santander. Me resisto, y le insisto a ver si se anima a preguntar por su walki-talki; ni siquiera lo intenta. Le pregunto si puedo volver por piso más firme que por la arena y me responde que sí. En vista del panorama y que no me quedan más “narices” que volver “patrás”, me decido a darme un baño y, mientras me seco, oteo el otro lado, para ver el camino que busco; no lo encuentro y veo el otro lado del mar, que en este caso, será el mar interior que forma la bahía de Santander y, más concretamente, la salida de la ría de Cubas. Allí hay cuatro jóvenes textiles, y uno hará un comentario simplón. Cuando estoy retrocediendo hacia mi sitio, oigo un comentario con voz de mujer, en un tono recriminativo que no me anima a volver el rostro: “Pero si tiene más de 80 años” y algún otro comentario de queja por haber tenido el atrevimiento de acercarme desnudo a dominios de su propiedad exclusiva. Oyendo el tono, ni me molesto en intentar convencer de mi derecho a estar desnudo donde me plazca. Ya en mi sitio, me visto y retrocedo; al pasar junto a la pareja de socorristas, me despido de ellos, a pesar de que no me han gestionado bien la información y me dicen que los compañeros del otro puesto, también se han bañado desnudos y que les pregunte por dónde debo ir para coger el barco en Somo, puesto que desde allí no se ve el lugar y parece que el recorrido del barco se hace por la bahía interior. Sigo adelante y subo a las dunas para ver cómo es el otro lado y, al bajar hacia el otro puesto de Cruz Roja, me vuelvo a encontrar con Elena y Nacho, que ya se están vistiendo para marchar; me aseguran que ellos han llegado esta mañana en barco al Puntal y que vuelven de allí: Es el primer día del año en que ha empezado el servicio y, por lo visto, el socorrista no lo sabía. Le perdono, pero podría haber preguntado. “¿Os puedo acompañar?”, “¡Por supuesto!”, me dirán. Y vamos charlando. Él también fue a Santiago y, en el último tramo, se pusieron capa y demás atuendo de peregrino. Voy muy a gusto charlando con ellos. Son nudistas que lo tienen asumido. Nacho pregunta al que cobra si no hay precio de peregrino pero, tras consultar al piloto, me cobra los dos euros de rigor, como a todos. Cuando bajamos, Elena irá hacia otro lado y Nacho me acompañará hasta la puerta del albergue. Antes ha habido comentario sobre el controvertido auditorio de Saiz de Oza; de lejos, a mí me ha gustado. Cuando estamos llegando al albergue, un matrimonio va unos metros por delante, se trata de los franceses Eric y Joceline. Comento a Nacho: éstos me van a quitar la última cama. Me despido, agradecido, de Nacho y ¡efectivamente!; con ellos se han completado las 16 camas que dispone el albergue. En principio, me ofertan alguna pensión de la zona, pero me resisto, sobre todo, teniendo en cuenta que yo vengo andando ya dieciséis jornadas, y muchos de los que están albergados todavía no han comenzado; en realidad comienzan mañana la andadura hacia Santo Toribio de Liébana, pues estamos en año lebaniego. La hospitalera me dará pistas para solucionar mi problema y yo hago gestiones para colocar un colchón pequeño sobre el suelo, entre dos literas, de tal forma que les quito la salida por mi lado, pero pueden salir por el otro. Unas personas son solidarias, colaboran y aceptan de buen grado, pero la de mi derecha, creo que granadina, no tiene mucha disposición a que yo le merme su derecho a todo su espacio. Como enseguida veo cual es su actitud, me olvido de ella, coloco el colchón y me ducho, paso la fregona, lavo la camiseta y la tiendo sin pinzas en la ventana, con temor de que se me caiga al patio. Una vez hechas esas operaciones, bajo a cenar a un bar cercano y conveniado con el albergue para que dé cenas a precio de peregrino: 7€. Charlo con la dueña: Dora. Tiene buena disposición y trata de ganarse al caminante, don de gentes y ha sido peregrina y propone su menú; hoy: ensalada, paella y chicharro. De acuerdo, pero deberé esperar a otros tres comensales. Mientras, hablo con tres alemanas con ayuda de papel (su mantelito) y bolígrafo; nos entendemos algo. Luego, en la barra, hablo con Philippe, uno de los que van a cenar conmigo, pero tendremos que esperar a que bajen los otros dos franceses. Llega Eric y, al decirme algo de mujer, pienso que ellos dos son pareja; se aclara el dilema y nos reímos. Estamos esperando a la mujer de Eric; y, entonces, me doy cuenta de que Eric y ella son los que me han adelantado en el momento de entrar en el albergue. Si hubiera sido al revés, ¿cómo hubieran resuelto el tema de la cama que les habría faltado? Mirándolo a posteriori, mejor que ocurriera así. Philippe me invita a cerveza y rechazo; ¿quién podría pensar que en diciembre estaría durmiendo cuatro noches en su casa de Lyon? Nos sentamos en la mesa y nos traen dos ensaladas, aunque todavía no ha llegado Joceline y, en cuanto llega, empezamos a dar cuenta de ellas. La paella también está buena y saco brillo a las espinas del chicharro (sólo ese detalle bastará para que se grabe mi cara y mi nombre en la memoria de Dora y me sorprenda, cuando regrese mes y medio más tarde, llamándome Javi). Todo riquísimo. Philippe habla bastante bien castellano y los otros ponen interés para que nos entendamos con su ayuda. No tenemos opción a sobremesa, ya que la hospitalera está muy cansada, tiene problemas cuando está demasiado tiempo con luz artificial y nos ha dicho que estemos todos a las 22:00h, pues piensa cerrar el albergue. A pesar de tomar esa medida, entre pitos y flautas darán las 23:00h cuando la gente se organice y se apague la luz del dormitorio comunitario: Bonne Nuit, gutten agen, buenas noches. El sello que me han echado en la credencial es el de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago y tiene una pequeña concha con el santo en medio, parecido a la Venus de Boticcelli. El albergue han sido 5€, lo estipulado, y no pido rebaja por dormir en el suelo. Al regreso me compensarán.

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