viernes, 27 de mayo de 2011

viajedejavi. Etapa 4: Sunbilla-Irun

4ª Etapa. 29 de mayo de 2006. Lunes.
Sunbilla, Bera de Bidasoa, Endarlatza, Irun.

El tránsito intestinal va bien: suficiente y consistente. Resulta algo escatológico, pero qué importante es para el bienestar del caminante. Todo el día pendiente de uno mismo, de cualquier cambio físico, cualquier dolor ¡qué obsesionante! Pero es muy importante que todo funcione a la perfección para caminar bien. Ayer, al salir de Elizondo, la rodilla me daba pinchazos, que me hicieron pensar en que tendría que abandonar. Hoy me cuesta arrancar y vuelvo a tener problemas en la parte intermedia y al finalizar el día, pero sigo adelante. Estoy suspirando por llegar a Zelai, la talasoterapia de Zumaia. Sigo las instrucciones de ayer. Un  pescador que está buscando lombrices para cebo, está encantado con la costumbre de dejar las hojas recogidas en un montón, sobre la tierra; así las lombrices se concentran. Me levanto del porche de la iglesia de Sunbilla a las 6:30h, recojo todo y para las 6:45h, ya estoy en marcha. Pasada media hora aparece el puente azul que me indicaron. A las 7:30h, llego a la cascada de la izquierda, que conocí en un paseo que di con mis amigos Arantza y Martín, al poco de separarme, en cinco etapas, por el Tren Txikito, entre Endarlatza y Elizondo. Esta cascada sería un lugar ideal para asearme, pero es tan temprano, está tan escondida y en un paraje tan umbrío, que no me animo a desnudarme. Otra vez será. Las ranas croan.


Llego al puente colgante, que está muy bien conservado, abandono el trazado de la vía verde del Tren Txikito, y paso al otro lado del río Bidasoa. La carretera vieja está vacía. Un conductor aparca el coche y sale a andar. Le grito y se acerca a mi llamada. Me dirá que tengo que cruzar la carretera nueva y seguir por la vieja. ¡Ha sido providencial encontrármelo! A las 8:15h, aparecen los cortadores de hierba y matorral próximos a los arcenes, uno delante y otro detrás, con el cartel flecha-stop para girarlo a conveniencia. Como no hay apenas circulación, dos trabajan y dos no hacen nada. Finalmente, aparecerá un coche con maderas.





 A continuación, no me quedará más remedio que hacer dos kilómetros por la carretera nueva que, en realidad, es la vieja con nuevo firme; ahora ya, hay una circulación increíble, con muchos camiones, lo podréis ver en la siguiente  foto. Es bastante peligroso, con poco arcén y, como alternativa, tirarme al río; en algún tramo, al pasar un camión, me aferro al pretil. Estoy suspirando por que llegue el puente para pasar al otro lado.


 Pasa la Burundesa y el chofer, que me reconoce, me saluda y toca el claxon. A las 9:00h, llego al puente de la central de Ventas de Yanci (Igantzi) y me viene un recuerdo de mi padre que me hace llorar, por todo lo que nos quitaron cuando era niño y que, más tarde, hizo que no fuera fácil nuestra comunicación.
Llego a una parte del camino que está llena de troncos, creo que pertenece a Igantzi, y empieza a caer un xiri-miri muy ligero, casi agradable. Después de Bera, arreciará, pero no me voy a adelantar. Un municipal me ofrece llevarme en su coche hasta el cruce de Lesaka; agradezco y rechazo; me dice que le gustaría hacer el Camino. Se va. Todavía en Bentak, a las 9:25h me encuentro con una pareja que va de amarillo: “Día ideal para andar”, me dirán. Luego me los encontraré de nuevo con otra pareja. Son de Bera y me dicen que me faltan 8 o 10 km. para llegar y, como les he preguntado, me dicen que primero vaya al Ayuntamiento (Udaletxea) y después a la residencia de ancianos, donde quiero visitar a una tía, Milagros, prima de mi padre. El municipal, que era de Lesaka, regresa justo en el momento en que llego al cruce de su pueblo. Sigo andando, sin problemas, y llego a Bera de Bidasoa.


Primero os presento el último túnel, reminiscencia del tren Txikito, ya próximo a Bera de Bidasoa y, como veis, iluminado con luz artificial.


Pregunto a un matrimonio y ella me manda por el puente de San Miguel, pero él me indica que vaya por otro sitio; esta segunda orientación, me parece más razonable; me asomo al primer puente, desde allí saco foto al puente de San Miguel, y sigo el camino indicado.




Llego al Ayuntamiento y allí me encuentro con Arantza, de Viajes Eroski, y con la que charlo un rato. Cuando no estaba jubilado y tras los años de zozobra tras la separación, acudí a Viajes Eroski para contratar mis viajes organizados. Así fui a Marruecos, Italia, Grecia, Noruega (Cabo Norte) y Dubrownik. Desde que dejé de trabajar y descubrir que se puede viajar caminando, ya he perdido interés por ese otro tipo de viaje más convencional y sólo voy a Eroski para contratar mis viajes con el Imserso, siempre muy bien atendido por Arantza, Gemma, Ana, y demás. En el Ayuntamiento, me sellan la credencial (Berako Udala), la última de Nafarroa, y en el Juzgado me dan copia textual del acta de nacimiento de mi padre; por ella me entero de que mi aita debiera haber nacido en Irun, que es donde mis abuelos estaban domiciliados pero que, por conveniencia de mi abuela y porque estaría mejor atendida en Bera, habían ido allí accidentalmente, para dar a luz su segundo varón; luego serían hasta diez, más una niña que murió pronto. Se presenta en el Registro civil el abuelo de mi padre, y por él, también me entero de mi noveno apellido, Arozamena que, como mis ocho anteriores, también es vasco. ¡Qué dos informaciones más curiosas! Una, la del apellido, para facilitar el abordaje de un árbol genealógico más completo que el que hice hace ya tiempo y la de mi ascendiente irunés que, aunque nunca tendré ITV (Irunés de Toda la Vida), puede ayudar a involucrarme más en la mejora de esta ciudad donde vivo.
También me servirá para alguna otra curiosidad a lo largo del camino, sobre todo cuando me preguntan si soy vasco. Explico que nací en Navarra y que una parte de Navarra es más vasca que muchas zonas alavesas y algunas vizcaínas, mientras que otra parte no lo es; que a pesar de mis nueve primeros apellidos vascos, y el interés que puse en aprenderlo, no sé euskera y si no sé euskera, no soy euskaldun, el que posee la lengua vasca, y es la lengua la que define al vasco; que mis hijas, teniendo la mitad de apellidos vascos que yo, sí saben euskera, son euskaldun berriak (vascos nuevos) y mis cuatro nietos, con las tres cuartas partes de apellidos vascos, son bilingües, hablan los dos idiomas oficiales de la comunidad vasca (cuando el pequeño, de dos años, deje de balbucear) y, por tanto, serán euskaldun zaharrak (vascos viejos); resulta hasta divertido que los peques sean viejos, los padres, nuevos ¿y el abuelo?, ni siquiera sea. Bueno, continuemos con el viaje. Cuando salgo del edificio del Ayuntamiento, pregunto cómo ir a la residencia de ancianos. Allí pregunto por mi tía segunda Milagros; lleva poco tiempo en la residencia y todavía está en período de adaptación. Está bien y no tiene ninguna queja, sino al contrario, la tratan bien, pero echa en falta su casa, el mirador… La encuentro muy bien y positiva, con aceptación de lo moderno: en lo que se refiere a separaciones, parejas de hecho, etc. Se apena de la muerte de mi madre. Es un cielo de mujer, con su cadencia de voz muy pausada. Al comentarle el paseo que di ayer, me dice que el tío José (cura y hermano de mi abuelo paterno) fue párroco de Elvetea (Elbete) y Arizkun; y que los dos hermanos más amigos, su padre y el tío Ildefonso (el que vivía en Oiartzun), también hermanos de mi abuelo, iban andando desde Bera hasta Hondarribia, visitaban a otro de los hermanos que vivía allí, jugaban un partido de pelota con él, y se volvían andando a Bera en el día. Así que la conclusión que saco es que mi andadura será una “hazaña” menor. Me ha enseñado su habitación con baño compartido y sobre las 12:30h, cojo agua y me despido. Al salir de Bera de Bidasoa me indican que coja el puente de San Miguel para llevar a la vía verde del Tren Txikito y, por segunda vez en el día y, esta vez sin querer, me lo dejaré pasar y paso por el mismo de hace unas horas. Una señora me dirá que lo más interesante que hay en ese puente, es una pata que está incubando. No la veré. Cojo mal el camino, pero pronto, dos mujeres, ¿madre e hija?, me indicarán un camino que cruza y así el error no me obliga a desandar todo. Los dos túneles siguientes tienen electricidad, pero el tercero, que está en curva, no la tiene y me costará atravesarlo. Después de salir de Bera, me he dado cuenta de que no he desayunado. Ha sido un despiste. Me encuentro con madre e hijo y quiero asegurarme de que voy por buen camino. Total que nos ponemos a hablar y resulta que eran antiguos vecinos de mi tía Milagros y que “la visitan a menudo”, me dicen. ¡Qué casualidad! Ya comentarán el encuentro con ella. Luego llegaré a una presa a la que se accede por una escalera. Allí comeré al sol y me tumbaré un rato ¡qué bien se está al solete! Y, sin más, llegaré a Endarlatza.
Se acaba Navarra. Intento continuar, pero todavía faltan unos años para que la vía verde llegue a Irun, así que no me queda más remedio que salir, de nuevo, a la 121 que, de nuevo, trae un tráfico intenso ¡Qué tensión! Menos mal que los conductores de vehículos grandes, en cuanto me ven, encienden intermitente izquierdo y se alejan del arcén. Lo malo es cuando viene otro camión de frente. El trabajo se lo tiene que tomar el caminante, así que cada vez que aparece a lo lejos alguno de estos monstruos de la carretera, miro hacia atrás y actúo en consecuencia. ¡Cinco kilómetros de infierno! Descanso enfrente de Biriatu. Último adiós a Iparralde (Francia). Behobia me recibe con lluvia y pido ayuda a un extranjero para que me eche por encima el impermeable que me dio mi yerno, Mikel, cubriéndome la mochila. Veo al marroquí que conocí en EPA y que trabaja en Behobia (barrio de Irun).




Cuando llego a la parroquia del Junkal, me asomo al interior y me ve Leire, compañera de trabajo de mi hija, desde arriba del andamio. Están restaurando los retablos del altar de San José y del Cristo crucificado. Hace una exclamación y le hago un gesto para que no diga nada a mi hija.



Cuando terminan el trabajo veré a mi hija Vera, que piensa que he abandonado. Le cuento, a grandes rasgos, lo hecho estos cuatro días. Mientras esperaba a que saliera de trabajar, he dibujado una de las farolas de la plaza y, ahora, le acompaño al topo (tren de vía estrecha que une Irun con Donostia-San Sebastián y enlaza con Lasarte-Oria y con la ruta hacia Bilbao).


 Tras despedirme de ella, voy a sellar la credencial al albergue de Irun. Casualmente, está de hospitalera mi amiga Amparo Blanco, quien me echará el sello y me la firmará (es la primera firma y, con el paso del tiempo, está desapareciendo), charlo un rato con ella de mis primeras experiencias de caminante (sólo son cuatro días), escribo en el libro del albergue, pero no me quedo a pernoctar allí; Amparo me ha dado la idea de salir mañana por Olaberria, pues quiero pasar por el taller donde trabajé los últimos años; olvidaré intencionadamente que el camino señalado va por Jaizkibel. Así que me voy hacia casa, me paro en la tienda de ropa Sucre y hablo un rato con Juan y, después, con Gerardo García fotógrafo afamado de la AFI y compañero en lides de cultura en el Foro Ciudadano Irunés, y antes de llegar a mi casa, con su hermana. También he visto por la calle a Mari Carmen, la mujer de Pako Sagues. Encuentro en el buzón carta de mi amiga Maxi Magriñá, con sellos de correo usados, que de vez en cuando me manda para mi colección, y me da la buena noticia de que su hijo Dani va bien (pero tiene una enfermedad incurable y no pasaría mucho tiempo en que sus cenizas surfearan por la Zurriola, sobre cuyas olas tanto disfrutó). Visito a mis vecinos y amigos del 6º. Ya en mi apartamento, coso alguna ropa, dejo el pantalón largo (ya sé que no lo voy a usar), dejo algunos papeles que ya he utilizado, alguno que ya no me hará falta y cojo alguna información que había dejado adrede para cogerla ahora. Se van perfilando las dos etapas próximas. Voy algo acelerado, por el deseo de llegar cuanto antes a la talasoterapia de Zumaia, para curarme la tendinitis de la rodilla derecha. ¡Qué gran regalo me hicieron en la despedida mis compañeros de trabajo: Un relax gastronómico en Zelai! Y qué gran acierto tuve en reservarlo para este camino especial a Santiago, que estoy haciendo; ¡ni que hubiera intuido que lo iba a necesitar! Una vez pasado Zumaia espero ir más parsimonioso.  Dedico un rato a escribir el diario. Llamo a mi otra hija, Sara y, aunque me gustaría verle mañana, va a ser muy difícil que lo consiga. Después de un corto baño-masaje y de cenar un bote de garbanzos, me acuesto como acostumbro, en mi cama, y así, por una noche, no suelto el saco de dormir. Me he puesto el despertador y sueño y duermo como un lirón; de tirón.

Como balance del día se puede decir que lo más interesante ha sido la visita a Bera de Bidasoa: mis ancestros y mi tía; y la tendinitis que me está permitiendo seguir andando. Ver a mi hija también me ha hecho mucha ilusión y a Amparo.
Esta es la lista de albergues del Camino de Santiago que me dieron en Irun y que fui utilizando a lo largo de mi camino. Los utilizados, los he subrayado en verde.

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