viernes, 27 de mayo de 2011

viajedejavi. Etapa 7. Zumaia-Deba (Lastur)

7ª Etapa. 01 de junio de 2006. Jueves.
Zumaia, Deba, Lastur (en coche).




Aunque el recorrido parece corto, no lo será tanto, ya que me perderé en diversas ocasiones. Estoy cansado por haber dormido poco y mal, dando muchas vueltas, con almohada inadecuada, suelo duro e intentando mil posturas. A las 4:00h me levanto a orinar. Al inicio de la noche, como decía, se levantó un airón que me levantaba por los aires tanto el saco como la esterilla, por la zona de los pies. El saco parecía que se inflaba y desinflaba. El pecho lo he mantenido caliente, pero en el resto del cuerpo he pasado frío. El amanecer ha sido bonito: la salida del sol, con el cielo despejado, y el trino de los pájaros. Me visto, recojo y bajo al pueblo. El barrendero me dirá que el  Errota abrirá a las 7:00h. Efectivamente, lo hacen puntuales y desayuno: descafeinado con leche y dos croissanes, por 3€, y me pongo a escribir el diario en la mesa del rincón. Son las 8:00h cuando termino, preparo el bañador, pues me hará falta luego (creo que fue el único día que lo usé y, como se verá, a tiempo parcial), y leeré algo del camino en los folletos que cogí en Balmaseda, tiempo ha.


 Salgo a dibujar a la calle y dejo el dibujo inconcluso a las 8:45h para no llegar tarde a la cita de Zelai.
 Llego puntual, y me recibe una doctora venezolana encantadora a quien, tras contarle lo de mi rodilla, se lo comunica a la profesional encargada de la cápsula Photón, y ya puedo pasar a hacer el circuito. Sólo estamos un señor mayor y barrigudo y yo. Nada más iniciar el circuito de chorros de agua salada que llegan con fuerza diversa desde distintos puntos a mi cuerpo,  empiezo a notar mejor movilidad de mi rodilla y, ya en la piscina, me puedo permitir el lujo de dar saltos, ¡parece un milagro!, ni me lo puedo creer. Como veo que mi compañero  se va, y que la espuma, producida por el salitre al ser agitado, evita que se vea la zona sumergida, aprovecho para desprenderme del bañador y sentirme libre en el paraíso. Por si entra alguien, lo tendré localizado en un rincón y listo para ponérmelo. Un superlujo. Todo el circuito para mí solo; con los chorros de agua y las burbujas dándome en los cataplines y en el miembro viril y, encima, la rodilla cada vez mejor. El incumplir la normativa, tiene su valor añadido, el valor de la transgresión. ¡Qué atractivo! Estoy genial. Si esto no es la felicidad, se le parece. Contado lo anterior, sólo me queda pedir disculpas desde aquí a Zelai, por no cumplir sus normas de higiene. Espero que lo que he contado, sea entendido como una muestra de sinceridad y que no me cierre de por vida las puertas de la talasoterapia zumaitarra. Me gusta el diseño de las chancletas y me dicen que me las puedo quedar; así que sólo devuelvo el gorro.


Estoy con el albornoz y me dan un taparrabos para que me lo ponga antes de meterme en la sauna seca (Photonterapia). Me colocan un trapo en la zona de la articulación, para que se focalice el calor y tras estar dentro el tiempo prescrito, salgo como nuevo, recuperada totalmente la movilidad de la rodilla derecha. ¡Qué gozada! La doctora Mª Cristina Lugo, me da trombocid, esparadrapo y tres emplastos de calor (aunque lo llaman calentador de manos Pak-heat, vale para calentar mi rodilla y mantiene el calor 12 horas), y me dice que me dé un masaje en los pies con un gel de aloe-vera. Lo hago, y es un placer que repetiré. No me llevo éste, porque es grande y pesa mucho (y no quiero añadir más peso al excesivo que ya llevo). En el Pak-heat no viene la composición, pero el truco consiste en unos elementos que hay en la bolsa que, al agitarse, producen calor (también debe haber algún otro producto que al mezclarse produce frío).  María González, la recepcionista y un ayudante, Jon Albisu, irunés, me recomiendan un paseo por San Telmo y el borde del acantilado, hasta que dé la una, hora en que he quedado para comer. Salgo del balneario y me encuentro con un estudiante de 1º de bachiller y me acompaña hasta la ermita; ¡claro! Telmo y me viene a la imagen la Telmo Deum zumaitarra, la tan laureada trainera del pueblo arrantzale (pescador).


 Veo la ermita y me asomo al acantilado sobre la playa de Itzurun; estoy disfrutando de un paraje prodigioso, desde un enclave privilegiado y me encuentro con un capitán de barco de la marina mercante: Miguel de Etxabe. ¡Hora y media sin parar de “rajar”!; haciéndonos confidencias mutuas; él desde la experiencia de la soledad del marino en alta mar, yo desde la mía. ¡Cuántas coincidencias e inquietudes comunes! Ahora está haciendo un trabajo menos marítimo, más de oficina, de logística, y buscando información en Internet. Me recomienda coger el camino a Deba partiendo desde allí y me da las indicaciones pertinentes. Me saca fotos con la ermita de San Telmo y otra con la de Arritokieta al fondo (donde dormí ayer).

Su recomendación coincide con la que ayer me dio el que estaba con contrato de relevo. Poco antes de la una, nos despedimos con un abrazo y me voy a comer al primer turno. De momento, estoy solo en el comedor y el restaurante se llama Abegi Leku, que se podría traducir por sitio acogedor, y me dan el menú gastronómico al que estoy invitado ¡qué bien no tener que pensar! Consiste en: Ensalada mixta, crema de puerros, brocheta de sepia, solomillo con guarnición y tarta de queso con arándanos y helado; todo buenísimo y regado por un rioja Vega, crianza del 2002, del que beberé 1/3 y me entretengo copiando, mientras me sirven: Tempranillo, mazuelo garnacha (vendimia en momento óptimo de madurez), 12 meses en barrica de roble, reposando 6 meses en botella. Rico en sensaciones cromáticas y gustativas. Color rojo rubí, limpio y brillante. Aromas: vainilla, torrefactos y especias. En boca: estructurado, carnoso y equilibrado. No habría mostrado tanto interés si no hubiera hecho en Cebanc el curso de Cata de vino, dentro del programa Hobetuz, y si hace dos días, no me lo hubiera vuelto a la memoria mi encuentro en Orio con mi tocayo Javier. Y en mi día más epicúreo de mi viaje. ¡Gracias Guillermo! No sé si entonces ya se había establecido como normal, llevarse del restaurante la bebida no consumida; ahora está menos mal visto, pero, en cualquier caso, no me la habría llevado. Hay que ser coherente con lo que digo del peso de la mochila. Habría sido poco ético argumentar razones de peso para no llevar el aloe-vera (necesario para mi buena salud corporal) y, ahora, cargarme con una botella de vino (aunque, bien dosificado, ayude también a la salud del alma).  Han llegado dos hombres y comen en la mesa de al lado. Para variar, intervengo en su conversación cuando hablan de jubilación; les cuento lo que sé en relación al tema, del contrato de relevo y, ¡claro está!, les hablo de mi viaje. Sienten envidia sana. Me despido y bajo a coger la mochila que se ha quedado abajo. Hablo con las personas que he tenido relación durante el día y salgo hacia San Telmo a las 14:20h. ¡Qué bien voy! La gasa unida a la rodilla con tiritas se me cae, así que no puedo sujetar la bolsita con calor; y me hago propósitos de solucionar el tema en Deba. A las 14:45h enlazaré con el otro camino que indica Done Jakue (nombre euskaldun de Santiago; sería San Jacobo o San Yago). Me encuentro con un pastor de ovejas que ya probó la talasoterapia; hablamos dos minutos. Luego me acompañaran un tramo del recorrido dos mujeres de la zona. No puedo asegurarlo, pero o el camino está mal señalizado, o el vinillo me ha atontado, total que me pierdo tres veces. Encuentro un cruce; elijo erróneamente, dudo, retrocedo; cojo el otro. Me meto en un pinar con alta hierba y pinchos; salgo como puedo. Creo que al lugar que hubiera salido por el primer camino. Siempre me cabrá la duda. Llego a un caserío, y de allí salgo por el único camino visible. Los perros ladran, pero nadie sale y no puedo preguntar. Resulta que había otro camino oculto y que, por tanto, me lleva a perderme de nuevo. Ese otro camino lo descubriré cuando unos años después haga la ruta Zumaia-Deba con mi amigo Jokin Elkoroberecibar.  Avisto Itziar a las 16:00h y el camino me sigue alejando de la costa y tengo la intuición de que me va llevando para atrás, hacia Donostia. Encuentro a un baserritarra(casero) en su caserío y me indica cómo bajar a un bar, donde reencontraré la ruta. El bar está cerrado; no hay nadie. Llega un representante que tampoco encuentra al interlocutor que desea. Sigo adelante y veo a una señora tomando el sol; con la excusa de que le busca el representante, aprovecho para preguntar, y me orienta hacia Sakoneta; pero Sakoneta es un playa que me aleja y que me vuelve a orientar hacia Itziar, y yo allí no quiero subir, sino continuar, sin alejarme de la costa, a Deba. Yo creo que, o bien el camino de Santiago aprovecha a veces las señales para la Marcha a Itziar, o me estoy liando yo solito, en mi afán de no subir allí. Sigo flechas nuevas con poste y donde pone (no lo anoté): Bidea, Ibildea o Ibilbidea. Voy siguiéndolas y llego a otro cruce, ya fuera del bosque, en que pone, de nuevo, Sakoneta. Tomo la decisión de seguir esa dirección y decido darme un baño en esa playa y preguntar. Total que a las 16:40h paso por debajo de las vías de Euskotren y a las 17:05h, por encima de las vías, cruzo hacia Sakoneta. Es playa de rocas, con acantilado similar al de Zumaia, posiblemente pertenezca al mismo flysch. Encuentro a dos caseros que me explican por dónde continuar. Ella trabaja la tierra y él  sólo mira. Como ya veo el camino que me han señalado, me dirijo hacia las rocas de la playa, para admirar el paisaje. Cuandi el hombre ve que no sigo sus instrucciones, me sigue y me grita para advertirme de mi error. La mujer parece que le quiere retener, como que no se fiara de lo que pudiera hacer, como si él estuviera a su cuidado (me puedo hacer la película que me dé la gana; no tengo muchos datos para conjeturar). De lejos, le grito por qué lo hago y, como ya veo que no hay arena y las posibilidades de darme un baño placentero se reducen, decido retroceder y orientarme para continuar por donde me decían y tranquilizar al informante. Ya tranquilo, el hombre regresa donde la mujer. Cuando estoy ascendiendo la montaña, tengo otro encuentro providencial: un chico sudoroso, de una belleza arcangélica, se me aparece con sus tres guarros querubines (tres perros blancos muy embarrados) y me da la mejor solución para llegar a Deba y los puntos clave; acierto con todo y eso que algunas indicaciones suyas son contradictorias con lo que las señales del camino indican. Estas señales están puestas por razones de seguridad, para evitar que la gente cruce las vías. Posiblemente sean fruto de un acuerdo entre Euskotren y el Camino de Santiago. Antes de llegar al tercer túnel, el arcángel volverá de regreso y comprobará que he seguido sus instrucciones a rajatabla. Pero antes tengo que pasarlos; así que bajo de la montaña (montaña sobre túnel horadado para paso de tren, en uso) y llego a la señal disuasoria. Incumplo el precepto y cruzo la vía, tomando la precaución de mirar a diestra y siniestra, llego a la explanada, abandono el camino oficial que, de nuevo, me orienta hacia la montaña, y me meto en el primer túnel, que estaba semioculto hacia la derecha; se trata de un túnel en desuso, ya sin raíles y bastante largo; pero se ve el final y no se camina mal. Luego llegará otro cortísimo y el tercero que será largo, pero no tanto como el primero. Terminado éste, hay que salir hacia la derecha, ladear un tramo de vía en uso (parece que con esta solución se han evitado tres túneles y sustituido por uno) y rodear la depuradora, continuando por un camino que asciende casi vertical y que me terminará de arruinar la rodilla que yo ya veía curada. Me vuelve a doler un poco, aunque se mantiene la flexibilidad y el juego. Llego hasta la carretera, y por ella llegaré hasta Deba. Se ve la costa y voy bajando, poco a poco, hacia ella. Queda lejos, pero si hubiera estado más a mano, me habría dado un baño. De todas formas no me urge, ya que tengo por delante lo que queda de tarde y, cuando deje las mochilas en el albergue, me podré bañar (¡qué iluso!). Paro un momento en el Mirador de la Hilandera, pero el cartel tiene mucho para leer y, además de forma ascendente, así que no me animo y no bajo para luego tener que volver a subir. Para una furgoneta matrícula M; el conductor para y se asoma al mar. “¡No te suicides!”, le digo. Suficiente para entrar en conversación. Acaba de llegar de Madrid y está suspirando por ver su anhelada costa. Me dice que en Deba, el nudismo se hace en roca: “¡ves uno!”, me dice, señalando; y veo. Sigo adelante. Más abajo, me claxoneará al pasar. Pregunto por el albergue y me dirán: Cruz Roja, tras pasar un tunelito bajo Euskotren. Está cerrado y un cartel indica que hay que pedir la llave en Información o en policía municipal. La oficina de Información está cerrada. Y los municipales me dirán que el albergue está cerrado por desratización y desinsectación ¡qué faena! ¿No lo podían haber hecho cualquier otro día?, ¿tenían que esperar a que viniera yo? Todo el plan de baño se me va al garete. Los municipales me proponen como alternativa Lastur, pero está en interior y es necesario transporte, así que decido que no. Me cuidan la mochila y voy a comprar algo de jamón de York, tomates y fruta, puesto que hoy he comido bien, y no he andado demasiado; primero he comprado la rodillera que me ha costado 4,47€. Pero cuando regreso, me doy cuenta de que se me está agotando la batería del móvil, y decido ir a Lastur. ¿Por qué no me quedé a dormir en la playa? No lo sé, ni siquiera me lo planteé.  Los municipales hacen la gestión y de Lastur me vendrán a buscar. Antes de marcharme me echarán el sello en la credencial: Debako Udaltzaingoa (Policía Local de Deba). Maitane es muy agradable; me sube en el coche y el trayecto es gratuito; sólo pagaré 15€ (cama 12 y desayuno 3). Cuando llego, los otros tres ya están cenando. Algo de envidia ya me dan, pero ya no tiene remedio. Lo curioso es que son: el matrimonio francés que estaba en San Martín, en Orio, en el albergue de Rosa, y que aunque salimos el mismo día (da la sensación de que fue hace mucho tiempo, y fue ayer. Esta sensación de que el tiempo es distinto, es una tónica en todo el camino; se vive con más intensidad), ellos lo hicieron más temprano; no tengo ni idea de dónde durmieron ayer; y Elena, una chica de Bilbao, que estaba convencida de que me iba a ver. Resulta que cuando visité a mi amiga Amparo, la hospitalera del albergue de Irun, Elena estaba descansando en la cama y me oyó hablar entre sueños. Sabe algo de mí, por lo que le han contado Amparo y Rosa. Me recuerda la palabra Filoxenia, que significa lo contrario que xenofobia; sería algo así como “amor al otro”. Es una palabra que leí en un libro de Juan Goytisolo, palabra que regalé a los amigos del Camino de Santiago, en aquellos tiempos que compartíamos edificio con ellos los del Foro Ciudadano Irunés, que somos tan ilusos que pretendemos que la ciudadanía sea más participativa. Cuando alguna vez alguien me dice que la democracia que tenemos es una mierda; mi respuesta es que la democracia la hacemos entre todos, ¿qué haces tú para que no sea tan mierda? Si me dicen que no te dejan hacer nada; mi respuesta es que, si tienes un proyecto interesante, te informas y encuentras apoyos de gente que te lo avale, el proyecto sale adelante. Y me desvío del camino, sólo por haberme reaparecido la palabra Filoxenia. Subo a la habitación, dejo las mochilas, no elijo cama, y bajo de nuevo al bar con un tomate y el York, me dejan un plato y me dan sal, pan y vino. Charlo en francés ¡que se noten mis 70 horas de clase! y con Elena de mil cosas y nos vamos a dormir. He dejado cargando el móvil. He tenido una llamada sobre un problema en la instalación de las persianas nuevas de mi casa y, como tengo el nº de teléfono, ya lo resolveré otro día. De pie, charlo un poco con la francesa, mientras su marido duerme abajo. Hablamos sobre cine (aunque el marido es el cinéfilo). Son bretones y con nombres bretones, muy difíciles de captar si no los veo escritos. Elena, que había bajado, vuelve aterida de frío y se acuesta. Yo también y duermo, aunque no perfectamente, mejor que los días pasados; lo hago con la rodillera y el sobre caliente. A mitad de la noche me he levantado para orinar, después de Elena; voy desnudo y con el calzoncillo en la mano, por si acaso me topo con alguien, pero a los que estamos, los tengo controlados.
Haciendo balance del día: Magnífica mañana en Zumaia, con el tratamiento en Zelai y la comida especial, más la rodillera complementeria comprada en Deba; bonito el encuentro con el capitán de la marina mercante; lo peor, las vueltas que di por no subir a Itziar y la suerte de encontrar a quien me orientó hacia los tres túneles obsoletos de Euskotren. Curiosa experiencia en Lastur con mi primer coche que me coge en Deba y que me dejará, en el mismo sitio en que me monté, al día siguiente.

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