viernes, 27 de mayo de 2011

viajedejavi. Etapa 20: Unquera-Piñeres

20ª Etapa. 14 de junio de 2011. Miércoles.
Unquera, Llanes, Celorio, Barro, Niembro, playa de Torimbia, playa de San Antolín, playa de Guilpiyuri, Piñeres.

He dormido bien, aunque durante la noche, he tenido que abrir la cremallera para sacar los brazos. Mientras Gilbert se prepara, yo me levanto a orinar. Luego se levantará Alan y, el último, Guille. Van a desayunar a la cocina y me ofrecen melón; con una raja me basta y me la como allí mismo. No hay enchufe para afeitarme y decido prepararme rápido para salir con ellos, puesto que no sé como han quedado para dejar la puerta cerrada, así que me doy prisa y salimos a la vez. Gilbert va de guía.

Saco foto de la casa roja que, con la poca luz que hay, saldrá fatal. Pasamos el puente sobre la Ría de Tina Mayor (¿el río Deba?) e iniciamos un camino muy empinado que, para iniciar la mañana, me deja hecho polvo. Luego, ya iremos mejor y alterno conversaciones con Guille y Alan; casi todo el tiempo Gilbert va de guía, pero a ratos, emparejado y hablando con Guille. Los caminos son buenos y nos llevan por pueblecitos pero, cuando no nos queda más remedio que salir a la carretera general, se nota que aquí no hay autovía y el exceso de circulación hace el camino muy desagradable.
                                                          
                                                     A  S  T  U  R  I  A  S

 En Buelna saludamos y pasamos a Jocelin y Eric. En Riego paran a desayunar (una especie de amaiketako) y yo tomo un descafeinado con leche y dos triángulos de bizcocho casero (2,90€), orino, cargo el móvil y escribo. Cuando estoy escribiendo llega alguien que me agarra de los hombros y me los sujeta fuerte para que no pueda ver quien hay detrás. En unos segundos pienso que puede ser uno de mis tres acompañantes pero, por la contundencia, descarto a los jóvenes; tampoco veo a Gilbert  como alguien capaz de tomarse esa confianza; así que, automáticamente, digo: ¡Philippe! Y acierto. Son las 10:15h y caminaremos los cinco hasta Celorio. Hoy nos está tocando andar mucho por carretera y con muchos camiones.


Por fin, unos kilómetros antes de Llanes, nos meteremos por pequeñas carreteras y caminos y llegaremos a una ermita con un Cristo; retrocedemos y cogemos camino hacia abajo y Philippe observa las potentes raíces de un árbol, que parecen troncos y luego observamos que corresponden arriba a dos árboles unidos: un haya y una acacia. Philippe quiere una foto, y se la saco; será la única foto que saqué de alguien que esté haciendo camino conmigo y, para que se la mande a Lyon, me escribe las señas: Philippe Delas 30 avenue Leclerc 69007 LYON Francia (Las pongo porque ya no vive allí; la última carta felicitándole el año 2011, me llegó devuelta). ¡A saber cuantas postales no llegaron a su destinatario! También me ponía el número de teléfono y el correo electrónico. Cuando llegamos a Llanes, Philippe va a comprar fruta y otros comestibles y yo voy a la Torre, en busca de información, detrás del Ayuntamiento. Allí me dan un mapa, que parece mejor que el de Cantabria, les pido una tijera, lo recorto y me quedo solamente con la parte de costa, que es lo que me interesa; la parte más estrecha será la inicial que, en la cuadriculación, corresponde a las letras M, N, O y P del nº 3 (hasta llegar a Ribadesella), de la B a la L entran en los cuadros 1 y 2 que, sobre todo el 2, será lo que más utilizaré, puesto que el 1 sólo me será útil el día de la etapa 24ª, ya que corresponde al triángulo Gijón, Candas, Luanco, cabo Peñas y Avilés. Luego,  quiero comprar un Peña Santa (pastel típico del lugar y que conocí hace años); intento ubicar el lugar de la pastelería, y lo hago correctamente, pero ya no hay pastelería, ahora es un Banesto ¡qué bajo hemos caído! Mira que trocar dinero por pasteles. Voy a otra pastelería y me dicen que en el hotel Paraíso me lo pueden hacer exactamente igual. Voy allí con la idea de comprar dos, uno para Philippe y otro para mí y, después de comer, comérnoslos de postre; y me dicen que es un helado cubierto de una crema caliente, una especie de soufflé ¡qué olvidado lo tenía! Son malas pasadas que, en la distancia, juegan los recuerdos. Yo recordaba un pastel riquísimo pero no el detalle de que había que comerlo in situ, que no valía para llevar. Así que desisto y volvemos a la otra pastelería y compramos una especie de buñuelo relleno, que elige Philippe para él y yo elijo una especie de pastel vasco con almendra. Nos encontramos con el trío y seguimos hacia Celorio. Por ir con ellos y seguir el camino oficial, ya hemos dejado por detrás dos de mi lista de playas nudistas: Ballota y Portiellu, así que no podré aportar ningún dato de ellas; ahora estamos llegando a Poo y me gustaría conocer la playa de San Martín pero, entre que no tengo ningún dato para saber si merece la pena o no y que Gilbert ha tomado el puesto de guía del grupo y, quizá, ya está llegando la hora de comer de los franceses, y no nos oponemos, seguiremos hasta Celorio. Así que tampoco podré informar de San Martín. Si algún nudista, de la zona o de fuera de ella, puede dar datos de las tres últimas playas nudistas mencionadas, nos podría venir bien a los que no las conocemos.

Llegamos a Celorio, a la playa del Portillo o tal vez sea la playa de La Palomina. Gilbert, Guille y Alan deciden el lugar de la playa para quedarse a comer, junto a unas rocas; empiezan a comer, mientras Philippe y yo nos bañamos en bolas, comemos después y damos buena cuenta de los pasteles.









Les ha gustado mucho el lugar. El primero que desaparece es Philippe y no tengo ni idea de si va a volver o si se ha ido definitivamente; voy detrás, pero no veo ni rastro de él. Hablo con un hombre al borde de la baranda y, mientras, por el otro lado, se va el trío. Una vez solo organizo mi plan.


 Paso a la siguiente playa, la de El Borizu, donde estaba y está el Camping María Elena. Ahora ocupa la parte trasera solamente. La primera vez que acampamos, tenía yo 18 años, lo hicimos al borde de la playa; ¡qué viaje memorable con Guillermo Barreneche e Ignacio Latierro!; bajábamos directamente de la tienda a la arena ¡qué privilegiados!; eran otros tiempos y la ley de costas no era tan rigurosa y permitía que lo privado arrasara el espacio público. Me alegra de que algunas medidas se vayan tomando, aunque por el sur y el levante se mantengan delitos más flagrantes.
Pero, volvamos a este viaje. Al borde de la playa, dentro de su coche, hay una pareja comiendo y, cuando salen, charlo con ellos; van hacia Santander. Salgo de la playa y encuentro a un señor mayor que camina porque le conviene y le gusta y me da toda clase de explicaciones para llegar a las playas de Torimbia y San Antolín; dice que están haciendo un nuevo camino.


 Al pasar por Barro, veo que es una playa muy interesante para niños y familias, porque es amplia y tiene mucha zona con arena seca que no cubre la marea alta: hay muchos niños de excursión, se ve que son los últimos coletazos del curso escolar.





Antes de llegar a Niembro, avisto la iglesia de NªSª de los Dolores, que da una imagen muy bonita, aunque tiene más encanto cuando la marea está alta, pues la iglesia se refleja en el agua (aunque no sea como Mont St.Michael); a falta de ello, en la foto hago coincidir la torre con el repetidor que está en el monte de detrás.

 Aparece el nuevo camino que me había indicado el señor de El Borizu, pero sólo indica San Antolín.





Encuentro a dos mujeres maduritas y a una joven y me orientan ya para Torimbia. Dejo a diestra la playa de Toronda

 y sigo camino hasta que avisto playa Torimbia desde arriba y es una media luna perfecta, quizás la más bonita de Asturias, con dos tontorros de piedra y roca en los extremos.
Me sorprende, ya que me habían dicho que era una pequeña playa nudista, pero de pequeña no tiene nada, quizás no tenga demasiada profundidad y todavía tiene que subir más la marea.

 Una chica tumbada y vestida; dos extranjeras con bicicleta, sentadas en un tronco; una familia extranjera vestida con dos niños desnudos. Pregunto si el nudismo es sólo para niños y digo: “¡Oh naturismo!” y se ríen.

 Se acaba la playa y paso unas rocas por arriba y, al bajar, una pareja inglesa sube y me dice que se han bañado “neked”. Entonces pienso que la grande y bella playa es para textiles y esta miniplaya es para nudistas. Me aseguran que toda la playa es mixta y yo lo creo y, si es así, es una playa altamente recomendable.

Dudo en bañarme, pero decido no hacerlo, pues ya son las cinco de la tarde, quiero ver Guilpiyuri y llegar a dormir a Prieres (según mi lista), que será Piñeres en la realidad.



Aún veré otra mínima pero preciosa calita ¿puede ser playa Pestaña? O es esa, la intermedia anterior donde se bañaban los ingleses, o me la pasé en la odisea que viene.








 Ascendiendo y descendiendo por caminos entre matorrales, llego donde un hombre que no me orientará bien, no tiene ni idea y tendré que subir casi verticalmente el acantilado; lo hago para evitar deshacer el camino por la playa de Torimbia, retroceder a Niembro y retomar el nuevo camino que había dejado. También le he dicho que estoy buscando la playa de Guilpiyuri y el pueblo de Prieres, donde dicen que hay un albergue; y me responde: “o sea, que buscas una playa que no tiene agua y un pueblo que en Asturias no existe”.

Cuando avisto la playa de San Antolín, veo que tengo que bajar hasta las rocas, sin tener certeza de que me lleva hasta la zona de arena seca. La bajada entre rocas y el camino de arenilla que se desliza está plagada de argoma y, algo que ya es problema en el campo, aquí lo agudiza.

 Otra observación que hago, en esta bajada peligrosa, es que la solución de llevar en el exterior de la mochila, la esterilla y el saco de dormir, es algo que deberé corregir para próximos viajes; no tanto el saco, pero sí la esterilla, al bajar, al agacharme, me pega en el suelo o en las rocas y me desequilibra fácilmente; me exige más atención y, cualquier descuido, puede ser fatal.


Consigo bajar a la roca en zona de rompiente (y eso que no está en pleamar), por lo que tendré doble cuidado: que la ola no me moje cuando salta al romper contra las rocas, y que las rocas recién mojadas no me hagan patinar al posar el pie sobre ellas. Bueno, ¡santo cielo!, consigo llegar a la playa, aunque lo que me parecía arena desde arriba resultan ser gruesos cantos rodados que me harán muy dificultoso el caminar y, para colmo de males, la playa es bastante larga y no tengo claro si no habrá ningún obstáculo que me impida llegar al final. Llego a un lugar con roca salediza que me resulta bastante fácil de escalar; vuelvo a las piedras y, como la marea está bastante alta, las olas entran en una especie de lago, formando un río intermedio que, con la ola, se llena. Años después sabré que es la desembocadura del río Bedón, también llamado Las Cabras. Me descalzo y espero que pase la serie de 7-8 olas y me decido a pasar al otro lado: justamente me mojaré un poco el bajo del pantalón (debiera haberme desnudado para prevenir males mayores). Me vuelvo a calzar y llego al último obstáculo; me vuelvo a descalzar y espero la serie de siete u ocho olas y consigo escalar sobre roca mojada, antes de que llegue la siguiente ola. ¡Fin de la odisea! Subo por las escaleras al paseo marítimo, que va paralelo a la carretera. Desde arriba veo que la playa continúa con cantos rodados gruesos, pero con pequeños espacios de arena hacia la orilla. La punta del mar de donde he partido, la llaman Punta Pestaña, me dirán los informantes posteriores, y que podría haber salido por caminos que bordean el “lago” por el monte. Me hace pensar que si aquella es Punta Pestaña, la playa Pestaña no andará muy lejos, salvo que se refiera a esta playa de rocas y, si fuera así, yo no la recomendaría, salvo a nudistas suicidas, pues los cantos rodados facilitan los traspiés y son muy incómodas para estar tumbado y tomando el sol. Lo único que la pudiera salvar es si en marea baja aparece arena en la orilla. Los expertos que la conozcan, ya dirán. Cojo la carretera por el arcén derecho y, un ciclista, protestará con razón y me dirá que debo ir por el lado izquierdo, viendo los coches que me vienen de enfrente y que en Asturias se hace así. Yo le respondo que en todas partes. Le pregunto por Guilpiyuri, y me hace meterme por el primer paso bajo las vías del tren de vía estrecha, que pasa entre el mar y paralelo a la carretera. Un señor que está pintando un bar y, éste sí, correspondiente a la playa de San Antolín que, en esta orientación, ya tiene arena; me mandará que entre por el siguiente paso, que está a unos doscientos metros más adelante y que siguiendo el camino, me llevará hasta la playa. ¡Qué pena que la marea ya está muy alta! Lo bonito hubiera sido, y así lo recomiendo, llegar al lugar en marea baja. Te encuentras un semicírculo de arena, generalmente seca, con un frente de rocas y mucha vegetación; estamos bastante lejos del mar, así que nos hacemos a la idea de que es una playa sin agua, que tomaremos el sol sin bañador si queremos y ya nos ducharemos en casa. Cuando empieza a subir la marea, no sé si es por filtración o por efecto sifón, el caso es que empieza a salir el agua del fondo de las rocas y, poco a poco, se va llenando. No me bañé, pues se hacía tarde y era incierto mi lugar del albergue, pero los conocedores del lugar podrán decir si cubre lo suficiente como para poder nadar o nos tendremos que limitar a darnos un pequeño refrescón. Yo la recomiendo, por lo curioso del fenómeno. Hubo gente que me dijo que ésta no es la única playa de estas características;  fue la única que vi.


Saco una foto desde abajo y, cuando subo a las rocas para sacarla desde allí, con otras perspectiva, se me acaba el rollo. Me encuentro con una pareja, ella es de Ordizia y él de Lazkao; les digo que viví un tiempo en Beasain (pueblo que linda con Ordizia y Lazkao), y que trabajé 24 años en Fundiciones del Estanda, de la misma localidad. Ellos me recomiendan una cala que piensan especialmente preparada para el contrabando, con grúas y otra parafernalia (no conseguiré verla) y también que no me pierda la playa de Las Huelgas (que tampoco encontraré). Ya me empiezo a preocupar por el albergue. En la lista de albergues que me dieron en Pobeña, los albergues que vienen en Llanes son cuatro, pero todos parece que próximos al núcleo poblacional; en el que me dieron en Irun, aparece en nota al margen: “Hay un albergue en Prieres (concejo de Llanes) a 18 km. del centro.” Hoy ya llevo sobre 35 km. andando; de Unquera a Celorio con compañía y el resto solo. Calculo que esos 18 km. a ese pueblo inexistente, ya están próximos a cumplirse. Tengo que aquilatar las preguntas para conseguir la respuesta que me lleve al albergue y, en la zona donde estoy, lo conseguiré. Encuentro a un carretero que lleva un percherón con un carro lleno de hierba; más que aclararme mis dudas, se dedica a hacerme preguntas muy directas sobre mi viaje. Le habría encantado seguir hablando conmigo, pero a mí se me está haciendo tarde y estoy cansado, ¡lástima! Una chica que va en coche, me orientará con la referencia Nueva, a 2 km. , y una señora con un pelo blanco precioso, me confirmará la dirección. En Nueva: “Pueblo más bello de Asturias en 1953”, una chica me confirma la dirección del albergue: en Piñeres hay uno (así que el Prieres inexistente, se convierte en un Piñeres real; lo mismo que a Guilpiyuri le salió agua; ¡veis como hay que tener confianza!); la misma chica me dirá que ataje por el pueblo y luego tire todo recto. Al salir de Nueva, unos italianos me intentan ayudar, con poco éxito, y una señora que cuida su huerto, me da el empujoncito definitivo. Poco después de un kilómetro, llego a Piñeres y una pareja me dice que pase las vías y por debajo del puente. Un chico que en su coche subía hacia el pueblo, me dice que retroceda y me meta por un camino hacia el bosque y que la llave la encontraré… Le digo que supongo que tiene que haber alberguistas y, efectivamente, allí están todos y más; un suizo de Lausanne (Aurel, que me dará cuatro pinzas y será amigo por muchos años), otros dos franceses (Jaques y Jaquie) y después vendrá un alemán (de la mierda. Le contaré el chiste) en bicicleta que consigue, sin colchón, mitad de precio, con la escusa de no tener cambio de billete de 50€ (que enseña); le paga 2,50€, pero da la impresión de que hubiera engañado a la hospitalera. Si ella acepta, nosotros también. Yo he pagado mis 5€ de rigor. La hospitalera hace un comentario sobre lo que cuesta el mantenimiento y Aurel, que por lo visto ha llegado de los primeros, se enfada con ella y le recrimina que el albergue estaba muy sucio. A mí me sorprende, porque cuando yo llego a los albergues, ya ha pasado mucha gente por los servicios y las duchas y, aunque nosotros mismos pasamos la fregona, es lógico que el resto de dependencias también se vayan ensuciando, pero me parece que la queja de Aurel tiene consistencia y está fundamentada; ante esta situación, la hospitalera se ve obligada a disculparse, puesto que hoy ha tenido que marcharse del pueblo y no le ha dado tiempo a hacer la limpieza. Me ducho y lavo la camiseta; después la tiendo en el tendedero, con las pinzas de Aurel (grandes y amarillas, que conservé en casa hasta que se rompieron y desaparecieron, pero no de mi memoria). En Piñeres no hay posibilidad de cenar; habría que hacerlo en Nueva, y los catalanes me invitan a su arroz. Se lo agradezco en el alma, pero será el arroz más malo que haya comido en mi vida, cierto es que no contaban con los medios adecuados, con un cazo de mala muerte que, además, quemó la parte de arroz del fondo. Le han echado unos trozos de pollo con patata y zanahoria fríos, que creo ha empeorado todavía más, si cabe, el arroz. En el albergue no tienen sello para poner en la credencial, así que la hospitalera pondrá a mano: San Rafael. Piñeres. Llanes. Me quedo un rato haciendo el plan de playas nudistas para mañana y a las 22:00h, me acuesto en litera de arriba. Dormiré muy bien; creo que habré hecho más de 40 km. y con un tramo entre Torimbia y San Antolín, vivido con gran intensidad.
Lo más destacable del día, ya lo he ido diciendo: Celorio, que me sigue gustando, y las playas de Torimbia y Guilpiyuri.

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