viernes, 27 de mayo de 2011

viajedejavi. Etapa 36: Miño-Perillo (Oleiros)

36ª Etapa. 20 de junio de 2006. Viernes. (Día de San Marcial. Fiestas en Irun)
Miño, Sada, playas Arnela y El Cirro, Mera, playa Canaval, Santa Cruz, Perillo.

Me despierto a las 7:30h y saldré del albergue cinco minutos antes de las 8:00h. La ventaja de haber hecho el recorrido ayer hasta la gasolinera, me supone que hoy ya sé por donde tengo que salir de Miño.


Paso el puente sobre el río Lambre y dejaré de lado las direcciones, primero, a Betanzos y, luego, A Coruña, para seguir la de Sada. Rememoro al historiador Javier María Sada y a José Luis Leclerq, por lo que contribuyeron al diseño de vestuario de las más recientes tamborradas de Donostia, y porque llevo una visera con volante para proteger orejas y cuello del sol, que me vendió mi amiga Loli Sainz (hoy, viuda de Leclerq) y que me da motivo de entretenimiento pensando, sin demasiado rigor, que pudiera recibir el nombre de quepis. Todo se enlaza armónicamente: vestuario, sombreros, visera del caminante. Mis hijas participaron en la primera tamborrada infantil de la ikastola de Los Ángeles, y en las siguientes, que hacían su recorrido por el barrio, la Parte Vieja donostiarra; un grupo de tamborreros (militares), bajaba de las baterías de defensa del monte Urgull y tamborreros (cocineros) y barrileros y barrileras aguadoras, les daban réplica desde la plaza de Zuloaga; todo ocurrió gracias a los desvelos de madres y padres de alumnos, que se empeñaron en sacar el proyecto adelante: desde aquí mi recuerdo a Itziar, Ana, MariMar, Marian y tantas otras. Yo participé con mis hijas, pero mi contribución fue mínima; sin embargo, al ver a mis hijas participando, es cuando me sentí más donostiarra, que lo que había sido hasta aquel día; aunque para entonces y, tras la venida de la democracia, ya venía participando activamente en la Asociación de Vecinos Hauzoak, en la comisión de jubilados (y, entonces, todavía éramos jóvenes), tratando de mejorar las condiciones de vida y tiempo de ocio de nuestros mayores del barrio.


A las 8:50h, pasaré el puente sobre la ría de Betanzos, estrecho y peligroso, pues hay poco espacio y, cuando pasa un camión, un coche que viene de frente, deberá reducir la velocidad casi hasta parar, y saco una foto con bruma matutina  del río desperezándose. Cuando voy a dejar la dirección A Coruña, pero aún no veo la señal de Sada, Jesús me saludará y se maravillará de mis tantos días caminando y aprueba mi idea de disfrutar con el paisaje y los encuentros. Llego a un lugar en que dudo si desayunar ya o esperar un poco y, en ese momento, me llama mi hermana Sagrario al móvil. La decisión está echada. Hablo con ella y, cuando le interrumpen con otra llamada, entro en el bar y pido descafeinado y dos tostadas. Me vuelve a sonar el móvil; salgo al exterior y sigo hablando con ella y me cuenta las vicisitudes de mi nieto Julen y su miedo al ruido de los petardos y que, para seguir la tradición, el globo con Nemo, de nuevo pez volador, volvió a volar por los cielos alsasuarras. “¡Pero el año que viene volverá!”, me dice que le ha dicho; Lander, mi segundo nieto, que hará dos años en diciembre, anduvo a su aire y echó la siesta en el monte de San Pedro. El día fue algo fresco. A mi hermana, mis nietos le dan vida y el sentirse tía-abuela, no le quita ilusión, sino todo lo contrario. Mi mejor desayuno en días y por 1,95€. Cuando me pongo a escribir el diario y escribo el nombre “San Marcial”, en la tele están dando noticia de cómo va transcurriendo la jornada y me levanto para ver las últimas imágenes del reportaje; veré a una cantinera y poco más. El bar-parrillada se llama San Isidro y no puedo dar datos del lugar donde se encuentra, porque el tiquet del bar se me ha ido evaporando con el tiempo; lo que sí puedo decir es que, la camarera que me atiende es muy amable y el jefe más, si cabe; me ha dado información sobre las playas nudistas más interesante. Antes de partir, voy al aseo y no quiero marcharme sin despedirme de Miguel, el jefe, una persona tan afable, que me ha proporcionado la caricia de un desayuno tan sencillo y sabroso, el más económico de todo el recorrido en relación calidad-precio y, sobre todo, las muestras de cariño que recibo. Al despedirme me habla de una persona, un hombre, que entró en el bar y, nada más verlo, se produjo esa química que hace que dos personas se quieran. Hoy día, son grandes amigos y sienten un gran cariño, sin ninguna connotación de tipo sexual. ¡Hasta siempre Miguel! Y nos damos un abrazo de despedida. Hoy no tendré suerte con las playas nudistas.

La primera, la de Arnela, ya pasado Sada, sin anunciar por ninguna parte, y sólo guiado por las respuestas de la gente a mis preguntas. Entro en una más pequeña, la anterior, llena de piedras, y un señor me dirá que Arnela es la siguiente y que podré pasar por las rocas; así lo hago, sin dificultad, pero no hay nadie desnudo: una mujer con niño, una joven que no se baña y, enseguida, se va; otro que baja y, al ver el panorama, también emigra; y una madre con hija que se queda en braga; será con ella con la que hable y comparta bastante mis ideas sobre nudismo; lo que ocurre es que ella no se acepta, no acepta su propio cuerpo; tampoco se atrevería a hacer el Camino de Santiago sola; a pesar de que la arena está llena de tiznes negros y restos de palitos, de ramas y de algas secas; es la clásica playa a la que no van a adecentarla los servicios de limpieza ¡y ya estamos al final de junio!; bueno, a pesar de todo, y de que en marea baja la entrada al agua ofrece piedras, aunque por el lado izquierdo se puede entrar sin daño, me daré dos o tres baños y me secaré paseando al sol. El agua está fresquita y limpia y, como hace calor, apetece. Me visto, me despido y me voy en busca de El Cirro. Al salir de la playa, veo que el acceso es bueno, pero sigue sin ninguna indicación. En la ensenada de El Cirro, hay muchísimas plataformas mejilloneras. También hay buen acceso a la playa y nadie desnudo. El Cirro es playa dividida en dos por unas rocas; pregunto a las socorristas Paula y Marta y me dicen que es una playa familiar y si quiero hacer nudismo, mejor hacerlo en el otro lado de las rocas, que es como una segunda playa igual de amplia. Paso a ese lado, con entorno menos urbano y que, seguro, es la de mi lista, y hay una mujer con tres niños. Me desnudo con naturalidad a sabiendas de que, si me dicen algo, puedo enseñar mi lista, esgrimir el mandato de las socorristas y justificarme; me doy tres baños ya que el agua está buenísima, me seco al aire y me tumbo al sol; el pareo ya tiene tres agujeros, ¿cuándo llegará el momento de coserlos? Será en las islas Cíes y, hasta entonces, los agujeros, que ya serán más, tendrán que esperar. Decido marcharme, me visto y vuelvo a la primera playa y voy a despedirme de las socorristas. En ese momento están comiendo, en su garito, y me invitan a tortilla, que les ha traído una señora (más que de sobra) y a tomate y pepinillos; acepto la invitación y estoy de charla con ellas. Están “quemadas” con Protección Civil, porque les dicen que no están haciendo bien su trabajo y ellas no están de acuerdo en lo que se les acusa. Hablamos de nudismo. Camino participa y Paula me pide mi clave de correo electrónico (nunca recibí correo de ella, así que no le pude contar el final de mi andadura; pero eso no quiere decir que no me mandara alguno pues, me pasó con otros, tenía poco margen y se me colapsaba); compartimos experiencia de diarrea (ella en Italia) y ¡Hasta siempre! ¡Hasta que el azar nos reúna! Al escribir azar, me acuerdo de Armonía e Isidoro. Dejo Sada, con el recuerdo del historiador, y me dirijo a Mera. Con este nombre me viene a la mente el apellido de un excompañero de trabajo y los recuerdos de 24 años de contable en Fundiciones del Estanda de Beasain, pero dejémoslo, no quiero hacer más farragoso este relato.
Cuando llego a Mera, ya en la ría de A Coruña, tendré que ascender hacia el norte, que es donde está playa Canabal, que se sitúa frontal a la Torre de Hércules (que, en la foto, se ve a lo lejos). El acceso a la playa resulta difícil, ya que hay mucho terreno copado por un club de tenis. Al fin, cuando doy con el camino, que está sin señalizar, aunque pone paseo peatonal, me meto en terreno privado del club y tendré que retroceder. Nadie desnudo en el área de arena, ni en la zona de rocas. Para no violentar a los textiles de la arena, me voy a la zona de rocas y me doy un baño. Hay un grupo de 5-6 amigos, uno de ellos con su chica, que será la más valiente, la primera que se baña; yo me doy dos baños más, me visto y hago de avanzadilla para salir por las escaleras del club de tenis, puesto que la marea ha subido y hay dificultad para pasar a la arena sin mojarse. Cuando llego a la puerta, ésta aparecerá candada con tres candados, aunque basta abrir uno para pasar, los otros cumplen función intimidatoria ¡Hay derecho a que una organización privada se adueñe de la posibilidad de uso de un espacio público! Pues, parece que sí. Tengo que bajar y, con dificultad, consigo llegar por las rocas a la arena sin mojarme (y con las dos mochilas y el saco y la esterilla en el exterior, que dificultan bastante); los otros no lo conseguirán, teniendo que bajar al agua varias veces; ciertamente no tienen problema alguno, ya que van en bañador. Después de visto lo visto, quiero pensar que, quizás, la zona donde se practique más nudismo, sea la continuación de rocas hacia mar más abierto, en la confluencia de las cuatro rías: Ferrol, Ares, Betanzos y A Coruña; pero son puras conjeturas. Vuelvo a bajar hacia Mera y llego a Santa Cruz y llego a la playa de Bastiagueiro, muy bien indicada pero, me asomo, y no es nudista, ni asomo de serlo en sus extremos.

Leo mejor en mi lista y resulta ser Bastiagueiriño la nudista y, ya metidos en harina, hacia ella me dirijo. Hay que ir por el pinar y preguntar. Supone retroceder, de nuevo, se baja por camino hacia tres casas y se coge otro a la derecha. Es playa de piedras (no sé si con marea baja habrá arena) y rocas y está llena de algas; el mar trae mucha suciedad y parece un depósito de detritus. Busco una zona algo más limpia y me doy un breve y único baño. Es la única en que hay personas desnudas. He hablado con un chico de la zona, pero se traslada unos 50m y se oculta tras unas rocas; al rato, con disimulo, el otro que se había quedado solo, se acerca, hacen lo que tienen que hacer, vuelve, se viste, coge porquerías en bolsa (al menos hace tarea de ecologista) y se va. Luego me quedaré de charla con el primero, nos vestimos y nos vamos. Haciendo balance de las playas nudistas que, al principio dije me habían desilusionado, habrá que matizar, puesto que Arnela y El Cirro no están tan mal, se pueden hasta recomendar; Canaval me resultó algo penosa porque no me entusiasman las rocas y en la arena no me atreví a estar desnudo; no la recomendaría. Y Bastiagueiriño es deplorable ¡ni os asoméis! Voy a cenar a Casa Paquita y tomo caldo galego (que lleva alubias) y callos (que llevan garbanzos, también, pero ni comparación con los de Pepe de Cariño), tarta de naranja, todo regado por viño branco (12€) y, pregunto, y no tienen sitio para dormir. Me hubiera gustado dormir bajo techo, ya que estoy acercándome a la capital y me encuentro en terreno periférico muy urbanizado. Me meto en un campo de rugby y dudo si esconderme allí o no, en buena hora no lo hago, pues un empleado de seguridad cerrará las puertas nada más salir yo. Me habría dejado encarcelado. Me dirijo hacia Santa Cristina; paso por Proiecto Home, pero no lo localizo. En Perillo, que corresponde al concello de Oleiros, dormiré en la puerta de la Casa de Cultura (tiene un tejadillo protector, en caso de lluvia).












Dormiré mal, por el suelo duro, por el exceso de luz. Me despierta, antes de las 6:00h, un repartidor de periódicos, intentando meter uno por debajo de la puerta. Compré en Aliprox fruta por 1,81€. Aquí se me acaba la segunda libreta de diario, la que comencé el día 13 en San Vicente de la Barquera, ¡parece que fue ayer!

1 comentario:

  1. Parece que está un poco crudo lo del peregrinaje nudista, pero veo que no tienes problemas para disfrutar de las playas, la gente y la gastronomía.

    Muy entretenido el relato, Javier. Me daré una vuelta por el blog otro día.

    Buen viaje en tus próximas etapas.

    Maite

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